Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

jueves, 7 de enero de 2016

Hernán Cortés en California (I)

El pasado mes de diciembre, el día 2 pero de 1547, murió en Castilleja de la Cuesta, una pequeña comunidad cercana a la ciudad de Sevilla, el llamado conquistador de México, Hernán Cortés. Respetando su última voluntad, sus restos descansan en la capilla anexa del antiguo Hospital de Jesús en la capital de nuestro país.

El nombre de este personaje está ligado con la historia de la Baja California, ya que a él se le atribuye la fundación de nuestra ciudad un 3 de mayo de 1535. Ese día tomó posesión de la tierra recién descubierta y al lugar donde desembarcó le puso por nombre Puerto y Bahía de Santa Cruz. Y así se le siguió llamando hasta que Sebastián Vizcaíno en 1596 lo cambió por el de La Paz.

Desde ese año, La Paz fue un lugar visitado por los exploradores y los que se dedicaban al comercio de perlas. El último que llegó ahí fue el almirante Isidro de Atondo y Antillón quien le llamó Nuestra Señora de Guadalupe, pero el nombre no prosperó.

En 1720, los padres Juan de Ugarte, Jaime Bravo y Clemente Guillén establecieron la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz, quedando como residente el jesuita Bravo. Construyó una pequeña iglesia que con el tiempo desapareció, ignorándose el lugar exacto donde estaba.

Y ya a partir del año de 1821 La Paz comenzó a poblarse con familias permanentes, a tener sus propias autoridades y aprovechar su lugar estratégico para el comercio marítimo. En 1830 se convirtió en la capital del entonces territorio de la Baja California.

Han pasado 480 años desde que Hernán Cortés llegó a nuestra península. Y en las últimas décadas las autoridades organizan los festejos de la fundación de La Paz. Escenifican el desembarco de las fuerzas expedicionarias españolas y el recibimiento que les hicieron los indígenas guaycuras ese tres de mayo, con la reina Calafia al frente.

Son los días en que se menciona el nombre de Hernán Cortés como el personaje principal de ese hecho histórico. Pero pasados los festejos nadie se acuerda de él, como si el recuerdo y el reconocimiento de su obra estuvieran vedados para los sudcalifornianos. Y no debe ser así.

Son muchos los que aseguran, entre ellos Carlos Lazcano, que fue Hernán Cortés quien llevó a cabo el primer intento por colonizar la península estableciendo la comunidad de Santa Cruz, la primera que hubo en las Californias. Y Lazcano aclara que “en casi todas las ciudades del mundo se hace un reconocimiento a sus fundadores y pioneros; sin embargo, en el caso de la ciudad de La Paz esto no parece cumplirse. Ahí no existen calles que lleven el nombre de Cortés, ni monumentos levantados a su memoria, ni siquiera una placa que recuerde sus afanes por establecer aquí una comunidad hispana…”.

En efecto, Cortés tenía la firme intención de crear un establecimiento permanente en Santa Cruz y por eso se hizo acompañar de más de 300 personas, incluyendo 37 mujeres, dos sacerdotes franciscanos, herreros, carpinteros, médicos, cartógrafos, además de indios amigos y esclavos. Junto con los caballos embarcó ganado y aves de corral.

Es de creerse que con estos recursos humanos inició la construcción de un poblado con estancias para él y sus principales lugartenientes, una iglesia para los santos oficios y todo ello rodeado de una cerca para impedir el acoso de los indígenas. Un terreno acondicionado como panteón sirvió para enterrar los restos de los veinte marinos que perdieron la vida en la malograda expedición de Fortín Jiménez.

De todo lo anterior se desprende la conclusión de que Cortés tenía la firme intención de colonizar la tierra recién descubierta y fue por eso de su larga estancia en Santa Cruz. Firme en esa convicción él, junto con su gente, pasaron penalidades, hambre, enfermedades y muerte. Y para completar el drama de la colonización siempre tuvieron la amenaza permanente de los indios guaycuras.


Enero 07 de 2016

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