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Misión de Santa Rosalía de Mulegé.
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La semana pasada, el día 2 para ser exactos, el archivo
Histórico Pablo L. Martínez presentó su reciente publicación de la autoría de
la maestra Elizabeth Acostas Mendía, la doctora María de la Luz Gutiérrez y el
licenciado Leonardo Varela Cabral.
El libro que lleva por título “Pinturas rupestres, misiones
y oasis de la Baja California” es bilingüe, editado en español e inglés e ilustrado
con numerosas fotografías a color y blanco y negro. De gran formato, la edición
fue patrocinada por el Instituto Sudcaliforniano de Cultura, el INAH, y la
propia institución archivística.
El tema de las pinturas rupestres de las sierras de San Francisco
y Guadalupe en la región central de la península siempre ha llamado la
atención, no solamente de investigadores mexicanos sino también de científicos
extranjeros. Pero inexplicablemente permanecieron ignoradas durante mucho
tiempo, aunque ya los misioneros jesuitas habían hablado de ellas, incluso con
la opinión de que las pinturas plasmadas en las cuevas de esas sierras habían
sido grabadas por un grupo primitivo de gran estatura que llegaron a la
península hace doce mil años.
En la presentación del libro se hizo alusión a la temática
desarrollada por los autores y, en el caso de las pinturas, la doctora
Gutiérrez, autora de un ensayo sobre ellas, centró su atención en la influencia del paisaje como elemento mágico que originó
esas muestras de arte pictórico. Los recursos naturales como el agua en los
oasis, los animales del desierto y del mar, incluso los volcanes donde se
proveían de los pigmentos para sus creaciones, formaron parte simbólica de los
grupos indígenas que habitaron, no se sabe si temporalmente, esas agrestes
regiones de la Baja California.
Por su parte, la maestra Acosta Mendía se refirió a las
misiones jesuitas y dominicas que se fundaron a partir de 1697, cuando el padre
Juan María de Salvatierra fundara la misión de Loreto. Como antecedente citó
las primeras expediciones a la península, desde que Hernán Cortés tomara
posesión de la misma en el puerto y
bahía de Santa Cruz, el 3 de mayo de 1535. En el texto aparecen los planos de
algunas misiones y fotografías inéditas de algunas de ellas.
En el capítulo sobre los oasis, Leonardo Varela coincidió
con la doctora Gutiérrez de que el agua fue un elemento vital en la vida de los
grupos primitivos que llegaron a la península, no solamente los que originaron
las pinturas rupestres hace miles de años, sino también en la supervivencia de
los grupos aborígenes que encontraron los españoles a su llegada a esta tierra.
Lo significativo en este caso es que los oasis sirvieron
como referencia para fundar las misiones jesuitas y dominicas a todo lo largo y
lo ancho de esta región de nuestro país. Misiones que pasados los años se
convirtieron en ciudades y pueblos como el propio Loreto, Mulegé, San Ignacio,
La Paz y San José del Cabo.
El libro publicado bajo la responsabilidad del Archivo
Histórico Pablo L. Martínez viene a llenar un vacío en la historiografía de
nuestra península. Aunque hay otros textos que se refieren a las pinturas,
misiones y oasis, muchos de ellos en lengua extranjera, lo cierto es que en
nuestro idioma y con la información relevante sobre estos vestigios culturales,
solamente contábamos con las obras de
Enrique Hambleton, Miguel Mathes y Salvador Hinojoza Olivas.
Cierto, el INAH tiene publicados varios libros interesantes
sobre este patrimonio, pero no han tenido la divulgación necesaria. Es por eso la importancia de la obra que el
Archivo presentó recientemente
Diciembre 04 de 2015.
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