Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

sábado, 27 de octubre de 2018

Los libros y la Baja California

Ayer, por la tarde noche, Eligio Moisés Coronado presentó su nuevo libro “California del sur bibliográfica”. Fue una edición del Archivo Histórico Pablo L. Martínez y los que lo acompañaron en la presentación fueron los escritores Olga Freda Cota Gándara y Rubén H. Sandoval.

A Eligio Moisés se le vio de buen humor y con cara de satisfacción. Y como no, si esta obra se suma a otras tantas publicadas en años anteriores de su autoría, todas referentes a California y a Baja California Sur. Por falta de espacio solamente mencionaré dos, “Descripción e inventarios de las misiones de Baja California, 1773” y “La rebelión de los Californios”, este último editado en Madrid, España.

Las fichas bibliográficas que aparecen en su libro suman 185,        incluyendo autores locales, nacionales y extranjeros. “Y faltan aún otros más —acotó el autor— porque las obras referentes a California son innumerables”.  Así es que aparecen las que consideró más importantes, para conocimiento de los estudiantes, de los investigadores y personas interesadas en la historia de esta región de México.

Eligio Moisés recordó que anteriormente Ellen C. Barrett había escrito un libro al que tituló “Baja California Collection” con la inclusión de cinco mil fichas bibliográficas referentes a la historia, geografía, arqueología, flora y fauna, industria, economía etc. y que un alto porcentaje de estas obras son de autores norteamericanos, entre ellos Harry Crosby, Peter Gerhard, Albert B. Niesser y Ernest J. Burrus.

Tenía interés por conocer este libro de Barrett y en una ocasión en que visité la casa de mi buen amigo Ricardo García Soto, al platicarle de mi interés por esa obra, me dijo, de pronto “yo lo tengo y si quieres te lo presto”. Lo tuve en mi poder varias semanas y pensaba que con eso de que lo prestado es pariente de lo dado, a lo mejor olvidaba que me lo había facilitado. Pero no, en la primera ocasión me recordó lo del préstamo y muy a mi pesar se lo devolví. Y es que libros como ese es muy difícil conseguirlos.

Por eso, ahora que Coronado dio a conocer los principales libros que se han escrito sobre Baja California me haré de un ejemplar dado que es una obra de gran interés bibliográfico. Aunque muchos de esos libros —algunos en español y otros en inglés— no pueda adquirirlos, porque se encuentran fuera del alcance de mi presupuesto. Por ejemplo, el libro “Antigua California” de Harry Crosby, escrito en inglés cuesta 65 dólares lo que significan 1300 pesos mexicanos.

Por otro lado y ante la imposibilidad de adquirir esos libros, se tiene por opción acudir a las bibliotecas públicas, pero estas no tienen en existencia esos ejemplares. Otra opción es preguntarle a los amigos investigadores, pero en caso de tenerlos no los facilitan por aquello de que “lo prestado…”.

En alguna ocasión comenté sobre la necesidad de reabrir la biblioteca de las Californias, un recinto especializado en libros sobre esta parte de nuestro país y que en mala hora un gobernante la clausuró. Decía yo que el acervo se podría enriquecer con donaciones de parte de los historiadores y de instituciones afines. Es cuestión de proponérselo al gobierno del estado a través del Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

No está demás felicitar a la maestra Elizabeth Acosta Mendía, directora del AHPLM por su interés en editar esa clase de libros dedicados a la Baja California, sobre todo ahora que intereses ajenos a nuestra identidad tratan de ignorar la historia  y con ella la palabra California, razón de ser de todos los que vivimos y amamos a esta tierra. Y claro, felicitar también a Eligio Moisés Coronado por este nuevo libro de su autoría.

Octubre 26 de 2018.

viernes, 19 de octubre de 2018

California, a secas

Tengo por costumbre leer por las mañanas la sección de opinión del periódico El Financiero que se edita en la ciudad de México. Ahí escriben periodistas de buen prestigio como Raymundo Riva Palacio, Enrique Quintana, Pablo Iriart y Salvador Camarena. Algunos de sus artículos interesantes los bajo de internet, los imprimo y sirven como fuentes de consulta para mis crónicas.

Nomás que el artículo de Camarena publicado el 17 de este mes no me gustó, entre  cosas porque hace mención de una Baja sur que no existe en la división política de nuestro país. Lo malo es que sus artículos tienen mucha difusión y son leídos por infinidad de personas las que, al igual que yo, se preguntarán dónde queda esa entidad.

Quiero pensar que el señor Camarena es una persona culta y sabe que no existe una Baja sur. O a lo mejor se imaginó que Baja California Sur lo cambiaron por ese otro y es por eso de su mención en el escrito de referencia. De todas formas es una equivocación que no debe repetir, dado que agravia a todos los que vivimos en esta tierra.

Ahora bien. ¿De dónde tomó el periodista los vocablos de Baja sur? La respuesta es fácil, ya que de unos veinte años acá, a raíz de la apertura al turismo internacional, la publicidad de hoteles, comercios e inmobiliarias difunden estos vocablos sin que haya ninguna autoridad que se oponga. Y eso que existe un decreto que lo prohíbe.

