Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

martes, 31 de enero de 2017

Los viejos amigos

El lunes pasado no fue un día cualquiera. No lo fue porque cinco amigos estuvimos compartiendo recuerdos de la época en que fuimos estudiantes de la Escuela Normal Urbana, y después cuando ejercimos el magisterio en diferentes lugares de nuestra entidad.

María Luisa Salcedo Morales, Estela Lizardi Agramont, Dolores Siqueiros, Ricardo Fiol Manríquez y el que escribe, nos reunimos en la casa de Ricardo y durante tres horas nos convertimos, por obra de la ilusión y el pensamiento, en aquel grupo de jóvenes que escogieron una de las carreras profesionales más nobles que existe en nuestra sociedad.

Pudiera pensarse que por nuestra edad —todos pasamos de los ochenta— la reunión resultaría sosa y aburrida. Pero no, todo lo contrario, desde los primeros minutos la alegría contagiosa de María Luisa nos trajo liviandad en el alma y olvidamos los estragos de los años, para cantar melodías del pasado y reír, con risa franca, de las anécdotas de nuestra época de estudiantes.

Ahí recordamos a nuestros maestros como Isabel Macías que nos impartía la cátedra de Técnica de la Enseñanza, de Juan Jiménez con sus lecciones de Lógica, de Manuel Torre Iglesias quien nos impartió los conocimientos literarios y de su hermano José insistiendo en la enseñanza de la Cosmografía.

Y claro, como cosa obligada, recordamos a los compañeros que terminaron con nosotros la carrera de profesor, entre ellos a las hermanas Juana y Pilar Navarro, a María Esther Sánchez, a Josefina Castillo y Viola de mismo apellido y de los hombres a Juan Francisco Angulo, Arturo Salgado y Guadalupe Aguirre Tamayo. La mayoría ya murieron y algunos, como Felipe Lucero, ignoramos su paradero.

A propósito, evitamos hablar de nuestros males, porque sería un cuento de nunca acabar. Y además, lo que se ve no se pregunta: Ricardo en silla de ruedas por un padecimiento crónico de sus rodillas; María Luisa con bastón para guardar el equilibrio; yo, con mi inseparable audífono porque padezco de sordera y las que más o menos están bien son Estela y Lolita.

Pero, en una reunión de amigos ¿quién se acuerda de sus males? Con una copa de vino en la mano y saboreando botanas diversas, además de las platicas amenas que incitaban a la risa y de vez en cuando las carcajadas bien se podía creer que no eran personas ancianas sino más bien jóvenes si no de cuerpo si de corazón.

María Luisa, que se pinta sola para eso de las anécdotas, nos platicó que cuando ella trabajaba como maestra en el pueblo de Loreto, llegó a visitarlo el presidente Miguel Alemán y uno de sus funcionarios al ver el recibimiento que le hicieron, confesó: “yo creía que en esta parte del país sus habitantes todavía usaban zapetas”. Así de desconocida era nuestra tierra.

En fin, la reunión de los viejos amigos resultó mejor de lo que se esperaba. Y más aún, porque Ricardo en su calidad de anfitrión, nos invitó a comer y saborear como postre el tradicional guayabate con queso regional. Esto y la amena conversación hicieron una  tarde inolvidable. Lástima por los demás invitados que no asistieron. De la que se perdieron.

Por cierto María Luisa y Lolita no han perdido su buen timbre de voz. Cuando cantaron la melodía “Desesperanza” revivieron amores pasados: Te llegué a querer mucho/insospechadamente/ni yo mismo me explico/ tal forma de adorar/ Y queriéndote tanto/ te me vas de repente/te me vas sin que pueda/tus besos alcanzar…

Las buenas cosas se añoran. Por eso, cuando haya otra oportunidad, los cinco amigos más otros que se sumen de nuestra generación, habremos de reunirnos y evocar el pasado el que, a juicio de muchos de nosotros, fue el mejor.


