En el año de 1994 adquirí un libro titulado “El pueblo por escrito” de Genevieve Bolleme. Es un texto de 250 páginas con numerosos pies de páginas que hablan de la exhaustiva investigación que realizó la autora.
Hace poco más de
veinte años lo popular está de moda en la literatura, en la lingüística, en el
folclor y en la historia. De esta última Genevieve hace referencia a los
alcances que tiene lo popular en los dominios del poder y de la política.
En el año de 1779,
Denis Diderot en la Enciclopedia escribió: “Se denominan populares a quienes
buscan atraerse la buena voluntad del pueblo. En todos los estados libres,
siempre se ha desconfiado de los hombres populares”. Y refiriéndose al pasado
expresó: “Los tiranos más odiosos que han oprimido a Roma no dejaban de hacerse
populares por las diversiones que procuraban a un pueblo que les perdonaba
todos sus excesos siempre que hubiera pan y circo”.
En el mundo actual
existen muchos mandatarios que utilizan los términos pueblo y popular como
justificación de sus actos de gobierno. El mismo presidente de nuestro país
sostiene su poder en alianza con el pueblo bueno, el pueblo sabio que lo apoya
en las buenas y en las malas. Apoyándose en él toma decisiones contrarias a la
ley y los derechos humanos, con una frase lapidaria: “Que el pueblo decida”.
Lo que no debe
ignorarse es el uso que se hace de las palabras pueblo y popular a sabiendas de
su ambigüedad, pero que son útiles para fines políticos pues se repiten y con
ellas se llevan a cabo movilizaciones, protestas y adhesiones ingenuas, y todo
por acrecentar y conservar el poder.
En Latinoamérica, por
no hablar de países europeos como Alemania e Italia en tiempos de la Segunda
Guerra Mundial, Venezuela, Brasil y Cuba bajo el régimen de Chávez, Lula y
Fidel Castro buscaron atraerse la buena voluntad del pueblo. Por supuesto se
olvidaron que en los estados democráticos siempre se ha desconfiado de los
hombres populares.
Sin embargo la
popularidad llevada al extremo conduce a los populistas a una pasión
desenfrenada buscando a cualquier precio los aplausos del pueblo, o bien de
aquellos que conforman y divulgan la opinión pública.
Es por eso de la
constante comunicación con el “pueblo bueno” como lo llama nuestro presidente,
y que da lugar a sus repetidas visitas a ciudades y pueblos de nuestro país. Y
uno de sus argumentos para lograr ese apoyo es culpar a los anteriores
gobiernos de los atrasos en el desarrollo de México, un tema recurrente en
todas sus apariciones públicas a tal grado que esa constante cantaleta llega a
considerarse verdad.
Al respecto, Luis
Antonio Espino (Letras Libres) dice que las palabras pueden ser como
pequeñísimas dosis de arsénico, nos las vamos tragando sin darnos cuenta, y
parecen no tener ningún efecto, hasta que después de un tiempo la reacción
tóxica aparece. Y remata: “Nadie que diga sentir amor por el pueblo pueda
desear que una parte de la sociedad sea odiada por otra”.
Otro ensayista
apellidado Sade fue más incisivo: “Cuantos nombres célebres existen elevados a
la apoteosis por el pueblo, que luego la historia ha cubierto de un profundo
desprecio. La manía de hacerse popular ha perdido a un gran número de personas
inteligentes y, en diversas épocas, los gobiernos se han lamentado de los
resultados funestos que les han procurado esos hombres que amaban menos el
Estado que su popularidad”.
Así es que no se debe
confiar en el exceso de popularidad y la confianza en el pueblo sabio. No por
nada, pero es bien sabido que éste es celoso, irritable, frívolo y, sobre todo,
inseguro en sus convicciones. Lo comprueban los resultados de la pasada elección
en la que una gran parte de la ciudadanía de la Ciudad de México dio la espalda
a un presidente, quien siempre aseguró que el pueblo estaba de su lado.
La popularidad es un
arma de dos filos: se obtiene con las promesas, pero se pierde cuando no se
cumplen. Es el caso México cuando se prometió acabar con la corrupción y la
delincuencia organizada; cuando ha aumentado la pobreza y la economía está en
su peor momento. Tarde que temprano el pueblo saldrá del engaño y esa
popularidad rodará por los suelos. No falta mucho.
Julio 14 de 2021
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