Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

viernes, 20 de marzo de 2020

Las epidemias, muerte y desolación


En uno de los últimos artículos del periodista Héctor de Mauleón menciona el nombre de Francisco Eguía como el transmisor de la viruela negra. Formaba parte de los españoles que acompañaron a Pánfilo de Narváez a su llegada a Veracruz en 1520. Eguía llegó enfermo y al refugiarse en una choza de Cempoallan fue la causa de que días después la epidemia arrasara con la población indígena de ese lugar y llegara en unos meses a México- Tenochtitlan con la consecuente tragedia de muerte y desolación.

El contagio, según Mauleón, comenzó unos días después de la Noche Triste, a mediados de 1520. La mortandad fue tanta que de los 250 mil habitantes de la ciudad, en menos de dos meses acabó con la tercera parte de la población mexica. En el sureste, en la región habitada por los mayas, también llegó la epidemia causando una terrible mortandad.

El historiador Hugh Thomas en su libro “La conquista de México” escribió que “en muchas calles se veían cuerpos… Había tanto hedor como desesperación y el sufrimiento era mayor que cualquiera que hubiesen causado los conquistadores. Por su parte, Fray Bernardino de Sahagún, autor de la “Historia general de las cosas de la Nueva España” dio a conocer los síntomas de esta epidemia. Dijo que se trataba de una enfermedad muy dolorosa. Los enfermos padecían fiebres, dolores de cabeza y luego les aparecían puntos rojos en la piel que después se convertían en pústulas de un hedor insoportable. La muerte era el natural desenlace.

Un códice de esa época, el Telleriano Remensis contiene imágenes de gente moribunda y con el cuerpo inundado de pústulas. La fidelidad de los dibujos dan fe de lo terrible que fue esta enfermedad. El códice confirma lo que varios cronistas de la época escribieron y transcritos después por historiadores modernos.

La epidemia diezmó la población de nuestro país. De 22 millones que tenía, para finales de 1520 sólo quedaban catorce. Y como además de la viruela, otras enfermedades infecciosas como el sarampión, la gripe y la sífilis continuaron afectando a la población, el resultado fue que en el año de 1620 únicamente existían 1.6 millones de indígenas en México.

Pero hubo una región que se mantuvo inmune a la epidemia y fue la península de California. Y eso fue debido a que se desconocía su existencia. Aun así, cuando fue descubierta por Fortún Jiménez en 1533 y después ocupada por Hernán Cortés en 1535 y explorada por varios navegantes, la viruela tardó en aparecer. Según el historiador Ignacio del Río las epidemias como la viruela, el sarampión, la tifoidea y la sífilis llegaron a la península a través de los soldados y marinos, a lo largo del siglo XVIII. Dice que la viruela se presentó en los años de 1709 y 1710 y acabó con los niños y los adultos de las misiones, según referencia del padre Miguel Venegas.

En los años siguientes las enfermedades contagiosas aparecieron en la península causando enorme mortandad y desolación, debido a que los indios no tenían defensas corporales para hacerles frente. A causa de esos males la población disminuyó drásticamente, de tal forma que de los 41,500 habitantes que existían en 1697, año en que llegaron los misioneros jesuitas, para 1768 solamente quedaban 7,149. Así de letales fueron las enfermedades como la viruela.

Ahora que en muchos países sufren con la pandemia del COVID-19, conocido al principio como el coronoavirus, me hizo recordar otra que devastó a la población de Europa en el siglo XIV, fue la llamada peste negra o bubónica cuyos transmisores fueron las ratas. Hasta nosotros han llegado los horrores de esa enfermedad a través de los informes de esa época, pero también por medio de las obras literarias.

En el año de 1353, un escritor italiano, Gioavani Boccaccio escribió la novela “El Decameron” en que hace referencia a esta epidemia. Y con el paso de los años aparecieron otras obras sobre el mismo tema, entre ellas La Peste, de Albert Camus; Los novios, de Alessandro Manzoni y La peste escarlata de Jack London. Según la historia, esta pandemia mató a 200 millones de personas, por lo que es considera la enfermedad más letal que ha sufrido la humanidad.

Desde luego que ha habido otras como la misma viruela, la gripe española, la VIH/sida o la Tercera peste que surgió en China en 1855 y mató a doce millones de personas, sobre todo en la India donde murieron cerca de diez millones. Y respecto a la pandemia actual del coronavirus, los epidemiólogos más reconocidos calculan que se van a contagiar entre el 10 y el 50 por ciento de todos los países. Y recomiendan que para evitar el contagio se debe suprimir el contacto entre personas y asegurando su aislamiento. Ignorar lo anterior y actuar como si nada nos fuera a pasar es una torpeza.

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