Fue en la ciudad de Orizaba,
Veracruz, donde hace días el presidente municipal, Juan Manuel Diez Francos,
hizo el anuncio de que levantaría una estatua al general Porfirio Díaz con
recursos propios, al considerar que fue un gobernante que propició el
desarrollo del país. Una estatua de bronce, de cinco metros de altura que se
colocará en el cetro de la ciudad.
Con el visto bueno del cabildo —un
síndico y seis regidores— y el respaldo de organizaciones civiles y sindicales,
entre ellas la CROC, el proyecto tiene todos los indicios de que va a
materializarse. Y es que, gracias a su excelente labor al frente del
ayuntamiento, la población lo respalda en la mayoría de sus iniciativas. No en
balde todo su sueldo lo destina a causas altruistas que son necesarias en un
municipio de 121,000 habitantes.
Diez Francos se ha adelantado a
un movimiento ciudadano que pretende reivindicar la memoria del general Díaz,
pensando incluso que sus restos sean trasladados de la iglesia de Saint Honoré
l”Eylau, en París, hasta uno de los panteones de la ciudad de México. Claro,
con su correspondiente justificación como héroe de la patria.
Y como son las cosas. Si Manuel
Márquez de León —nuestro héroe epónimo— viviera, de seguro volvería a morirse
cuando se enterara de esas pretensiones. Y nunca, salvo mejor opinión,
permitiría que una estatua o monumento recordara a Díaz en toda la Baja
California.
He
aquí el porqué: En 1879, el general Márquez de León expidió el Plan
Revolucionario de El Triunfo, en el que desconocía al gobierno de Porfirio Díaz
e invitaba al pueblo sumarse a su rebelión. En una parte de ese Plan dice: “considerando que el gobierno del general
Díaz es una verdadera calamidad para la República; que ese jefe perjuro ha
faltado a sus compromisos vulnerando los mismos principios que tantas veces
protestara sostener, y que nada se puede esperar ya de quien la honra de la
nación y la vida de los ciudadanos no merecen ningún respeto…”.
Como es bien sabido el
movimiento de Márquez de León no fue respaldado por otros grupos del interior
de la república, por lo que tuvo que emigrar a los Estados Unidos y desde allí
continuó con su oposición —a través de artículos periodísticos— al gobierno del
general Díaz.
Sobre la vida y la obra del
general Manuel Márquez de León—sus restos se encuentran en la Rotonda de los
Sudcalifornianos Ilustres de esta ciudad de La Paz —varios escritores e
historiadores se han referido a ellos. En un libro próximo a aparecer —lo va a
publicar el Instituto Sudcaliforniano de Cultura titulado “Los Personajes
Ilustres de la Rotonda” — de mi autoría, se incluye un texto sobre este
personaje.
Otros autores como Sandino
Gámez, Eligio Moisés Coronado y Jorge Amao, han escrito artículos analizando la
presencia de este héroe sudcaliforniano en el panorama nacional. Y no es para
menos: su participación en la defensa de la soberanía nacional durante la
intervención norteamericana de 1846-48; el apoyo al presidente Juárez en la
Guerra de Reforma; los combates que libró en contra de la intervención francesa
en los años de 1862 a 1867, lo hacen merecedor al reconocimiento del pueblo de
nuestra entidad.
Como también hay información
abundante sobre Porfirio Díaz y su gobierno de más de treinta años. Vituperado
por unos y alabado por otros, el viejo dictador llena un período de la historia
de México. Y ahora, con el rescoldo que dejaron las cenizas, se vuelve
necesario releer esa etapa de nuestro país donde la figura central fue “el
llorón de Icamole”.
Agosto 29 de 2015.