Hace unos días un amigo me preguntó si sabía desde cuando se estableció la Casa del Estudiante en la Ciudad de México. Le contesté que el profesor Jesús Castro Agúndez escribió un folleto en el año de 1970 en el que explica el origen de la primera casa que albergó a los estudiantes originarios de nuestra entidad.
El 18 de noviembre de 1920 un grupo de jóvenes salieron de la ciudad de La Paz rumbo a la capital de la república a fin de realizar sus estudios en las diversas instituciones educativas de la ciudad de México. Fue un compromiso del gobernador Agustín Arriola Martínez cuando hacía su campaña electoral.
Los integrantes de ese grupo fueron once —ver mi libro “Tres hombres ilustres de Sudcalifornia” (2008) donde hablo de la vida y la obra de Arriola— procedentes de La Paz, El Triunfo y San José del Cabo. Al llegar a la capital encontraron alojamiento en el pueblo de Mixcoac en la casa con el número 47 de la calle Zaragoza. Con ellos vivió el profesor Arturo Oropeza quien iba al frente del grupo, su esposa Jovita Meza y su hija América.
A principios de 1922, ocuparon la segunda casa localizada en la calle Violeta No. 73, de la colonia Guerrero. Era más amplia pues ya habían llegado otro grupo de jóvenes y con ellos el profesor Domingo Carballo Félix que sustituyó a Oropeza en la dirección de la casa. Por cierto, la renta de la casa era de 250 pesos mensuales y la beca para los estudiantes era de 75 pesos.
Cuando en 1924 el gobierno del territorio pasó por una difícil situación económica, se vio obligado a buscar una casa más barata y fue por eso que se cambiaron a la calle Héroes de la misma colonia Guerrero. Y como los problemas financieros continuaron ocuparon otra casa en la calle Valenzuela y posteriormente en la calle Regina.
Naturalmente estos cambios originaron molestias entre los estudiantes, quienes culpaban a los administradores de la casa de esa situación. Total, el caso se agravó de tal forma que el gobernador Agustín Olachea Aviles la clausuró en 1946 y a partir de ese año se otorgaron becas a los alumnos que desearan estudiar en la capital.
Pero como la casa del estudiante era una necesidad, algunos de ellos rentaron un local primero, en Ajusco 7 de la colonia Roma, después en la calle Sur 74 de la colonia Viaducto Piedad y por último en la calzada Santa Anita, de la misma colonia.
Así pasó el tiempo. En 1965, el gobernador Hugo Cervantes del Río apoyó la apertura de una nueva casa que se localizó en la calle Yácatas No. 169, de la colonia Narvarte. Al mismo tiempo se proyectó la compra de una casa que tendría un costo de 800 mil pesos, capaz de albergar a 70 estudiantes.
Tengo entendido, a reserva de confirmarlo, que el ingeniero Félix Agramont Cota, gobernador en los años de 1970 a 1975, adquirió una casa en la calle Cádiz 49, de la colonia Álamos. Allí estuvieron muchos jóvenes sudcalifornianos los que, convertidos en profesionistas, han contribuido a elevar los niveles de vida de esta entidad.
Por lo demás, la existencia de la Casa del Estudiante Sudcaliforniano en la ciudad de México forma parte ya del imaginario colectivo de nuestro pueblo como lo son los albergues escolares establecidos hace más de sesenta años en nuestro estado. En su momento, no sé si en la actualidad, vinieron a resolver un problema relacionado con la educación de niños y jóvenes.
Tengo entendido que la casa del estudiante se sostiene económicamente a través de un Patronato y que éste como tal, procura los recursos para las becas de los jóvenes y su estancia en la Ciudad de México. Es por eso de la rifa anual que lleva a cabo y a la cual todos debemos participar, ya que de ello depende la existencia de ese albergue fundado en el año de 1920.
Septiembre 25 de 2016.