Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

domingo, 30 de agosto de 2015

El Gral. Porfirio Díaz y la Baja California

Fue en la ciudad de Orizaba, Veracruz, donde hace días el presidente municipal, Juan Manuel Diez Francos, hizo el anuncio de que levantaría una estatua al general Porfirio Díaz con recursos propios, al considerar que fue un gobernante que propició el desarrollo del país. Una estatua de bronce, de cinco metros de altura que se colocará en el cetro de la ciudad.

Con el visto bueno del cabildo —un síndico y seis regidores— y el respaldo de organizaciones civiles y sindicales, entre ellas la CROC, el proyecto tiene todos los indicios de que va a materializarse. Y es que, gracias a su excelente labor al frente del ayuntamiento, la población lo respalda en la mayoría de sus iniciativas. No en balde todo su sueldo lo destina a causas altruistas que son necesarias en un municipio de 121,000 habitantes.

Diez Francos se ha adelantado a un movimiento ciudadano que pretende reivindicar la memoria del general Díaz, pensando incluso que sus restos sean trasladados de la iglesia de Saint Honoré l”Eylau, en París, hasta uno de los panteones de la ciudad de México. Claro, con su correspondiente justificación como héroe de la patria.

Y como son las cosas. Si Manuel Márquez de León —nuestro héroe epónimo— viviera, de seguro volvería a morirse cuando se enterara de esas pretensiones. Y nunca, salvo mejor opinión, permitiría que una estatua o monumento recordara a Díaz en toda la Baja California.

He aquí el porqué: En 1879, el general Márquez de León expidió el Plan Revolucionario de El Triunfo, en el que desconocía al gobierno de Porfirio Díaz e invitaba al pueblo sumarse a su rebelión. En una parte de ese Plan dice: “considerando que el gobierno del general Díaz es una verdadera calamidad para la República; que ese jefe perjuro ha faltado a sus compromisos vulnerando los mismos principios que tantas veces protestara sostener, y que nada se puede esperar ya de quien la honra de la nación y la vida de los ciudadanos no merecen ningún respeto…”.

Como es bien sabido el movimiento de Márquez de León no fue respaldado por otros grupos del interior de la república, por lo que tuvo que emigrar a los Estados Unidos y desde allí continuó con su oposición —a través de artículos periodísticos— al gobierno del general Díaz.

Sobre la vida y la obra del general Manuel Márquez de León—sus restos se encuentran en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres de esta ciudad de La Paz —varios escritores e historiadores se han referido a ellos. En un libro próximo a aparecer —lo va a publicar el Instituto Sudcaliforniano de Cultura titulado “Los Personajes Ilustres de la Rotonda” — de mi autoría, se incluye un texto sobre este personaje.

Otros autores como Sandino Gámez, Eligio Moisés Coronado y Jorge Amao, han escrito artículos analizando la presencia de este héroe sudcaliforniano en el panorama nacional. Y no es para menos: su participación en la defensa de la soberanía nacional durante la intervención norteamericana de 1846-48; el apoyo al presidente Juárez en la Guerra de Reforma; los combates que libró en contra de la intervención francesa en los años de 1862 a 1867, lo hacen merecedor al reconocimiento del pueblo de nuestra entidad.

Como también hay información abundante sobre Porfirio Díaz y su gobierno de más de treinta años. Vituperado por unos y alabado por otros, el viejo dictador llena un período de la historia de México. Y ahora, con el rescoldo que dejaron las cenizas, se vuelve necesario releer esa etapa de nuestro país donde la figura central fue “el llorón de Icamole”.


Agosto 29 de 2015.