Por eso mismo, es común encontrar en las redes sociales o a través de los correos electrónicos los términos Baja sur. Así, por ejemplo, aparece una página llamada kpasapp que difunde una agenda de eventos culturales en español, pero también en inglés, Y se titula así: Eventos Baja Sur. ¿Se imaginan ustedes hasta dónde llega esa desinformación?

Algunos ignorantes dicen que el nombre de nuestro estado es muy largo y por eso se prefiere Baja sur. Más que ignorantes mal intencionados, pues quitan lo que identifica a esta tierra que es la palabra California. Historiadores como Carlos Lazcano, Eligio Moisés Coronado y Domingo Valentín Castro Burgoín, realizan una campaña permanente en defensa de nuestro nombre original, y para evitar confusiones e intereses de muy mala leche, dispersan la idea de que nuestro estado se llame California, a secas.

¿Pero, cómo? dirán, si ya existe una California en Estados Unidos. Y al hacerlo aparece el peine y el por qué lo de Baja sur. Hace muchos años, en 1980 para ser exactos, Francisco Arámburo Salas en su libro Siluetas de Sudcalifornia auguró que los gringos se quedarían con la palabra California y nos dejarían el término Baja. Y parece que para allá vamos si no se pone el remedio a tiempo. Ya ven lo que escribió el periodista Camarena.

Es que, como dice el proverbio, la costumbre se hace ley a base de repetirla. Y los que amamos esta tierra no estamos dispuestos a permitirlo. Antes al contrario, debemos iniciar una campaña de concientización entre los niños, los jóvenes y los adultos, a fin de que se olvide el término Baja y se recupere el de California. Los maestros y las autoridades tienen en sus manos esta responsabilidad.

Personas interesadas en el tema opinan que el nombre de nuestro estado puede ser el de California, Sudcalifornia, Antigua California o California del Sur. Cualesquiera, pero que no desaparezca el vocablo que nos identifica. Y vean ustedes la diferencia cuando expidamos una carta, un oficio u otro documento: Estado de California, México. O bien, Estado de Baja, México. Esto último para alegría de los malinchistas locales.

Vaya pues a lo que me ha obligado a escribir el señor Camarena. Ahora lo menos que puede hacer en desagravio es hablar un mucho sobre el origen de la palabra California. Verá que nos asiste la razón. Y mientras tanto sigo leyendo sus interesantes artículos.

Agosto 19 de 2018.

lunes, 15 de octubre de 2018

Amérigo Vespuccio, el ignorado

El día doce de este mes, como lo señala el dicho popular “pasó sin pena ni gloria” en nuestra ciudad y en otros lugares del estado. A lo mejor es por el paso de tiempo ya que son 526 años transcurridos desde que Cristóbal Colón descubrió el continente americano, en 1492.

Por cierto, un amigo curioso me preguntó de dónde había salido el nombre de América como se le conoce a nuestro continente, porque lo más adecuado es que le hubieran puesto Colombia o algo parecido en honor a su descubridor. Bueno —le respondí— el origen del nombre tiene una historia interesante.

En el año de 1502, un marino italiano, Amérigo Vespuccio, se embarcó en una flota que recorrió la parte sur de las tierras descubiertas por Colón, desde el río de Janeiro hasta la Patagonia argentina. En otro viaje llegó hasta el río de La Plata y ya en 1505, con el navegante Juan de la Cosa, continuó sus exploraciones en la parte sur del continente.

Con esas experiencias, escribió dos cartas a las que tituló “MundusNovus” en las que relata sus recorridos en los cuatro viajes que realizó. No se imaginó que estas misivas se convertirían en dos éxitos literarios que se tradujeron a muchas lenguas, además de que originaron un cambio radical en las ciencias geográficas de esa época.

Vespuccio, dueño de un amplio conocimiento del mundo conocido, insistió en que las tierras descubiertas por Colón no eran parte de Asia, sino una tierra completamente nueva. De esto se valió un grupo de geógrafos y poetas residentes en el monasterio de Saint Dié, en la región de Lorena, Italia, para bautizar al continente recién descubierto como América.

Pero ese bautizo no fue del agrado de muchas personas quienes acusaron a Vespucccio de plagiario y de ladrón. Una de ellas, el obispo Batolomé de las Casas dijo de él que era un envidioso que con malas artes le había robado la gloria a Colón. Pero fue el escritor inglés Ralph Waldo Emerson quién lo recriminó diciendo: “Sorprende que la América grande hubiera de llevar el nombre de un ladrón, Amérigo Vespuccio, vendedor de encurtidos en Sevilla…cuyo más alto rango naval fue el de segundo contramaestre en una expedición que no zarpó nunca, pero que logró ingeniarse en este mundo hecho de mentiras, para suplantar a Colón y bautizar medio planeta con su nombre nada honorable…”.

A Vespucio lo denigraron sin merecerlo. Con la creencia de que Colón descubrió las indias, creían que lo más propio era llamarle las Indias Occidentales, pero Amérigo propuso el de Nuevo Mundo. Que sus admiradores hayan insistido en nombrarlo América, iba más allá de su modestia y de hombre de ciencia.

