¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano. (San Lucas, 6:41-42).
Alberto Moravia fue un escritor italiano del siglo pasado. Es autor de novelas como El Conformista y El aburrimiento. Esta última refleja las tensiones íntimas provocadas por el autocomplaciente mundo burgués. Es el retrato de un hombre contemporáneo sin valores, ni sostén. Es una reflexión sobre la dificultad de otorgar un sentido inequívoco a nuestra conducta.
Hago mención de este escritor italiano porque en sus reflexiones políticas expresó que “curiosamente los votantes no se sienten responsables de los fracasos de los gobiernos que ha votado”. Y de ahí nace el eterno dilema de si los gobernantes son el reflejo del pueblo o sí, por el contrario, el pueblo es el reflejo de sus gobernantes.
Por supuesto un gobernante lo es porque una parte mayoritaria del pueblo confió depositando su voto a favor de él, con la esperanza de una mejor forma de vida en lo económico y en lo social. En tal sentido el gobernante debe ser el reflejo de ese pueblo y cumplir con los compromisos contraídos en sus periodos de campaña.
En cambio cuando un pueblo o parte del mismo pretende que sus deseos se reflejen en el gobernante, haciendo caso omiso al poder de las instituciones, entonces se puede dar lugar a la anarquía, en que la violación de las leyes se vuelca en decisiones populares. Es el caso de las consultas apoyadas en lo que pueblo sabio decida
Por razones un tanto arbitrarias, algunos jefes de estado utilizan la llamada democracia directa o participativa a fin de solicitar la opinión sobre asuntos delicados que atañen al buen desempeño de un gobierno, ya sean políticos, económicos o sociales e incluso jurídicos, como las reformas a la constitución.
La consulta del pueblo en casos especiales es necesaria. En el siglo pasado y principios del actual, se han dado casos de consulta como la de 1986, cuando España ingresó a la organización del Tratado del Atlántico Norte. O en 1988 cuando se llevó la consulta al pueblo chileno para decidir la salida o permanencia del dictador Augusto Pinochet. Y también en 1992, cuando los países de Europa tuvieron que aprobar el uso de una moneda común. Por último, en 2016 donde los británicos debían optar por permanecer a la Unión Europea.
Las anteriores fueron consultas de trascendencia histórica, avaladas por las instituciones vigentes en esos países. En cambio ha habido otras carentes de legalidad efectuadas por decisiones autoritarias de gobernantes.
Un caso particular es la consulta verificada el 1º de este mes de agosto en nuestro país, autorizada por la Constitución. Se pidió al pueblo de México decidir si estaban de acuerdo a “emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos”. De antes ya se sabía la intención soterrada de la consulta: llevar a juicio a los expresidentes, como lo externaron en diversas ocasiones las autoridades del gobierno, el partido Morena y los serviles amparados en los medios de comunicación.
A fin de cuentas la consulta no dio los resultados esperados. A lo mejor el pueblo sabio ya abrió los ojos y es por eso del fracaso de la mencionada encuesta. Un fracaso que costó 500 millones de pesos que hubieran podido servir para proteger la salud de los niños de México.
Cuando tratamos de enjuiciar los excesos de gobiernos anteriores—priistas y panistas—olvidamos que también se dan casos parecidos en el gobierno actual. Los actos de corrupción, el nepotismo, la riqueza inexplicable y una pésima administración pública, demuestran que también es necesario juzgar a los responsables de este estado de cosas, pues de lo contrario los caminos equivocados llevarán a nuestro país a la ruina.
Conviene recordar que cuando nos erigimos en jueces de los demás, estamos viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro.
Agosto 04 de 2021.
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