Ayer
saludé al buen amigo Eligio Moisés Coronado en un centro comercial que ofrece
baratas todos los martes. No sé qué compró, pero mi esposa apañó verduras y frutas
para toda la semana. Y platicando con él me acordé que el día tres el padre
jesuita Nicolás Tamaral, misionero de Santiago, murió a manos de un grupo de
indios pericús sublevados.
Dos
días antes, el primero, los indios habían asesinado al padre Lorenzo Carranco y destruyeron la misión de San José del Cabo. Los cronistas
de esa época describen esos hechos sangrientos, pero quien dio los detalles de
esa rebelión fue el padre Sigismundo Taraval quien en ese año de 1734 estaba
encargado de la misión de Todos Santos.
Taraval
es autor de una especie de diario o crónica en el que relata la sublevación
indígena que tuvo lugar en el sur de la península y de la campaña militar
posterior que puso fin a la revuelta. Desde luego, los principales amotinados —Boton
y Chicori— fueron castigados y con ellos muchos de sus secuaces.
Por
cierto se tenía conocimiento de ese diario desde el año de 1931, cuando fue
traducido al inglés, pero en español no se conocía. No fue sino hasta el año de
1996, cuando gracias al interés de Moisés Coronado, ese testimonio fue
publicado en forma de libro por la editorial Doce Calles, de Madrid, España. Y
el título que se le puso fue “La rebelión de los Californios”, con una
presentación del doctor Salvador Bernabeu Albert y un índice onomástico y de
topónimos.
El
historiador español dice del diario de Taraval lo siguiente: “En el afán de encontrar la huella
providencial y para dar a conocer los dramáticos sucesos ocurridos en la
península, Taraval relata minuciosamente los acontecimientos hasta llegar a
aturdir al lector. Lo hace en primera persona, como protagonista activo de los
sucesos, haciendo gala de una prodigiosa memoria y dando un sesgo
autobiográfico a la crónica. Cuando no ha sido testigo de algún episodio que
considera importante, no duda en acudir a otros informadores en busca de la
verdad, lo que amplía el valor de la narración para los historiadores de la
península californiana y, en especial de los sudcalifornianos, quienes
encontrarán datos importantísimos para sus quehaceres…”.
Lo
sucedido en el martirio de los misioneros Carranco y Tamaral ha dado lugar a
varias interpretaciones, Una de ellas es el fracaso de la evangelización de los
indígenas, que a 37 años de haberse iniciado por el padre Juan María de
Salvatierra, no había logrado permear en las conciencias y en las costumbres de
los californios. Ignacio del Río señala “que esa rebelión fue una especie de
parteaguas en la historia de las misiones jesuitas de la península, pues a
partir de entonces la visión del indio y del proyecto evangelizador
bajacaliforniano entró en crisis”. Y sigue diciendo “esta rebelión representa
un momento de ruptura, un momento en que entran en crisis las estructuras
institucionales de la conquista jesuítica y, en general, el sistema de relación
hispano-indígena”
En el
caso particular de los pericús, varios historiadores atribuyen los motivos que
los llevó a la rebelión a que no quedaron conformes con tomar en matrimonio a
una sola mujer como era su deber y como lo habían aceptado, y por la otra por
haberles exigido a vivir de acuerdo a las normas de conducta ajenas a ellos, y
también por las continuas reprimendas y castigos, entre los cuales se
encontraban los azotes.
La
rebelión tuvo un impacto global, pues se creyó que la mayoría de las etnias
distribuidas en toda la península se sumarían y por ello cundió la alarma en
todas las misiones. Y es que los insurrectos, además de asesinar a los dos
misioneros, soldados y sirvientes, destruyeron las iglesias de San José del
Cabo, Santiago, Todos Santos y La Paz. No lograron apresar al padre Taraval,
pues éste avisado a tiempo, escapó junto con sus feligreses hasta llegar a la
misión de Los Dolores.
Octubre
03 de 2017.
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