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La playera, prueba del delito. |
Por costumbre, en el día de mi
cumpleaños y en Navidad mis hijos me regalan prendas de vestir, algunas de las
cuales pasa mucho tiempo sin estrenarlas. A mi edad y sin buscar mejorar mi
apariencia, los regalos permanecen en el armario durmiendo al lado de sus
etiquetas.
A veces, esto ha sido motivo de
quejas de mi familia por lo que consideran un desprecio a sus afanes de
agradarme. En ocasión reciente, mi hija Ana María me reprochó porque un traje
que me regaló el año pasado todavía no lo había usado y vaya, ni me acordaba de
que lo tenía en mi guardarropa.
Fue por eso que la semana pasada
me dediqué a buscar los regalos y encontré una playera de manga larga propia
para estos meses de frío. –“Esta si me va a servir” —me dije— y sin pensarlo
mucho la aparté para ponérmela al día siguiente. Como la vi superficialmente no
me di cuenta de las leyendas impresas en ella, cosa común en esta clase de
prendas.
Por la mañana, protegiéndome con
ella, me dirigí a las oficinas del agua potable que se encuentran cerca de la
Escuela Normal Urbana, con la buena y a la vez mala suerte de encontrar a un
estimado amigo quien también andaba en esos menesteres. Después de los saludos
de rigor, se me quedó viendo y no dudó en decirme: --“¿Oye, no eres tú uno de
los que defiende a capa y espada que no se le llame a nuestra tierra Baja Sur?
Me extrañó la pregunta pero lo
contesté afirmativamente. Pero a mi vez le repliqué: --¿a qué viene la
pregunta? Y entonces para mi sorpresa y bochorno me dijo:”Porque traes en tu
playera la propaganda que dice lo contrario”. Cierto, en ese instante me quité
la prenda —traía una camiseta debajo— y en efecto en la parte que da a la
espalda decía Baja Sur, México, con letras grandes y una estampa con una
montaña, un cardón, un coyote y un conejo.
No me lo van a creer, pero volví
a mi casa apresuradamente, llevando la dichosa playera apretujada entre mis
manos. La guardé en lo más profundo del clóset, y ahí permanecerá como recuerdo
de la metida de pata que casi da al traste de mis convicciones. Y es que yo he
sido, junto con otros buenos escritores y periodistas sudcalifornianos,
defensor acérrimo de que no se mutile el nombre de nuestro Estado.
Apenas ayer, Eligio Moisés Coronado,
en sus crónicas sudcalifornianas, insertó el decreto del gobierno del Estado
que prohíbe la utilización del término Baja como sinónimo de Baja California
Sur. Y prescribe multas para todos aquellos que no respeten lo estipulado en
ese documento oficial. Y a como están las cosas, será conveniente un decreto
más en el que se prohíba también el uso de Baja Sur que ya es utilizado por
comercios, revistas, eventos deportivos, publicidad turística y párele de
contar.
¿Se imagina usted cuantas
playeras con ese letrero ofensivo andan exhibiendo los habitantes de La Paz y
otros pueblos de nuestro Estado? O pensar que haya otras prendas u objetos que
venden en los comercios que también ostentan esa leyenda. Como si fuera una
campaña orquestada por personas o grupos que persiguen fines inconfesables, a
la que no son ajenos mexicanos mal nacidos y extranjeros con afanes de dominio
territorial.
Total, me disculpé con el amigo
que me hizo el reproche y le prometí escribir un artículo a manera de crónica
sobre este regalo equivocado y la imprudencia que cometí al exhibirlo. Si lo
lee, ojalá ya no dude de mis convicciones de seguir defendiendo el nombre de
Baja California Sur.
Diciembre
16 de 2015.
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