martes, 25 de agosto de 2015

Un drama ranchero

El domingo pasado me invitaron a un rancho allá por el lado de El Cajoncito. Se encuentra a escasos 20 kilómetros al Este de La Paz, en las faldas de la sierra de Las Cacachilas. Su dueña, la señora Magdalena (güera) Juárez Galindo, había mandado matar un lechón que fue convertido en sabrosas carnitas y un rico pozole.
—Trajeron la buena suerte— dijo la güera. Porque a eso del mediodía cayó un fuerte aguacero que duró más de media hora. Por supuesto y con motivo de los preparativos para la comida —los leños para el fogón, el corte de la carne— todos nos remojamos un poco, sobre todo Pancho responsable de cuidar el cazo con la carne.
Pero a pesar de la lluvia todos disfrutamos la estancia en ese lugar; claro, los adultos saboreando las ambarinas y los niños correteando por los alrededores. Cuando las carnitas estuvieron a punto comenzó la comilona, acompañada de sopa fresca, guacamole, salsa borracha, frijoles y tortillas de sobra.
Pasaban las cuatro de la tarde. Con el estómago lleno y con alegría que produce la ingestión de varios vasos de cerveza, la plática se generalizó y entre anécdotas propias de los rancheros las horas fueron pasando. Y cuando todo parecía que sería un final feliz, de pronto la dueña del rancho nos invitó para que fuéramos a los corrales a ver una vaca que estaba echada y no podía levantarse. Y lo peor era que estaba a punto de parir.
En efecto, debajo de un pequeño arbusto, estaba una vaca joven con el vientre distendido y una mirada triste. Entre varios hicimos el intento de levantarla, pero fue imposible. Pancho nos explicó que era por falta de calcio lo que debilita sus extremidades. –Si sigue así —comentó— vamos a tener que sacrificarla, aunque muera también la cría.
Como una medida urgente, al día siguiente por la mañana, Pancho viajaría a La Paz para comprar unas ampolletas de calcio a fin de inyectárselas al animal. Era un último recurso para salvarla. Le sugerí que podíamos hablar a la Secretaría de Desarrollo Económico del Gobierno del Estado y ver la posibilidad de que un veterinario de esa dependencia pudiera orientarnos sobre el problema.
En efecto, hoy en la mañana hablé con un funcionario de Desarrollo, le solicité su ayuda y quedaron de avisarme su disponibilidad. Me quedé esperando su llamada. Por fortuna, Pancho contrató los servicios de un veterinario, atendió la vaca, nació vivo el becerrito y la madre parece que está recuperándose.
Y todos felices y contentos. El domingo próximo estaremos por allá para disfrutar de un rico mole de guajolote. Bueno, eso espero. Aunque sea de gallina. Pero queda algo que no nos parece bien. ¿Porqué el gobierno, llámese estatal o municipal, no tiene oficinas que puedan atender los problemas de los ranchos? En cada región ganadera debería haber veterinarios prestos a atender situaciones como la anterior. O de perdida realizar visitas periódicas a esos ranchos dando asesoramiento sobre cómo atender casos como el que hemos venido comentando.
Es sabido que los rancheros de nuestra entidad, salvo raras excepciones, tienen grandes problemas económicos y hacen hasta lo imposible por mantener su ganado. Y allí permanecen por su amor a la tierra. Por eso, cuando hacen gastos imprevistos, como el pago al veterinario o gastos de medicinas, afecta de manera sensible su raquítica economía. Pero así están las cosas, como dijo Chespirito: “Y ahora,¿ quién podrá ayudarme?

Agosto 18 de 2015

lunes, 17 de agosto de 2015

Los frutos de la perseverancia

El que persevera alcanza, dice un refrán. Y este se justifica porque hace unos días recibí por correo exprés un ejemplar de la tesis, que para obtener el título de Licenciado en Historia por la UNAM, presentó el general de brigada Mauricio Ávila Medina.

La tesis versa sobre el fuero militar en España y Nueva España en los siglos XVI al XVIII, un tema de actualidad que tiene que ver con la presencia del ejército y la marina en la lucha contra el narcotráfico y las omisiones a los derechos humanos. En el mes de julio de 2011 la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó que el fuero militar no opera para procesar a soldados responsables de violación a los derechos de la ciudadanía.

El fuero militar que es el derecho de todo militar de ser juzgado por sus propios tribunales, es una ordenanza que se remonta al siglo XVI en España y desde esa época Ávila Medina analiza en detalle su aplicación hasta llegar al siglo XVIII. Pero su investigación no le impide hacer referencia a la situación actual que viven las fuerzas armadas mexicanas las que, por decisión presidencial, se han sumado al combate contra los narcotraficantes.

