“Ningún hombre vive en vano”. Esta sentencia atribuida a
Tomás Carlyle viene al caso, porque el estimado amigo Armando Trasviña Taylor
me prestó un libro escrito por Enrique Krauze titulado “Caras de la Historia”,
en que incluye personajes de la vida nacional, que en los diferentes momentos de
su vida se distinguieron realizando acciones positivas a favor de nuestro país.
“Hermana menor de la historia y la novela —dice en el
prólogo— la biografía participa de ambas: con método científico, debe apegarse
a la verdad comprobable, pero puede y debe volar, con imaginación literaria,
para dar vida a los hechos humanos, para recrear su sentido humano…”
Según Krauze cada individuo es un jeroglífico, pero ese
jeroglífico que parece indescifrable la biografía puede iluminarlo. Y con esa
consideración, recrea las figuras en los mundos de la filosofía, la historia,
la educación y las letras. Desfilan por su libro Antonio Caso, Alfonso Reyes, Justo
Sierra, José Vasconcelos, Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, Octavio Paz y una
veintena más de mexicanos distinguidos.
Y me he referido a este prolífico escritor, porque justifica
mi interés por dar a conocer a través de semblanzas biográficas a las mujeres y
los hombres bajacalifornianos que han descollado en el desarrollo social de
esta parte del país. No sé hasta dó
nde Krauze se aparte
de la llamada historia de las mentalidades, que da más importancia a los hechos
en sí que las personas que han intervenido en ellos.
Al respecto, en 1982 adquirí los dos tomos del libro “Genios
y Figuras” editado por Selecciones del Readers Digest en los que se incluyen
personajes de trascendencia mundial. Lo interesante de su contenido es que sus
biografías están descritas al modo como lo hace Krauze, es decir, tratan de comprender
el porque de la actuación de ellos en la época que les tocó vivir.
Por ejemplo, cuando hace referencia a Simón Bolívar, empieza
así: “Para millones de americanos, más de un siglo y medio después de su
muerte, sigue siendo casi un dios. Más que ninguna otra figura de la historia
de América del Sur, el Libertador existe en la conciencia de su pueblo como un
ser vivo. En los poblados remotos de los Andes, en las selvas más profundas,
alrededor de hogueras en las vastas llanuras, los campesinos, las gente
sencilla repite sus palabras como si hubieran sido pronunciadas ayer…”.
A semejanza así escribe Enrique Krauze de José Vasconcelos:
“No la sombra sino la luz de un caudillo iluminó la primera mitad del siglo XIX
y sigue inspirando, a través de mediaciones sutiles, la vida de México. —Es el
mexicano mayor del siglo XX— me dijo muchas veces Octavio Paz…
En efecto, Vasconcelos es considerado como el hombre que dio
un gran impulso a la educación mexicana en los años de 1920 a 1924. Un empeño y
una entrega que aún hoy, después de 97 años, lo toman como un ejemplo a seguir,
por los extraordinarios resultados que obtuvo al frente de la Secretaría de
Educación Pública.
La semana anterior escribí un artículo en el que hacía
referencia a los héroes de Baja California Sur. Y dije que hace falta conocer
más su vida y su obra con el fin de afirmar nuestras raíces históricas ahora un
tanto olvidadas. Y que al margen de los atractivos turísticos que ofrecemos a
los visitantes, es necesario y urgente ofrecer las muestras de nuestro pasado
en las figuras de las mujeres y los hombres que han enaltecido a nuestra
entidad. Y para el caso, que la calzada Forjadores de Sudcalifornia se
engalanara con los monumentos y placas conmemorativas de nuestros héroes.
Y claro, que historiadores y cronistas se avoquen a escribir
sus biografías tomando como guía el método seguido por Enrique Krauze. De esta
forma serán comprendidas por los niños y los jóvenes y aún los adultos, por la
forma amena en que se narrarán los hechos de su vida.
No estaría de más, que el Instituto Sudcaliforniano de
Cultura y las instituciones educativas contribuyeran para que esas biografías
tuvieran la divulgación necesaria. Ojalá y pronto lo veamos.
Enero 15 de 2107.