Acompañado de mi nieta Marta, su
esposo Carlos y de su hija Romina, el día primero de este mes visité por la
tarde noche los altares de muerto que se exhibían en la explanada del Teatro de
la Ciudad y presencié una parte de las actuaciones artísticas que el Instituto
Sudcaliforniano de Cultura había preparado esa víspera del Día de Muertos.
Ante un numeroso público sentado
y de pie, los grupos de danza folclórica interpretaron los bailables
tradicionales de nuestra tierra y de otras regiones del país. Y ya más tarde se
presentaron las catrinas luciendo sus hermosas vestimentas, maquilladas tal
como la imaginó José Guadalupe Posada, el artista grabador de principios del
siglo pasado.
¿Por qué les llaman catrinas? me
preguntó Romina. ¿Y por qué su cara parece una calavera? En esos momentos no le
pude contestar dado el ambiente que reinaba en el lugar debido a la música que
se escuchaba y la voz de los conductores del festival. Y como después ya no
tuve oportunidad de hacerlo, aproveché este medio escrito para hacerle llegar
mi respuesta.
A fines del siglo XVIII y
principios del XIX (1776-1827) vivió en la ciudad de México un periodista y
escritor llamado José Joaquín Fernández de Lizardi. Escribió dos libros sobre
las costumbres pintorescas de esa época a los que llamó “El periquillo
sarniento” y “El catrín de la fachenda”. De este último se ha dicho que tiene
mucho de su vida.
Le dio el nombre de catrín a un
personaje que siempre estaba muy bien vestido, elegante de pies a cabeza que
surgió en la época del porfiriato. El mismo presidente Díaz daba una imagen de
lo que era el catrín. Usaba un traje a rayas, su imprescindible bastón y en su
cabeza el bombín. Y le llamó de la fachenda por vanidoso y orgulloso.
Por cierto, uno de los juegos
más populares, la lotería, incluye en sus cartas una imagen del catrín el que,
cuando aparece , lo identifican gritando: “aquí viene con garbo y galanura… el
Catrín. Es más, el conjunto musical Café Tacuba tiene una canción dedicada a
este personaje que empieza así: “Caminando por la calle va el Catrín / estampa
de lotería gritada en juego…”.
¿Cómo nació La Catrina? En la
segunda mitad del siglo XIX vivió un artista que se especializó en los grabados
y en las caricaturas, llamado José Guadalupe Posada. Por medio de calaveras y
esqueletos impresos en papel o cartulina y con mensajes, criticó la vida social
de esa época, sus lacras y miserias. Nada se le escapó. Y para burlarse de la
clase acomodada de los tiempos del porfiriato, no halló otra manera que
inventar a la catrina la que, por cierto, le llamó inicialmente “la calavera
garbancera”.
Muchos años después, el gran
pintor mexicano Diego Rivera incluyó a la catrina vestida con elegancia en un
gran mural, misma que es representada el día de muertos. Esa es la catrina que
todos conocemos, la que personificaron más de una treintena de mujeres paceñas,
entre ellas varias niñas, en la pasada conmemoración del Día de Muertos.
Pasan los años pero el interés
por la tradición mexicana no decae, antes al contrario creo que se ha
incrementado. Al menos así lo demostró Romina —iba maquillada con rasgos de
calavera— cuando le pidió a su papá la fotografiara a un lado de las catrinas
que iban llegando al evento cultural. Con ese interés no dudamos que dentro de
algunos años ella sea una de las catrinas más atrayentes que se presenten en
esa ocasión. Y claro para recordar a los que hicieron posible esa tradición:
José Joaquín Fernández de Lizardi y Diego Rivera.
Noviembre 03 de 2016
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