Ahora con el revuelo causado por
el permiso del uso del suelo por parte del ayuntamiento de La Paz, a fin de que
una empresa extranjera pueda explotar una mina a cielo abierto en el área
protegida de la Sierra de La Laguna, muchas personas y asociaciones no
gubernamentales claman a los cuatro vientos que con ello estamos perdiendo gran
parte de nuestro patrimonio.
Esas voces se refieren a lo que
por derecho pertenece a los habitantes de esta región como son las playas y los
terrenos colindantes a ellas. Y de cómo, para poder explotar una mina de esta
naturaleza, los inversionistas tuvieron que adueñarse de miles de hectáreas en
la zona donde existen ranchos y familias aposentadas ahí hace cientos de años.
Afortunadamente todavía existen
autoridades lo suficiente razonables para sopesar el grado de deterioro
ambiental que puede ocasionar este tipo de minería, por lo que pensamos que no
será autorizada. Además, porque al cabo de varios años de explotación solo
dejarán una región yerta y plagada de contaminantes.
Y con referencia al
patrimonio—algo que nos pertenece por derecho y por eso debemos defenderlo--,
hace unos días leí de nueva cuenta el libro que escribió Arthur W. North en
1907. Lleva por título “The mother of California” y es considerado un libro
clásico en la historiografía de la Baja California.
Según él recorrió toda la
península a pie y muchas veces en burro con las consiguientes incomodidades y
soportando las inclemencias del tiempo. En la portada del libro se lee: Es un esbozo histórico de la poca conocida
tierra de Baja California, desde los días de Cortez hasta los tiempos
presentes, describiendo las misiones en ella establecidas, las minas que ahí se
encuentran y los aspectos materiales, políticos y sociales del territorio.”
El contenido del libro es
interesante, sobre todo cuando se refiere a los sucesos económicos y políticos
de la segunda mitad del siglo XIX. Fue la época de las grandes concesiones de
tierras a inversionistas norteamericanos, sobre todo en la parte norte del país
y, en especial, en la Baja California. Concesiones autorizadas por los
presidentes Juárez y Díaz, en un afán de llevar prosperidad a esas regiones.
North hace mención también de los
continuos intentos de apoderarse de la Baja California bien por compra o por la
fuerza. Incluso contando con la buena disposición de algunos presidentes
norteamericanos. Narra el caso del filibustero William Walker que se apoderó de
La Paz en 1853 apoyado por empresarios gringos.
En los últimos capítulos hace
referencia a los recursos naturales de la península y a las minas de
California, con especial énfasis en la empresa de El Boleo. Como cosa curiosa,
el historiador se dio tiempo para explicar el proceso de la elaboración del
mezcal, licor muy apreciado por los rancheros.
Pero yo recordaba que había algo
en su libro que no me había gustado y ahora, con eso de la mina a cielo
abierto, supe que era. Resulta que en la parte final de su libro, North declara
paladinamente, que para lograr el progreso de la Baja California debería
venderse a los Estados Unidos. Desde luego, como buen norteamericano y seguidor
de la doctrina del Destino Manifiesto, no podía ser de otra manera.
Lo bueno es que a pesar de todos
los intentos por apoderarse de nuestra tierra—la pérdida de nuestro patrimonio—han
fracasado debido a la oposición férrea de todos lo que, en el pasado y en el
presente, con valor civil y patriótico empeño han permanecido como guardianes
de lo que es nuestro.
Agosto 10 de 2015.
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