Pero, ¿quién es el general Mauricio Ávila Medina? En el periodo de gobierno del presidente Felipe Calderón fue el comandante de la 3/a Zona Militar con sede en esta ciudad. Con ese carácter colaboró con las autoridades en actividades sociales y de seguridad pública. Con su don de gentes hizo amistades con diversas personas de la sociedad civil, entre ellas los periodistas Mario Santiago González y Jesús Chávez Jiménez, la escritora Estela Davis y Jesús Murillo Aguilar, su compadre. Desde luego, me dispensó su amistad que ha perdurado a través de los años.

El general tiene una especial predilección por nuestra tierra. Y es que conoció parte de ella cuando con su grado de teniente lo enviaron al centro minero de El Arco y posteriormente al pueblo de San Ignacio. Aprovechó esos años para conocer la región norte de la entidad y adquirir conocimientos sobre su historia, su economía y las características de su población.

Por eso, cuando regresó a La Paz ya con su grado de general brigadier, procuró enterarse de la situación económica, social y política de nuestro estado y para ello se valió de amistades como las anteriores. Compartiendo los desayunos en el comedor de la comandancia, hacíamos remembranzas de lo que había sido y es nuestra entidad, con los altibajos de su desarrollo.

Cuando la Secretaría de la Defensa Nacional lo concentró en la ciudad de México, y considerando que ya tenía la suficiente antigüedad en el ejército, solicitó su baja que le fue concedida por el secretario de la Sedena, el general Guillermo Galván Galván.

Bajo su condición de civil, un día me comunicó por teléfono que tenía pensado ingresar a la UNAM a fin de terminar la licenciatura en Historia. De vez en cuando le preguntaba cómo le iba en sus estudios e invariablemente me respondía:--“Vamos bien, señor profesor Reyes”. Y así hasta ahora en que me hizo llegar su tesis con la dedicatoria.

Y fuera de su carrera militar ya pintaba para otra cosa. En el año de 2012 publicó un libro al que puso por nombre “Programa del general Baldomero Centella y González, candidato a la presidencia de la república, 2012-2018”. Una historia ficción que muestra una forma de gobernar sui generis. Como reducir a treinta y dos los senadores y doscientos los diputados. O de que los secuestradores o asesinos podían ser sentenciados a la pena de muerte por jurados populares.

Al agradecerle el obsequio de su tesis le pregunté: “¿Y ahora la maestría, señor general?

Agosto 13 de 2015.

sábado, 15 de agosto de 2015

El patrimonio de los sudcalifornianos

Ahora con el revuelo causado por el permiso del uso del suelo por parte del ayuntamiento de La Paz, a fin de que una empresa extranjera pueda explotar una mina a cielo abierto en el área protegida de la Sierra de La Laguna, muchas personas y asociaciones no gubernamentales claman a los cuatro vientos que con ello estamos perdiendo gran parte de nuestro patrimonio.

Esas voces se refieren a lo que por derecho pertenece a los habitantes de esta región como son las playas y los terrenos colindantes a ellas. Y de cómo, para poder explotar una mina de esta naturaleza, los inversionistas tuvieron que adueñarse de miles de hectáreas en la zona donde existen ranchos y familias aposentadas ahí hace cientos de años.

Afortunadamente todavía existen autoridades lo suficiente razonables para sopesar el grado de deterioro ambiental que puede ocasionar este tipo de minería, por lo que pensamos que no será autorizada. Además, porque al cabo de varios años de explotación solo dejarán una región yerta y plagada de contaminantes.

Y con referencia al patrimonio—algo que nos pertenece por derecho y por eso debemos defenderlo--, hace unos días leí de nueva cuenta el libro que escribió Arthur W. North en 1907. Lleva por título “The mother of California” y es considerado un libro clásico en la historiografía de la Baja California.

Según él recorrió toda la península a pie y muchas veces en burro con las consiguientes incomodidades y soportando las inclemencias del tiempo. En la portada del libro se lee: Es un esbozo histórico de la poca conocida tierra de Baja California, desde los días de Cortez hasta los tiempos presentes, describiendo las misiones en ella establecidas, las minas que ahí se encuentran y los aspectos materiales, políticos y sociales del territorio.”

El contenido del libro es interesante, sobre todo cuando se refiere a los sucesos económicos y políticos de la segunda mitad del siglo XIX. Fue la época de las grandes concesiones de tierras a inversionistas norteamericanos, sobre todo en la parte norte del país y, en especial, en la Baja California. Concesiones autorizadas por los presidentes Juárez y Díaz, en un afán de llevar prosperidad a esas regiones.

