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Licenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos
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¿Por qué esta calle se llama así? —me preguntó uno de mis
nietos cuando la recorríamos para llegar a la parte sur de la ciudad. Es una
calle de un solo sentido que muchos automovilistas la utilizan como medio
alterno en lugar de la llamada Félix Ortega que siempre tiene mucho tráfico.
Así de pronto, acerté a decirle que había sido una persona
distinguida cuyos restos descansan en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres
en la ciudad de Guadalajara. Afortunadamente no me preguntó quien le había
puesto ese nombre a esa calle de nuestra ciudad, pues no hubiera podido
responderle.
El licenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos fue, de
hecho, un precursor de la independencia de nuestro país, dos años antes que el
padre Miguel Hidalgo se levantara en armas en 1810, en Dolores Hidalgo. Precursor
por sus ideas libertarias y la valentía para expresarlas en una época donde
todavía existía el dominio español.
En el año de 1808, España se vio envuelta en una revolución
del pueblo en contra de un gobierno impuesto por Napoleón, a cuyo frente dejó a
su hermano José Bonaparte llamado despectivamente Pepe Botella. Ya se
imaginarán por qué. Lo cierto es que los franceses aprovecharon la dimisión del
rey Fernando VII al trono de España, para invadir ese país y poner un gobierno
de su conveniencia.
Con el pueblo español en pleno levantamiento, las colonias
americanas, especialmente México —se conocía como Nueva España— aprovecharon la
oportunidad para promover un gobierno propio, contando con la buena disposición
del virrey Iturrigaray, el ayuntamiento de la ciudad y la simpatía de todo el
pueblo, menos los integrantes de la Audiencia, sus tristemente famosos oidores.
Cuando los planes de ese movimiento habían avanzado, el
virrey convocó a una reunión a la que asistieron los integrantes del
ayuntamiento, los inquisidores, el arzobispo y, desde luego, los oidores de la
audiencia. Ahí, en su calidad de síndico, don Francisco Primo de Verdad y
Ramos, pronunció unas palabras proféticas cuando se refirió al derecho de los
pueblos de gobernarse sin sometimientos ajenos.
Fue la primera vez en que se hizo mención de la patria, de
la libertad y de la independencia. Y fue en esa ocasión también cuando Primo de
Verdad firmó su sentencia de muerte al hacer referencia a la soberanía del
pueblo, como fin último de su derecho a gobernarse por sí mismo.
Los más alarmados fueron los oidores ya que serían los
primeros afectados por los cambios que se veían llegar. En efecto, el virrey
Iturrigaray se decidió a integrar una junta y un gobierno provisional y para el
caso expidió circulares a los ayuntamientos para que sus representantes
acudieran a la ciudad de México.
Pero en tanto los oidores intrigaron en tal forma que
reunieron partidarios suyos para hacer prisioneros a los principales jefes del movimiento.
Así, fueron detenidos el virrey, los miembros del ayuntamiento y otros
personajes adheridos a la noble causa. Uno de ellos fue, naturalmente, el
licenciado Primo de Verdad y Ramos.
En la cárcel del arzobispado pasó sus últimos días. La
mañana del 4 de octubre de 1808 se conoció la noticia de que había muerto.
Pronto se corrió la versión de que había sido envenenado. Nunca se supo la
verdad de su muerte, aunque después de muchos años se tuvieron indicios de que
en realidad falleció por ahorcamiento.
Por eso, esa calle que corre de norte a sur de nuestra
ciudad lleva ese nombre en su recuerdo. Como otras más que atraviesan nuestra
capital con los nombres de Miguel Hidalgo, José María Morelos, Ignacio Allende,
Mariano Abasolo, Nicolás Bravo, Hermenegildo Galeana, todos patriotas que
entregaron su vida por hacer de México un país independiente y soberano, tal como
fue el anhelo de Francisco Primo de Verdad y Ramos.
Enero 28 de 2016.
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