El martes pasado, el periódico
El País publicó un artículo de Porfirio Muñoz Ledo en el que anuncia el
propósito del estado de California de los Estados Unidos, para convertirse en
un país independiente, soberano y libre.
Después de las elecciones
presidenciales, California propone la organización de un referéndum el cual
tendrá que reunir 600,000 electores a fin de llevar a buen término su decisión
y con ello cambiar la actual democracia representativa y volver al concepto
original de soberanía.
El estado de California es la
primera economía de Estados Unidos y si fuera un país sería el sexto a nivel
internacional. Es la capital mundial de la innovación tecnológica; tiene el
primer lugar en la generación de empleos y se enorgullece de su combate
permanente contra el racismo. Además, durante muchas décadas ha sido defensora
de los derechos laborales de los mexicanos que viven y trabajan en ese estado.
Los promotores de esta
iniciativa dicen que no es posible de que a pesar de contribuir con el 15% al
producto de los Estados Unidos, sólo tienen un 2 % del voto en las elecciones.
California fue la que más votos ciudadanos le entregó a la candidata demócrata
Hillary Clinton.
La noticia de la probable
separación del estado de California nos hace recordar la historia de esa región
cuando todavía era parte de nuestro país y fue descubierta y colonizada cuando
México era una colonia de España. Es una historia que se remonta al siglo XVI,
cuando después de descubierta la península de California en 1533 por Fortún Jiménez,
se iniciaron una serie de expediciones marítimas por las costas del Golfo de
California y el océano Pacífico.
Los que lo hicieron por el
Pacífico, Juan Rodríguez Cabrillo, Bartolomé Ferrer, Juan Pérez y Juan
Francisco de la Bodega y Quadra, llegaron más allá de lo que hoy es la ciudad
de San Francisco, levantando planos de las bahías y de las islas, poniéndole
nombres y haciendo contacto con los indios de esa región.
Pero esos descubrimientos le
permitieron al visitador José de Gálvez organizar una expedición terrestre a
esa región con el fin de iniciar su colonización. Fue en los años de 1769 y
1770 cuando dos barcos, el San Carlos y el San Antonio llegaron a ocupar los
puertos de San Diego y Monterrey.
Y por tierra, atravesando toda
la península, dos expediciones al mando del gobernador Gaspar de Portolá
acompañado del fraile franciscano Junípero Serra. Con el paso de los años, las
autoridades civiles y las religiosas fundaron presidios, pueblos y misiones a
lo largo y ancho de esa región. Así se fundaron poblaciones como San Diego, Los
Ángeles, Sacramento, Santa Clara, Monterrey y San Francisco.
En toda esa época las
Californias —la alta y la baja— estuvieron bajo el control de gobernadores,
pero en la alta el último que fungió como tal hasta el año de 1846 fue Pío de
Jesús Pico. Después, con motivo de la intervención norteamericana a nuestro
país en los años de 1846 a 1848, la Alta California quedó
en poder de los Estados Unidos y ahí comienza su propia historia.
Y ahora desea convertirse en un
país independiente. Al menos es una amenaza que enfrenta al nuevo gobierno,
agobiado de por sí por otros problemas como son los casos de los inmigrantes y
las relaciones económicas con nuestro país.
Marzo 09 de 2017.
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