Pero sus buenas intenciones no fueron escuchadas. A pesar de las rectificaciones históricas de connotados investigadores, todavía en el siglo XVIII no se borraba su mala imagen. Y así, poco a poco fue quedando en el olvido. Aún ahora, en pleno siglo XXI, cuando se habla del descubrimiento de América, sólo se hace mención de Cristóbal Colón y de pasadita de Vespuccio a quien no se ha dado el reconocimiento que merece.

A lo mejor por eso Germán Arciniegas, ensayista e historiador colombiano, ha escrito un libro sobre la vida y época de Amerigo Vespuccio, libro que tituló “América, 500 años de un nombre”. Y dice una verdad: en todas partes está el nombre de Colón—aquí en La Paz existe un Jardín de Niños—pero el de Amérigo está ignorado. Bien haría el ayuntamiento paceño poner su nombre en una de las calles de nuestra ciudad capital.                                            

Octubre 15 de 2018.

jueves, 11 de octubre de 2018

El alcalde del ayuntamiento paceño


Me gusta leer los artículos de la periodista Betty Zanolli que aparecen los domingos en el periódico “El Sudcaliforniano”. El del 7 de este mes se refirió a la reciente constitución de la ciudad de México que incluyó como base de su división territorial y de su organización política y administrativa, la Alcaldía, en vez del municipio, tal como lo señala la constitución de nuestro país.

Haciendo historia, la periodista nos dice que la organización político-administrativa de la antigua Roma era el municipio, integrado por cuatro funcionarios. Con el paso de los siglos aparecerán los ayuntamientos y cabildos, estos últimos integrados por miembros de la comunidad. Así, afirma, ayuntamiento, concejo y cabildo, hundirán sus raíces en una misma fuente nutricia.

Y la referencia viene al caso porque con el nuevo ayuntamiento de La Paz se ha dado en llamar alcalde al presidente municipal que lo preside, en clara violación a lo que establece la constitución política de nuestro estado.

En 1971, cuando se reinstalaron los municipios en nuestra entidad—antes eran delegaciones—la división territorial fue de tres municipios, Mulegé, Comondú y La Paz, con ayuntamientos integrados por un presidente, un síndico y cinco regidores.

Conforme a ese decreto del presidente Luis Echeverría, cuando se promulgó la constitución de nuestro estado en 1975, se estableció en sus artículos 117 al 154 la creación de los municipios, sus funciones y su estructura administrativa. En el 135 especifica que los ayuntamientos se  integrarán por un Presidente, un Síndico, cinco regidores y los suplentes.

Con el paso de los años y con las reformas y adiciones que ha tenido nuestra constitución local, y también con la creación de los municipios de Los Cabos y Loreto, la integración de los ayuntamientos se ha diferenciado. El de La Paz se conforma con un Presidente, un Síndico y ocho  Regidores electos por sufragio universal directo, libre y secreto, mediante el sistema de Mayoría Relativa y  con cinco Regidores por el principio de Representación Proporcional.

En el caso de Loreto, el último de los municipios —1992— el ayuntamiento se integra con un Presidente, un Síndico y seis Regidores. En cambio el de Los Cabos está conformado por un Presidente, un Síndico y once Regidores. Comondú tiene, además del Presidente y el Síndico, nueve Regidores y el de Mulegé cuenta también con nueve Regidores.

Todo lo anterior es para demostrar que el nombre correcto del que preside el ayuntamiento de La Paz es el de Presidente y no Alcalde. En cambio en la ciudad de México, las anteriores delegaciones se convirtieron en demarcaciones territoriales que estarán a cargo de un órgano político administrativo denominado Alcaldía, que están integradas por un alcalde y un Concejo, electos por un periodo de tres años.

Las anteriores delegaciones como Iztapalapa, Álvaro Obregón, Milpa Alta y Xochimilco serán ahora demarcaciones territoriales a cargo de una Alcaldía. Es por eso el extrañamiento de la periodista Zanolli, porque en todos los estados de la república el Municipio es la entidad local básica de su organización territorial. Es, de acuerdo con el artículo 115 constitucional, la base de su organización política y administrativa.

Y cuidado con la costumbre. Algunos medios informativos y políticos que se supone bien enterados, han dado en llamar Alcaldesa a la presidente municipal de Los Cabos y no digamos aquí en La Paz. Y la costumbre puede llegar a tal grado que habrá ocasiones en que, por equivocación, cuando de firmar oficios se trate, se anteponga al nombre del responsable de la comuna paceña, el de “El Alcalde”.

Así que es mejor rectificar el título y llamarlo como debe ser: Presidente del XVI Ayuntamiento de La Paz, Lic. Rubén Gregorio Muñoz Álvarez. Aunque, como sucedió allá por los años veinte del siglo pasado, los concejos creados en lugar de las regidurías ayudaron con mucho a resolver los problemas financieros de los municipios.

Octubre 11 de 2018.