Ignoro qué argumentos justificativos
presentó el licenciado Gabriel Salvador Fonseca Verdugo, cronista municipal del
XII Ayuntamiento de Los Cabos, para proponer que dentro de la nomenclatura de
la delegación de Santiago (sic) se incluyeran los nombres de Cristóbal Chicori,
Cristóbal Abué y Domingo Salvador Cunuam, líderes pericúes de esa región.
La dicha propuesta la presentó al
Consejo de Nomenclaturas y Monumentos y éste lo aprobó el dos de septiembre
pasado. Además de otros nombres también se propuso a los padres jesuitas
Lorenzo Carranco, Nicolás Tamaral y cinco más.
Desde luego, distinguir a los
misioneros en las calles de Santiago merece nuestra aprobación. No así la de
los líderes indígenas ya que estos fueron los causantes directos del asesinato
de los padres Nicolás Tamaral de la misión de San José del Cabo y de Lorenzo
Carranco, de Santiago.
En la historia de Baja California se
describe como fue la rebelión de los indígenas pericúes en el sur de la entidad
y de cómo, con inaudita saña, dieron muerte a los padres y parte de soldados y
neófitos. Los cronistas de esa época, Miguel Venegas, Francisco Javier
Clavijero y Sigismundo Taraval narran los sucesos y lo mismo lo han hecho
historiadores contemporáneos como Pablo L. Martínez, Ignacio del Río y Salvador
Bernabeu Albert.
Los líderes indígenas Cristóbal
Chicori, Cristóbal Abue y Domingo Salvador Canuam, mejor conocido como Boton,
fueron los causantes directos de una revuelta que tenía como propósito destruir
las misiones de toda la Baja California y cobrar venganza contra los padres
jesuitas. Pero solo pudieron destruir las misiones de Santiago, San José del
Cabo, Todos Santos y La Paz. El padre Taraval, radicado en Todos Santos, se
salvó y refugió en la misión de Los Dolores. En La Paz afortunadamente no había
misionero.
Ante la gravedad de la situación los
jesuitas solicitaron la ayuda del gobierno a fin de sofocar la rebelión y solo
así se pudieron evitar mayores daños. Chicori, Boton y Abue fueron juzgados y
según algunos historiadores sentenciados a la pena capital. Con ellos muchos de
sus partidarios también fueron castigados.
No hay justificación ni perdón. Por
más que se trate de explicar los motivos que los llevaron al asesinato de los
padres Carranco y Tamaral, lo cierto es que los grupos de sublevados actuaron
con alevosía ante dos representantes de la iglesia que solo buscaban, con el
auxilio de Dios. El bienestar de sus feligreses. Y este hecho sangriento
invalida cualquier intento de reconocimiento a personas que, como ellos, tienen
el estigma de asesinos.
Por eso, creo que la del cronista de
Los Cabos, fue una propuesta equivocada. Como lo es también el Consejo de
Nomenclatura y Monumentos que no interpretó el contenido del Reglamento alusivo
que supuestamente determina que los nombres de calles y colonias deben ser de
personajes que se han distinguido por hechos heroicos o que han ofrecido sus
mejores esfuerzos para el bienestar de la sociedad en que se desenvuelven.
Lo delicado del asunto es que el
propio Cabildo aprobó la propuesta de nomenclatura oficial de la Delegación de
Santiago (sic), por unanimidad de votos y giró instrucciones para que el citado
acuerdo se notificara a las diferentes
dependencias para su conocimiento y efectos.
Aunque el Acuerdo ya fue turnado al
gobierno del estado para su publicación en el Boletín Oficial, creemos que aún
es tiempo de rectificar, porque no es posible que en un pueblo como Santiago se
ufane de tener en sus calles los nombres de victimarios y lo peor, al lado de
sus víctimas. Solo falta que llevados de su ignorancia, veamos dentro de poco
monumentos edificados a su memoria. Lo cual sería el colmo.
Octubre
14 de 2017.
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