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Cihuacóatl
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“The history of La Llorona (the weeping Woman) has many originis, but
one I feel to have great authenticiy is that concerning Marina la Malinche, the
faithful companion of Hernando Cortés. She reportedly died of a broquen heart,
and is a from this sorrowful end that the legend of the weeping woman began.
The history traveled to many parts of the Word, changing with time, and was
eventually told in Nuevo México in the following form”.
Así empieza la
leyenda que Paulette Atencio incluyó en su libro “cuentos de mi niñez” en el
año de 1991 y editado por el Museo de Nuevo México. Según la tradición, la
historia de La Llorona se originó por el año de 1800 en el pueblo de Santa Fe y
relata el matrimonio de María con Gregorio, con el que procrearon dos hijos.
Felices por algunos años, el esposo comenzó a distanciarse de ella hasta que la
abandonó. Desesperada María y en un arrebato de locura culpó a los niños de su
desgracia, los arrastró hasta el río cercano y los arrojó a sus aguas. Al
recobrar la lucidez y al darse cuenta de su horrible acción comenzó a dar
gritos llamando a sus hijos, pero al correr por la orilla del río tropezó y se
golpeó la cabeza con una piedra. Así murió. Al poco tiempo muchas personas del
pueblo escucharon los lamentos de La Llorona.
Por supuesto
existen muchas versiones de La Llorona en varios estados de nuestro país,
incluso en la Ciudad de México donde se dice nació la leyenda en el pueblo de
Texcoco. Guanajuato y Querétaro tienen diferentes versiones de ese fantasma de
mujer. El primero narra la desgracia de una familia de buena posición económica
que tenía una única hija, de incomparable belleza. Un día de tantos no la
hallaron en su alcoba, pero se dieron cuenta que del balcón colgaba una soga
que daba a la calle. Por más que la buscaron no dieron con ella. Pasó el tiempo
y una noche en una de las calles aledañas a un río, apareció una mujer vestida
de blanco que llevaba en sus brazos un niño cubierto de harapos el que deja en
el pórtico de una casa. Entonces, arrepentida de su infame acción exhala gritos
escalofriantes que llena de susto a quienes los escuchan.
Por su parte, la
leyenda de La Llorona en Querétaro cuenta que "tiene una cabellera larga y
oscura, que por la espalda le llega a la cintura, que siempre viste de blanco y
que de espaldas se puede adivinar a una mujer hermosa, pero que si la miras de
frente, detrás de su velo, te puedes topar con el rostro violento de la
muerte".
En Querétaro se habla
de una mujer llamada Rosalía a quien su esposo llevado por los celos la
asesinó, junto con sus hijos pequeños. Y ahora muchos transnochadores aseguran
verla por las calles con su cabellera larga y revuelta emitiendo gritos
desgarradores buscando a sus hijos.
La leyenda refiere
la experiencia de una señora de avanzada edad que tuvo un encuentro con La
Llorona. Platicó ella que no la escuchó lamentarse pero sí de su llanto y tuvo
la sensación de que la estaba observando por detrás. En esos momentos de su
llanto los perros no dejaron de aullar como si presintieran la presencia de un
alma en pena.
En la ciudad de
México la leyenda es un poco parecida a la de Guanajuato, pues narra la
historia de una bella mujer indígena que por celos, venganza y desesperación al
creer que su esposo, de ascendencia española la dejaría por una dama de la alta
sociedad, ahogó a sus tres hijos en un río cercano donde vivía. Después,
arrepentida, se quitó la vida. A partir de esa tragedia su alma vaga por las
calles a media noche, con un lamento desgarrador: ¡Ay, mis hijos!
Estas versiones de
La Llorona se cree que tuvieron su origen en la época prehispánica, más
concretamente referidas a la mitología mexica, en la figura de la diosa
Cihuacóatl, la mujer serpiente. Ella era la protectora de las mujeres
fallecidas y recolectora de las almas. Dice el cronista Fray Bernardino de
Sahagún que estando cautiva, gritaba y aullaba por las noches.
Cuenta la leyenda
que cuatro sacerdotes en una noche de luna llena escucharon de pronto un
alarido lastimoso. Era un alarido sobrecogedor. Un sonido agudo como escapado
de una mujer en agonía. El grito se fue extendiendo hasta llegar al palacio del
emperador Moctezuma.
Los sacerdotes
subieron a lo más alto del templo y pudieron ver una figura blanca, arrastrando
o flotando una cauda de tela vaporosa. El grito y sus ecos se perdieron a lo
lejos, por el rumbo del señorío de Texcocan.
Como bien lo dice
Talía Román Cerón, autora de las leyendas de Querétaro, el mito de La Llorona
ha trascendido con el tiempo, hasta convertirse en una leyenda que provoca a la
vez curiosidad y a la vez miedo, ya que es parte de nuestra riqueza cultural.
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