Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

lunes, 14 de diciembre de 2015

Los oasis y la misión de Santa Gertrudis la Magna

Misión Santa Gertrudis la Magna.
Los oasis en Baja California siempre han sido fuentes de vida. En una región desértica como lo es la península californiana el agua adquiere un valor especial sobre el que gira la supervivencia y el desarrollo de sus habitantes. Por eso, los primeros poblamientos de la península y después durante el establecimiento de las misiones religiosas, los oasis han dado origen a varias poblaciones y muchas rancherías a todo lo largo y ancho de esta región.

Desde la fundación de la Misión de San Bruno en 1683 por el padre jesuita Eusebio Francisco Kino, fueron 17 centros religiosos fundados por esta orden y siempre alrededor de lugares donde existían oasis. Pero encontrarlos fue extremadamente difícil, lo que obligó a los padres jesuitas a efectuar grandes recorridos, por lo regular a cientos de kilómetros, hasta descubrir las fuentes de agua donde establecer sus misiones.

Así fundaron, a partir de 1697, las misiones de Loreto, San Javier, Mulegé, Comondú, La Purísima, San Ignacio, San Luis Gonzaga, La Paz, Todos Santos, Santiago y otras más. Debido a las dificultades económicas y la falta de misioneros, las fundaciones fueron espaciadas de tal manera que necesitaron 70 años, hasta 1767, para lograr sus propósitos evangelizadores.

En los últimos años de su estancia en la península, los padres jesuitas fundaron las misiones de San Francisco de Borja, Santa Gertrudis La Magna y la última Santa María de los Ángeles, en 1776. Estas tres misiones localizadas un poco más allá de los límites del actual estado de Baja California Sur, fueron atendidas en su momento por los padres de la misión de San Ignacio.

La historia de la misión de Santa Gertrudis La Magna es muy interesante. La mayoría de los historiadores, entre ellos Miguel León Portilla y Pablo L. Martínez apoyados en las crónicas del padre jesuita Miguel del Barco, aseguran que la misión fue fundada en 1752 por el padre Jorge Retz. En cambio, Carlos Lazcano dice que en realidad fue el sacerdote Fernando Consag el primero en establecerla en 1737, cuando el padre visitador de los jesuitas de la California, Andrés García, lo comisionó para establecer una nueva misión en la parte norte.

Lazcano aclara que la confusión se debe a que los primeros 14 años, antes de que estuviera en su sitio actual, a esta misión se le apoyaba desde San Ignacio y se le conocía con el nombre de Nuestra Señora de los Dolores. Y aunque Fernando Consag fue el que la cambió a su sitio actual, quien la empezó a atender fue el padre Retz a partir de 1752.

A poco de establecerse en la misión de Santa Gertrudis —narra Carlos Lazcano— el padre Retz dio principio a los trabajos agrícolas que le permitieron a su misión cierta autonomía. Encontró un manantial un poco más amplio y el construyó un canalito para regar la poca tierra de cultivo que se disponía. Pero igual acarreó tierras de otras partes a fin de obtener mejores siembras. Construyó acequias y pilas que le permitieron sembrar y cosechar en poco tiempo. El maíz y el trigo florecieron, junto con frutales como olivos, higos, granadas, uvas y dátiles. Con las uvas, el padre Retz elaboró los primeros vinos del norte peninsular, tradición que se conserva hasta nuestros días.

El padre Retz hizo florecer esta misión, algo notable ya que se encontraba en medio del desierto central de la península, con una de las geografías más hostiles de la península. Cuando el padre Consag entregó la misión al padre Retz, ésta contaba con alrededor de mil indígenas cochimíes bautizados. Para 1762 la población era de 1735 y ya cuando los jesuitas fueron expulsados de California quedaban mil en la misión. Después las epidemias fueron reduciendo la población indígena, hasta que la misión fue abandonada en 1822.

Al abandonarse la misión la custodia quedó en manos de los habitantes del lugar. En la actualidad la atendía el señor Eugenio Ceseña Urías, quien tenía a su cargo organizar los festejos en honor de la virgen, todos los 17 de noviembre de cada año.

Quien desee conocer el oasis y la hermosa y bien conservada misión de Santa Gertrudis la Magna, debe viajar a la población de Vizcaíno y de allí al lugar conocido como El Arco. De esa comunidad se recorren 33 kilómetros a través de tramos arenosos y pedregosos, por lo cual es necesario vehículos de doble tracción. El recorrido de realiza en un tiempo aproximado de una hora con cuarenta minutos. El edificio se localiza en una meseta al pie de una gran sierra; un arroyo corre alrededor de la misma. La vegetación es escasa, con árboles frondosos en el lecho del arroyo. Vale la pena visitarla porque los oasis contribuyeron a la evangelización de los indígenas de Baja California.

Diciembre 14 de 2015.

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