31 de enero de 2017.

lunes, 23 de enero de 2017

Los personajes de la historia

“Ningún hombre vive en vano”. Esta sentencia atribuida a Tomás Carlyle viene al caso, porque el estimado amigo Armando Trasviña Taylor me prestó un libro escrito por Enrique Krauze titulado “Caras de la Historia”, en que incluye personajes de la vida nacional, que en los diferentes momentos de su vida se distinguieron realizando acciones positivas a favor de nuestro país.

“Hermana menor de la historia y la novela —dice en el prólogo— la biografía participa de ambas: con método científico, debe apegarse a la verdad comprobable, pero puede y debe volar, con imaginación literaria, para dar vida a los hechos humanos, para recrear su sentido humano…”

Según Krauze cada individuo es un jeroglífico, pero ese jeroglífico que parece indescifrable la biografía puede iluminarlo. Y con esa consideración, recrea las figuras en los mundos de la filosofía, la historia, la educación y las letras. Desfilan por su libro Antonio Caso, Alfonso Reyes, Justo Sierra, José Vasconcelos, Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, Octavio Paz y una veintena más de mexicanos distinguidos.

Y me he referido a este prolífico escritor, porque justifica mi interés por dar a conocer a través de semblanzas biográficas a las mujeres y los hombres bajacalifornianos que han descollado en el desarrollo social de esta parte del país. No sé hasta dónde Krauze se aparte de la llamada historia de las mentalidades, que da más importancia a los hechos en sí que las personas que han intervenido en ellos.

Al respecto, en 1982 adquirí los dos tomos del libro “Genios y Figuras” editado por Selecciones del Readers Digest en los que se incluyen personajes de trascendencia mundial. Lo interesante de su contenido es que sus biografías están descritas al modo como lo hace Krauze, es decir, tratan de comprender el porque de la actuación de ellos en la época que les tocó vivir.

Por ejemplo, cuando hace referencia a Simón Bolívar, empieza así: “Para millones de americanos, más de un siglo y medio después de su muerte, sigue siendo casi un dios. Más que ninguna otra figura de la historia de América del Sur, el Libertador existe en la conciencia de su pueblo como un ser vivo. En los poblados remotos de los Andes, en las selvas más profundas, alrededor de hogueras en las vastas llanuras, los campesinos, las gente sencilla repite sus palabras como si hubieran sido pronunciadas ayer…”.

A semejanza así escribe Enrique Krauze de José Vasconcelos: “No la sombra sino la luz de un caudillo iluminó la primera mitad del siglo XIX y sigue inspirando, a través de mediaciones sutiles, la vida de México. —Es el mexicano mayor del siglo XX— me dijo muchas veces Octavio Paz…

En efecto, Vasconcelos es considerado como el hombre que dio un gran impulso a la educación mexicana en los años de 1920 a 1924. Un empeño y una entrega que aún hoy, después de 97 años, lo toman como un ejemplo a seguir, por los extraordinarios resultados que obtuvo al frente de la Secretaría de Educación Pública.

La semana anterior escribí un artículo en el que hacía referencia a los héroes de Baja California Sur. Y dije que hace falta conocer más su vida y su obra con el fin de afirmar nuestras raíces históricas ahora un tanto olvidadas. Y que al margen de los atractivos turísticos que ofrecemos a los visitantes, es necesario y urgente ofrecer las muestras de nuestro pasado en las figuras de las mujeres y los hombres que han enaltecido a nuestra entidad. Y para el caso, que la calzada Forjadores de Sudcalifornia se engalanara con los monumentos y placas conmemorativas de nuestros héroes.

Y claro, que historiadores y cronistas se avoquen a escribir sus biografías tomando como guía el método seguido por Enrique Krauze. De esta forma serán comprendidas por los niños y los jóvenes y aún los adultos, por la forma amena en que se narrarán los hechos de su vida.

No estaría de más, que el Instituto Sudcaliforniano de Cultura y las instituciones educativas contribuyeran para que esas biografías tuvieran la divulgación necesaria. Ojalá y pronto lo veamos.


