El
jueves pasado, en una conferencia que impartí en San José del Cabo, patrocinada
por el Instituto de la Cultura y las Artes del Ayuntamiento de Los Cabos y la
participación de la Fundación Domingo Burgoin, A. C., me referí a los
misioneros jesuitas y su participación en la fundación de las misiones de La
Paz, Todos Santos, Santiago y San José del Cabo, todas en la parte sur del
estado.
En
especial mencioné el tema de la fundación de la misión de San José del Cabo, el 8 de abril de 1730, por los padres José Echeverría y
Nicolás Tamaral. Y, por supuesto, el sacrificio de los sacerdotes Tamaral y
Lorenzo Carranco, este último encargado de la misión de Santiago de los Coras.
Fue en el año de 1734 cuando perdieron la vida a manos de los indígenas
pericús.
Casi
al término de la conferencias hice alusión a otros levantamientos en varias
misiones del norte de la península, rebeliones que fueron sofocadas a tiempo,
sin pérdidas humanas aunque sí, los principales promotores fueron sentenciados,
algunos a la pena de muerte y otros desterrados.
Puse
como ejemplo, el intento del asesinato del padre Wagner, radicado en la misión
de San José de Comondú, cuando un indio neófito le lanzó una flecha la cual,
afortunadamente, no dio en el blanco. Y también lo acaecido al padre Félix
Caballero, de la misión de Guadalupe del Norte, que tuvo que valerse de una
estratagema porque lo querían matar.
Y
aquí la coincidencia histórica. Para salvarse, le pidió a la cocinera que lo
escondiera bajo su falda y se sentara en una de las bancas del presbiterio. Y
que cuando llegaran los indios negara que lo había visto. No lo descubrieron y
así salvó la vida. Pero con el susto que se llevó pidió su traslado inmediato a
otro lugar y entonces lo mandaron a la misión de San Ignacio. De todas maneras
le fue mal, porque al poco tiempo murió, según decires por envenenamiento.
El
estimado amigo Luis Rosas me mandó por internet el libro Episodios Nacionales
de Victoriano Salado Álvarez, y en el episodio que tituló “El golpe de estado y
los mártires de Tacubaya”, incluye la anécdota siguiente:
Fue
en el año de 1858 durante la Guerra de Reforma, cuando un general de apellido
García Casanova era perseguido por las fuerzas liberales por lo que tuvo que
refugiarse en la casa de un amigo. De pronto, una gavilla al mando del coronel
Antonio Rojas irrumpió en la residencia buscando al general. Apenas le dio
tiempo para esconderlo debajo de un sofá en que se sentaban varias muchachas,
ataviadas con unas crinolinas de “esas que parecen bóvedas de catedral”.
Los bandidos quisieron registrar
el mueble, pero entonces una de ellas alzó su falda y debajo se escondió el
militar perseguido. Así salvó la vida. Poco después logró un salvo conducto del
general Santos Degollado y pudo salir de la ciudad de Guadalajara sin
contratiempos.
En
esos años de la Guerra de la Reforma, hubo muchas gavillas dedicadas al saqueo
y los asesinatos y una de las más crueles fue la del coronel Rojas del bando
liberal. La historia de esa época está manchada por la presencia de grupos de
bandidos, los que aprovechando la situación política de ese entonces, buscaban
beneficios propios sin importarles las vidas ajenas.
Pero
la coincidencia está a la vista. Un misionero y otro militar salvaron sus vidas
escondidos bajo los miriñaques de una mujer. Uno en la Baja California y el
otro en el estado de Jalisco.
Abril 09 de 2017
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