A principios del México independiente, en 1824, se efectuaron por primera vez elecciones a fin de designar al presidente y al vicepresidente. El general Guadalupe Victoria del partido liberal resultó triunfador y por el partido conservador lo fue Nicolás Bravo, los dos por un periodo de 4 años.
Con el paso de los años las elecciones con múltiples imperfecciones dieron lugar a gobiernos liberales o conservadores, algunos de ellos benéficos para el país y otros nefastos que impidieron su progreso. Nombrarlos sería ocioso dado que la historia los ha colocado en el lugar que merecen.
Y ya en pleno siglo XX, después de la dictadura del general Porfirio Díaz, la revolución de 1910 dio origen a elecciones democráticas, con el acceso al poder del Francisco I. Madero. Superada la etapa del golpe de estado de Victoriano Huerta, los procesos electorales continuaron tanto para elegir a los presidentes como a los gobernadores, senadores y diputados.
Lo complejo de las elecciones y en un marco de confiabilidad, obligaron a una reglamentación eficiente avalada por la Constitución. Así fue como nació, en 1990, el Instituto Federal Electoral, un organismo autónomo, mismo que representó una modificación fundamental en el sistema político mexicano y que ha contribuido a la construcción de la democracia mexicana.
Al IFE le tocó organizar las elecciones en las que el Partido Acción Nacional ocupó la presidencia en dos ocasiones – del dos mil al dos mil seis con Vicente Fox y del dos mil seis al dos mil doce con Felipe Calderón— y luego la del PRI en los siguientes seis años —2012-2018— con Enrique Peña Nieto del PRI.
En este periodo de gobierno, en el 2014, el IFE se transformó en el Instituto Nacional Electoral, INE, una institución de carácter nacional, creada para garantizar el ejercicio de los derechos político-electorales de la ciudadanía. El INE es la máxima autoridad del Estado mexicano que se encarga de llevar a cabo las elecciones federales, emite la credencial para votar y realiza actividades como los protocolos de atención al hostigamiento y acoso sexual o laboral, la violencia política contra las mujeres y el derecho a no discriminación por género.
Al INE le tocó llevar a cabo las elecciones del 2018 donde resultó electo a la presidencia Andrés Manuel López Obrador, un gobernante que hoy tiene la pretensión de transformar a esta institución o bien, como dicen algunos comentaristas desparecerlo, tomando como pretexto la suspensión de la encuesta de la revocación de mandato dispuesto por la Constitución.
El INE, como se dice, está en el ojo del huracán y es por eso que los comentarios, las críticas adversas están a la orden del día. Una de esas críticas, la de Beatriz Pagés es lapidaria: “El juicio político en contra de los consejeros del INE —por aplazar el proceso de revocación—forma parte de una campaña brutal del régimen en contra de la autonomía de una institución que estorba a los tiranos por obligarlos a respetar la voluntad de los electores”.
La comentarista prosigue: “Sí. López propuso la revocación para tender una trampa al INE. Ordenó perversamente a los diputados de Morena no darle un solo peso al instituto para obstaculizar su realización y acusarlo de pisotear los derechos democráticos de los ciudadanos”. Y remata: “Los ciudadanos tenemos que acompañar al INE en esta guerra que hoy enfrenta contra un carnicero de la democracia”.
En estos días de fin de año me daré tiempo de leer el libro de Maurice Joly “Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu” recomendado por el periodista Pablo Hiriart. “Es un texto clásico de la literatura política que puede y debe releerse hoy, no para entender el pasado, sino el presente. Su vigencia es asombrosa”.
A mis lectores les deseo lo mejor para el año por llegar.
Diciembre 29 de 2021
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