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Diosa de la muerte entre los
aztecas.
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Una de mis nietas, Samantha
Berenice, estudia en una preparatoria particular, la Juan Pablo II. Ese fue el
motivo por lo que el día 30 del pasado mes de octubre asistí a la exposición de
altares de muerto que los alumnos levantaron y exhibieron en los corredores de
esa institución.
Independientemente del concurso
para premiar a los mejores altares, llamó la atención de que en varios de ellos
las ofrendas fueron para distinguidos sudcalifornianos—mujeres y hombres—que
hicieron de su vida un ejemplo para las presentes y futuras generaciones.
Ahí estaban el poeta Néstor
Agúndez Martínez, el maestro Jesús Castro Agúndez, el general Agustín Olachea
Avilés, doña Dionisia Villarino, el periodista Francisco King Rondero, el
doctor Cirilo Mondragón, el exgobernador Ángel César Mendoza Arámburo y otros
más.
Desde luego, en cada altar hubo
un estudiante que explicó el simbolismo de ellos y expuso parte de la vida y la
obra de esos personajes. Cabe pensar que en sus clases de historia tendrían una
visión más amplia de los motivos por los cuales se les considera ejemplos a
seguir.
En lo particular me dio mucho
gusto que los jóvenes se interesen por los hechos del pasado y de cómo, esas personas
contribuyeron al cambio de las condiciones políticas, sociales y culturales de
Baja California Sur. Cada quien en su ámbito de responsabilidades y de acuerdo
a sus circunstancias, pusieron su granito de arena por esta tierra.
Cuando estaba admirando el altar
de Néstor Agúndez, un estudiante me preguntó si lo había conocido. – Además de
conocerlo—le contesté—fue un estimado amigo a quien siempre le he reconocido
sus grandes méritos como maestro y como poeta. Autor de más de tres mil sonetos
la mayoría dedicados a esta tierra, fue un hombre que dedicó toda su vida a la
educación y la cultura sudcaliforniana.
Algo semejante puedo decir de
los demás. El general Olachea promotor de la agricultura en los valles de Los
Planes y Santo Domingo; Dionisia Villarino y su valerosa participación en la
revolución mexicana; Francisco King defensor de los derechos cívicos de nuestro
pueblo; Cirilo Mondragón por enaltecer la profesión médica y Ángel César
Mendoza Arámburo, un profesional de la política que supo comprender las
necesidades de los sudcalifornianos, sobre todo en el aspecto educativo.
No supe si en otras escuelas del
nivel medio superior o de educación básica exhibieron altares de muerto. Como
parte de la permanencia de las tradiciones mexicanas siempre es recomendable
revivirlas cada año. Y aunque estas llevan en el fondo un mucho de
religiosidad, forman parte de las costumbres mexicanas las cuales, de una u
otra forma, deben permanecer inalterables como sustento de la identidad
nacional.
Además, profundizar en los orígenes
de los altares conlleva la adquisición de conocimientos de la historia antigua
de México, de la cultura azteca y sus simbolismos. Aunque, claro, tienen
también influencia de las creencias religiosas europeas que llegaron a América
a través de los conquistadores y misioneros españoles.
La tradición que si es
auténticamente mexicana es el Día de Muertos. Una tradición que se conserva
hasta la actualidad cada 2 de noviembre. Por eso, en esa fecha los panteones
son visitados por muchas personas que han perdido uno ó más seres queridos. Y
las flores depositadas en sus tumbas conllevan dolor, pero también un lazo de
amor imperecedero.
Noviembre
01 de 2105.
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