Enero 15 de 2107.

Los héroes bajacalifornianos

Ahora que las autoridades del XV ayuntamiento de La Paz están promoviendo que los restos mortales del profesor Néstor Agúndez Martínez sean trasladados a la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres, es bueno recordar a otras figuras que se han distinguido en actos heroicos en bien de nuestra tierra, como es el caso del capitán Manuel Pineda defensor de nuestra soberanía en el año de 1847.

Hace unas semanas Domingo Valentín Castro Burgoin, historiador y escritor liberal, hizo una ejemplar reseña de la batalla librada por Pineda y sus hombres defendiendo el pueblo de Mulegé de las fuerzas invasoras norteamericanas Fue el 2 de abril de 1847.

Con la certeza de que cualquier fecha es buena para recordar a nuestros héroes, Valentín reproduce la información que sobre este hecho relata don Pablo L. Martínez en su libro “Historia de Baja California” que escribió en 1956. En ese texto, aparecen los nombres de los defensores de Mulegé, entre ellos el capitán Matías Flores y los alféreces de la guardia nacional Manuel Castro, Francisco Fierro y Jesús Rodríguez.

Destacada participación tuvo también el padre Vicente Sotomayor, quien con un contingente del pueblo de Comondú defendió con valor esa población. De igual forma el ayuntamiento del municipio respaldó la lucha emprendida contra los norteamericanos. En ese año el ayuntamiento estaba conformado por Domingo Aguiar, Tomás Zúñiga, José Padilla y José María Salgado. Del primer regidor no se menciona su nombre.

Pero Castro Burgoin va más allá del hecho histórico. Aprovecha la patriótica participación del capitán Manuel Pineda para sugerir que sus restos —se encuentran en esta ciudad de La Paz— sean exhumados y llevados a la Rotonda. Pero se lamenta de que no exista una investigación completa sobre la vida y la obra de nuestro héroe.

Al respecto, y en abundancia de su propuesta, debo informarle que aunque no existe información sobre su nacimiento, familia y preparación castrense, si se puede encontrar en diversos textos su arribo a tierras bajacalifornianas y ejercer el mando de los defensores de nuestra soberanía nacional. Y no sólo en Mulegé sino en La Paz, San José del Cabo y Todos Santos.

En 1984, la Universidad Autónoma de Baja California publicó un folleto titulado “Testimonios sobre la invasión norteamericana a Baja California, 1846-1848” y en 1992, la historiadora Ángela Moyano Pahisa escribió un libro al que llamó “La resistencia de las Californias a la invasión norteamericana”. Los dos textos ofrecen una visión clara y completa de esa intervención en nuestra en nuestra entidad.

Además, en ese mismo año de 1992, el pasante en historia de la UABCS, Rubén García Arce, presentó su tesis a la que denominó “La invasión norteamericana a la Baja California”, lo que le valió el título de Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública. Desde luego, existen otros textos que se refieren a lo mismo, entre ellos la Historia General de Baja California Sur, editada por la UABCS en el año de 2002

Así es que, cuando las instituciones públicas o privadas de nuestro estado deseen promover que los restos de Manuel Pineda sean llevados a la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres, la información que se tiene será suficiente para justificar la petición al gobierno quien es el que, junto con el congreso local, el indicado para aceptar dicha solicitud.

Lo mismo se puede decir de Néstor Agúndez Martínez. La información proporcionada por el XV ayuntamiento de La Paz y de otras instituciones como la asociación civil de Escritores Sudcalifornianos. Debe ser suficiente para el Consejo de la Rotonda apruebe que los restos de este distinguido poeta y promotor cultural descansen en el lugar que merece: La Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres.

Enero 11 de 2017

jueves, 12 de enero de 2017

Los héroes y la calzada Forjadores

Bien por la iniciativa de la Asociación de Escritores Sudcalifornianos que encabeza Francisco López Gutiérrez, en el sentido de promover la instalación de monumentos o placas conmemorativas a todo lo largo de la calzada Forjadores de Sudcalifornia, una de las principales de la ciudad de La Paz.

