En
uno de los últimos artículos del periodista Héctor de Mauleón menciona el
nombre de Francisco Eguía como el transmisor de la viruela negra. Formaba parte
de los españoles que acompañaron a Pánfilo de Narváez a su llegada a Veracruz
en 1520. Eguía llegó enfermo y al refugiarse en una choza de Cempoallan fue la
causa de que días después la epidemia arrasara con la población indígena de ese
lugar y llegara en unos meses a México- Tenochtitlan con la consecuente
tragedia de muerte y desolación.
El
contagio, según Mauleón, comenzó unos días después de la Noche Triste, a
mediados de 1520. La mortandad fue tanta que de los 250 mil habitantes de la
ciudad, en menos de dos meses acabó con la tercera parte de la población
mexica. En el sureste, en la región habitada por los mayas, también llegó la
epidemia causando una terrible mortandad.
El
historiador Hugh Thomas en su libro “La conquista de México” escribió que “en
muchas calles se veían cuerpos… Había tanto hedor como desesperación y el
sufrimiento era mayor que cualquiera que hubiesen causado los conquistadores.
Por su parte, Fray Bernardino de Sahagún, autor de la “Historia general de las
cosas de la Nueva España” dio a conocer los síntomas de esta epidemia. Dijo que
se trataba de una enfermedad muy dolorosa. Los enfermos padecían fiebres,
dolores de cabeza y luego les aparecían puntos rojos en la piel que después se
convertían en pústulas de un hedor insoportable. La muerte era el natural
desenlace.
Un
códice de esa época, el Telleriano Remensis contiene imágenes de gente
moribunda y con el cuerpo inundado de pústulas. La fidelidad de los dibujos dan
fe de lo terrible que fue esta enfermedad. El códice confirma lo que varios
cronistas de la época escribieron y transcritos después por historiadores
modernos.
La
epidemia diezmó la población de nuestro país. De 22 millones que tenía, para
finales de 1520 sólo quedaban catorce. Y como además de la viruela, otras
enfermedades infecciosas como el sarampión, la gripe y la sífilis continuaron
afectando a la población, el resultado fue que en el año de 1620 únicamente
existían 1.6 millones de indígenas en México.
Pero
hubo una región que se mantuvo inmune a la epidemia y fue la península de
California. Y eso fue debido a que se desconocía su existencia. Aun así, cuando
fue descubierta por Fortún Jiménez en 1533 y después ocupada por Hernán Cortés
en 1535 y explorada por varios navegantes, la viruela tardó en aparecer. Según
el historiador Ignacio del Río las epidemias como la viruela, el sarampión, la
tifoidea y la sífilis llegaron a la península a través de los soldados y
marinos, a lo largo del siglo XVIII. Dice que la viruela se presentó en los años
de 1709 y 1710 y acabó con los niños y los adultos de las misiones, según
referencia del padre Miguel Venegas.
En
los años siguientes las enfermedades contagiosas aparecieron en la península
causando enorme mortandad y desolación, debido a que los indios no tenían
defensas corporales para hacerles frente. A causa de esos males la población
disminuyó drásticamente, de tal forma que de los 41,500 habitantes que existían
en 1697, año en que llegaron los misioneros jesuitas, para 1768 solamente
quedaban 7,149. Así de letales fueron las enfermedades como la viruela.
Ahora
que en muchos países sufren con la pandemia del COVID-19, conocido al principio
como el coronoavirus, me hizo recordar otra que devastó a la población de
Europa en el siglo XIV, fue la llamada peste negra o bubónica cuyos
transmisores fueron las ratas. Hasta nosotros han llegado los horrores de esa
enfermedad a través de los informes de esa época, pero también por medio de las
obras literarias.
En
el año de 1353, un escritor italiano, Gioavani Boccaccio escribió la novela “El
Decameron” en que hace referencia a esta epidemia. Y con el paso de los años
aparecieron otras obras sobre el mismo tema, entre ellas La Peste, de Albert Camus; Los
novios, de Alessandro Manzoni y La
peste escarlata de Jack London. Según la historia, esta pandemia mató a 200
millones de personas, por lo que es considera la enfermedad más letal que ha
sufrido la humanidad.
Desde
luego que ha habido otras como la misma viruela, la gripe española, la VIH/sida
o la Tercera peste que surgió en China en 1855 y mató a doce millones de
personas, sobre todo en la India donde murieron cerca de diez millones. Y
respecto a la pandemia actual del coronavirus, los epidemiólogos más
reconocidos calculan que se van a contagiar entre el 10 y el 50 por ciento de
todos los países. Y recomiendan que para evitar el contagio se debe suprimir el
contacto entre personas y asegurando su aislamiento. Ignorar lo anterior y
actuar como si nada nos fuera a pasar es una torpeza.
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