Gracias a mi amigo Luis Rosas,
quien me ha proporcionado material bibliográfico, en los últimos meses he
pasado más tiempo leyendo que escribiendo. Varios de los libros se refieren a
las exploraciones y conquistas del continente descubierto por Cristóbal Colón
en 1492 y los sucesivos hombres que llegaron a esta nueva tierra, entre ellos Alonso
de Ojeda, Vasco Núñez de Balboa, Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Pánfilo de
Narváez y Hernando de Soto.
Todos, además de sus afanes por llegar
a regiones desconocidas y tomar posesión de ellas a nombre de España, llevaban
consigo la ambición de encontrar riquezas en especial el oro, las perlas y
otros metales preciosos. Y para lograrlo cometieron acciones sanguinarias
contra los pueblos originarios, destruyendo sus ciudades y poblados como fue el
caso de México Tenochtitlan y de Cuzco, en el actual país del Perú.
Un libro me llamó mucho la
atención. Es del escritor José Ángel Mañas y lleva por título “Los
conquistadores de lo imposible”. Es un texto de un poco más de 500 páginas y se
refiere a las expediciones de Vasco Núñez de Balboa, Hernán Cortés, Francisco
Pizarro, Pánfilo de Narváez y Hernando de Soto, estos dos últimos en el
descubrimiento de La Florida, en los Estados Unidos.
El texto no es rigurosamente
histórico ya que lo combina con la ficción y pone en bocas de los protagonistas
diálogos que hacen amena su lectura. Es una novela histórica. Este tipo de
obras en general de carácter realista se basan en determinados hechos
históricos y los ficcionaliza, los transforma en material literario. Durante el
siglo XX se escribieron muchos libros de esta naturaleza, algunos de ellos son:
“La guerra del fin del mundo” de Mario Vargas Llosa; “El nombre de la rosa” de
Umberto Eco; Sinhué el egipcio” de Mika Waltari; “La columna de hierro” de
Taylor Caldwell; “La sombra del caudillo” de Martín Luis Guzmán” y “Claudio” de
Robert Graves.
Algunos autores, además de
narrar los hechos, dramatizan las acciones de los personajes, tal como sucede
en el libro de José Ángel Mañas en que, por poner un ejemplo, relata la muerte
de Diego de Almagro a manos de Hernando Pizarro, hermano del conquistador del
Perú, Francisco Pizarro. Después de la batalla de Salinas en la que el ejército
de Almagro fue derrotado, Hernando lo hizo prisionero.
“—Disfrutad de vuestro aposento,
don Diego, y preparaos para enfrentar vuestro destino…
--¡Esperad! ¿Qué queréis decir?
--Pensad en vuestros pecados,
porque mañana mismo comenzará el proceso contra vos por rebelión y traición a
la corona.
--¡Vos no tenéis autoridad para
ello! ¡Debéis enviarme a la ciudad de Los Reyes, ante vuestro hermano! Sólo él,
como representante del emperador tiene poder para juzgarme.
--Ya veremos si la tengo o no la
tengo. Dormid bien don Diego, y haced acopio de fuerzas. La vais a necesitar.
La puerta se cerró con fuerza”.
La sentencia se cumplió y a
Almagro se le ejecutó con garrote y luego se le decapitó. Esa fue la
declaración que hizo Hernando Pizarro ante la Corte de Madrid, en 1548.
Por cierto, en una de las
expediciones al sur del continente, estuvo presente fray Marcos de Niza que
acompañaba a Pedro de Alvarado, gobernador de Guatemala. Este personaje
adquirió celebridad cuando aseguró que en la región inexplorada del noroeste de
la Nueva España existían varias ciudades de alta cultura y abundantes riquezas.
Lo afirmó a su regreso de la expedición ordenada por el virrey Antonio de
Mendoza. Fue en el año de 1539 a raíz de las confesiones de los cuatro
náufragos sobrevivientes de la malograda expedición de Pánfilo de Narváez a la
región de la Florida. En efecto, Álvaro Núñez Cabeza de Vaca, Alonso del
Castillo, Andrés Dorantes y el negro Estebanico habían recorrido todo el sur de
los Estados Unidos, conviviendo con los indios quienes los protegieron
considerándolos curanderos. Cabeza de Vaca contó su hazaña y eso fue el motivo
de que se organizaran dos expediciones en busca de las siete ciudades míticas
de Cíbola y Quivira. Y más, cuando a su regreso fray Marcos de Niza declaró que
unos indios le habían asegurado que más al norte existían tres reinos llamados
Marata, Acús y Totoneac.
Lo cierto fue que nunca
encontraron las famosas ciudades y fue por eso que esa mentira quedó como uno
más de los mitos que se originaron con la conquista del llamado nuevo mundo.
Mitos como el estrecho de Anián, las islas Ricas de oro y Ricas de plata. El
Dorado y las amazonas de la isla California.
Todavía en el año de 1601, el
adelantado Juan de Oñate realizó una expedición en busca del reino perdido de
Quivira. Con un contingente de setenta soldados, 700 caballos, seis carros
tirados por mulas, cuatro piezas de artillería y sirvientes indios, recorre
cerca de mil ochocientos kilómetros en busca de esa región desconocida. Según
el relato de uno de sus acompañantes si llegaron al reino de Quvira, pero no
encontraron riquezas ni ciudades maravillosas. Álver Vázquez es autor de una
novela histórica acerca de este personaje, el último explorador que fue en
busca de una región que los aventureros trataron de descubrir en sus afanes de
riqueza personal y para beneficio territorial de la Nueva España.
Este fue el caso de Hernando de
Soto, compañero de Francisco Pizarro en la conquista del Perú. Volvió a España
con suficientes riquezas para vivir tranquilo en España, pero no conforme con
ello, organizó una expedición para conquistar la región de la Florida después
del fracaso y muerte de Pánfilo de Narváez y sus hombres. De Soto recorrió una
buena parte del sur de los Estados Unidos y descubrió el río Mississipi. Cuando
regresaba a la costa enfermó y murió.
Y no podemos olvidar a los
navegantes posteriores a Hernán Cortés quienes recorrieron los litorales de la
península de California por el lado del océano Pacífico, a partir del año de
1535. Francisco de Ulloa, Juan Hernández Cabrillo, Sebastián Vizcaíno, Juan
Pérez, Francisco de la Bodega y Cuadra, Juan de Fuca y Alejandro Malaspina.
Este último en 1791, recorrió las costas en busca del estrecho de Anían el cual
años antes habían asegurado su existencia tanto por Juan de Fuca como Lorenzo
Ferrer Maldonado.
Malaspina afirmaba que el gran
problema de España en sus dominios en América era haber sido a conquistadora,
en tanto que las otras potencias que llegaron posteriormente se dedicaron a
comerciar y edificar la sociedad. El conquistador—decía—pilla, destruye y pasa;
mientras que los comerciantes y agricultores poseen, mejoran y defienden. Por
supuesto estos pensamientos de Malaspina calaron hondo en los criollos
americanos, un paso hacia la independencia de sus países.