North hace mención también de los continuos intentos de apoderarse de la Baja California bien por compra o por la fuerza. Incluso contando con la buena disposición de algunos presidentes norteamericanos. Narra el caso del filibustero William Walker que se apoderó de La Paz en 1853 apoyado por empresarios gringos.

En los últimos capítulos hace referencia a los recursos naturales de la península y a las minas de California, con especial énfasis en la empresa de El Boleo. Como cosa curiosa, el historiador se dio tiempo para explicar el proceso de la elaboración del mezcal, licor muy apreciado por los rancheros.

Pero yo recordaba que había algo en su libro que no me había gustado y ahora, con eso de la mina a cielo abierto, supe que era. Resulta que en la parte final de su libro, North declara paladinamente, que para lograr el progreso de la Baja California debería venderse a los Estados Unidos. Desde luego, como buen norteamericano y seguidor de la doctrina del Destino Manifiesto, no podía ser de otra manera.

Lo bueno es que a pesar de todos los intentos por apoderarse de nuestra tierra—la pérdida de nuestro patrimonio—han fracasado debido a la oposición férrea de todos lo que, en el pasado y en el presente, con valor civil y patriótico empeño han permanecido como guardianes de lo que es nuestro.

Agosto 10 de 2015.

lunes, 3 de agosto de 2015

Un deseo para cumplirse

Ya han pasado muchos años y el grave problema de los baches de las calles de nuestra ciudad no se ha podido solucionar. Pese al programa de pavimentación aplicado por el actual gobierno estatal, lo cierto es que en esta temporada de lluvias los hoyancos en las calles se multiplican para desesperación de los automovilistas que le sacan la vuelta a uno para caer en otro.

El ayuntamiento de La Paz ha tratado de solucionar el problema por medio de sus brigadas de mantenimiento que recorren las principales calles de nuestra ciudad tapando los baches con asfalto prensado y, las más de las veces, cuando no dan abasto, los rellenan con arena. Pero son medidas provisionales, como quien dice para salir del paso.

Desde luego, en las calles donde se aplicó el programa de pavimentación y que fueron construidas con cemento, han resistido los impactos de las lluvias; pero en cambio en las que utilizaron asfalto los baches están a la orden del día.

En otras, pendientes de pavimentar—como es el caso de un tramo de la calle Reforma—los hoyos forman ya parte de su fisonomía. Y si a esto agregamos las calles donde se ha hecho excavaciones para instalar el drenaje o las redes de agua potable y no se han reparado como es debido, pues ya tenemos un panorama un tanto desolador para los habitantes de La Paz.

Y ante un problema de esta naturaleza que rebasa las diligencias de las autoridades, se necesita la participación de todos los que habitamos en esas calles laceradas, contribuyendo individual o colectivamente para tapar los baches de los respectivos tramos donde tenemos nuestras viviendas.

¿Cómo hacerlo? Dirán algunos. He aquí la propuesta: Mediante un comunicado a la ciudadanía, el ayuntamiento paceño haciendo alusión al daño que causa el deterioro de las calles y, desde luego, que afecta la buena imagen de la ciudad, solicitarle su cooperación de la forma siguiente:

En lugares estratégicos de los tramos dañados y de acuerdo con su gravedad, se dejarán cantidades de asfalto a fin de que las personas lo utilicen para tapar los baches, apisonando el material para fijarlo al pavimento. Es una buena solución al problema.

Ahora bien. Habrá muchas personas que se negarán a participar, aduciendo que es obligación de las autoridades y que por eso pagan sus impuestos. Otras argumentarán que les vale porque no tienen vehículo. Los menos permanecerán indiferentes como el que ve llover y no se moja.

Lo ideal sería que en un día predeterminado por las autoridades y previa publicidad por los medios de comunicación, todos, adultos, jóvenes y niños incluso, salgan simultáneamente a las calles a tapar los baches. Sería una demostración de lo que el pueblo es capaz cuando se trata de un bien común.

En un artículo anterior titulado “Yo tengo un sueño”, hice referencia a la calzada Forjadores de Baja California que no tiene monumentos de ellos. Ahora tengo un deseo que espero se cumpla aunque, claro, todo depende de las autoridades municipales.

Agosto 03 de 2015