A Rafael lo conocí cuando era cronista del municipio de Los Cabos, allá por el año de 2002 cuando era presidente del ayuntamiento el contador Ulises Omar Ceseña Montaño. Desde entonces mantuvimos una cercana amistad por el hecho de que yo también tenía el mismo cargo, pero del municipio de La Paz.
Fue en esa época cuando hicimos el intento de organizar la asociación de cronistas del estado de Baja California Sur por lo que hicimos reuniones en Loreto, La Paz y Los Cabos, siempre contando con el apoyo de las autoridades municipales. A esas reuniones de consulta y planeación de actividades asistimos el licenciado José Andrés Cota Sandoval, de Mulegé; el doctor, Estanislao Collins Cota, de Loreto; Alejandro Atamoros Domínguez, de Comondú, Sergio Morales Polo, cronista del Estado; Rafael López Green, de Los Cabos y el que escribe, por La Paz.
Por angas o por mangas lo cierto es que la asociación nunca pudo tener carácter legal, aunque ya se contaba con un proyecto de estatutos aprobado por los cronistas en ejercicio. En el mismo se establecía que se formarían los Consejos de la Crónica en cada uno de los municipios y que se harían las gestiones para que la crónica, como parte importante de los ayuntamientos, fuera una más de las dependencias en el organigrama oficial, para lo cual era menester que los cabildos emitieran los acuerdos correspondientes.
Rafael fue uno de los más entusiasmados y fue por eso que en dos ocasiones estuvimos en San José del Cabo, donde recibimos las atenciones de las autoridades que nos proporcionaron alimentación y hospedaje por dos días. En esas reuniones, Rafael nos hablaba de las crónicas que semanalmente escribía y se publicaban en un periódico de la localidad.
Esas crónicas se referían a la vida y la obra de personajes cabeños como Fernando I. Cota Sández que fue diputado constituyente; de la maestra Concepción Olachea Montejano; del comerciante Valerio González Canseco; del héroe Mauricio Castro Cota…
Escribía también sobre las costumbres de los habitantes de esa región, de su anecdotario, de los grupos musicales como Los Pérez, de los trapiches y de la calle ancha. Tuvo tiempo también para escribir crónicas relacionadas con la historia sudcaliforniana, en especial de las misiones jesuitas.
Unos meses antes de su fallecimiento, había reunido la mayor parte de sus crónicas —cerca de 150— con el fin de publicarlas en un libro que supuestamente iba a editar el ayuntamiento. Confiado en mi amistad me envió una fotocopia de ellas a fin de que las revisara y le diera mi opinión sobre su importancia. Desde luego lo felicité por su excelente trabajo y quedé en espera de la publicación de la obra.
Su muerte prematura lo impidió. Pero queda para siempre su interés por las cosas de su tierra; de su gran esfuerzo por dar a conocer la historia y las tradiciones de esa región; de servir de ejemplo para todos aquellos que deseen convertirse en cronistas, con toda la responsabilidad que ello conlleva.
Ahora que un nuevo ayuntamiento está a cargo del municipio de Los Cabos y existe mucho interés por la cultura y las artes, quizá sea posible publicar las crónicas de Rafael López Green y que ese libro pueda ser distribuido en todo el estado. Será un póstumo homenaje para un distinguido sudcaliforniano.
Septiembre 09 de 2016.
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