Desde que se construyó, allá por la década de los ochenta del siglo pasado —al menos cuando se le puso ese nombre— la intención fue colocar monumentos o, en su caso, recordar de manera subliminal a las mujeres y los hombres que se distinguieron en la forja de esta tierra bajacaliforniana.

Pero los años han pasado y ni el gobierno estatal ni el municipal han tomado la decisión de hacer realidad esas intenciones, aunque voces autorizadas de la sociedad civil han pugnado porque se cumplan esos propósitos. A la fecha, solamente un busto pequeño del general Félix Ortega Aguilar se levantó al inicio de la calzada. Y de eso hace ya varios años.

Por cierto, en una legislatura pasada, un diputado inició las gestiones para la colocación de monumentos en esa rúa —fue el doctor Martínez Mora- quien solicitó la cooperación de la iniciativa privada entre ella los sindicatos, los clubes de servicio, los colegios de profesionistas y, desde luego, también al gobierno del estado y el municipio de esta ciudad.

Pero su periodo legislativo terminó y hasta ahí quedaron las cosas. Ahora vuelve nuevamente el proyecto y creemos que la intención de la asociación de escritores, además de ser muy loable, contará con la buena disposición de las autoridades culturales y de personas y grupos interesados en perpetuar y divulgar la memoria de los héroes del pasado y de los tiempos presentes.

Alguien me preguntó que si había suficientes héroes en nuestra tierra para cubrir toda la extensión de la calzada Forjadores de Sudcalifornia. Le afirmé la convicción de que se podía seleccionar treinta o cuarenta mujeres y hombres con méritos suficientes, entre ellos los patriotas de la defensa de nuestra soberanía en la guerra contra los Estados Unidos en los años de 1847 y 1848. Por ejemplo Manuel Pineda, Jesús Avilés, Vicente Mejía, José Antonio Mijares, Mauricio Castro y los padres Vicente Sotomayor y Gabriel González.

En la segunda mitad del siglo pasado tenemos a Manuel Márquez de León, Clodomiro Cota, Ildefonso Green y Claudio Zapata. Y en la época de la revolución a Félix Ortega, Martiniano Núñez, Nicolás Tolentino Antuna, Francisco Arballo Macklis, Dionisia Villarino, Manuel F. Montoya, Isidro Angulo Angulo, Pedro Altamirano Espinoza y Hilario Pérez.

Y de la sociedad civil, maestros, escritores, historiadores, doctores, ingenieros. Cómo no rendirles honores a Francisco Cota Moreno, Filemón C. Piñeda y su hijo César, Fortunato Moreno, José Alberto Peláez, Néstor Agúndez, Pablo L. Martínez, Manuel Torre Iglesias, Raúl Carrillo, Enrique VonBorstel y párele de contar.

Lo cierto que hoy es una buena oportunidad para recordar y enaltecer a nuestros héroes. Ahora que nuestra aldea se ve amenazada por la transculturación venida de otros países, pero especialmente de los Estados Unidos. Ahora que es necesario despertar el sentimiento de pertenencia por nuestra tierra, esa que las generaciones pasadas de bajacalifornianos dejaron bajo nuestra custodia y que por ello no debemos que extranjeros disfruten y se apoderen de ellas, con el pretexto del turismo y la globalización.

Estamos prestos para apoyar la iniciativa de los Escritores Sudcalifornianos. No en vano hay en ellos historiadores de gran valía como Gilberto Ibarra Rivera y Eligio Moisés Coronado. Periodistas como Jesús Chávez Jiménez y “Boby” García; escritores como Estela Davis, Raúl Antonio Cota y Armando Trasviña. Todos ellos de prestigio bien ganado, cuyas opiniones deben tener el respaldo que se merecen. 

Enero 2017