El pasado mes de diciembre, el día 2 pero de 1547, murió en
Castilleja de la Cuesta, una pequeña comunidad cercana a la ciudad de Sevilla,
el llamado conquistador de México, Hernán Cortés. Respetando su última
voluntad, sus restos descansan en la capilla anexa del antiguo Hospital de
Jesús en la capital de nuestro país.
El nombre de este personaje está ligado con la historia de
la Baja California, ya que a él se le atribuye la fundación de nuestra ciudad
un 3 de mayo de 1535. Ese día tomó posesión de la tierra recién descubierta y
al lugar donde desembarcó le puso por nombre Puerto y Bahía de Santa Cruz. Y
así se le siguió llamando hasta que Sebastián Vizcaíno en 1596 lo cambió por el
de La Paz.
Desde ese año, La Paz fue un lugar visitado por los
exploradores y los que se dedicaban al comercio de perlas. El último que llegó
ahí fue el almirante Isidro de Atondo y Antillón quien le llamó Nuestra Señora
de Guadalupe, pero el nombre no prosperó.
En 1720, los padres Juan de Ugarte, Jaime Bravo y Clemente
Guillén establecieron la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz, quedando
como residente el jesuita Bravo. Construyó una pequeña iglesia que con el
tiempo desapareció, ignorándose el lugar exacto donde estaba.
Y ya a partir del año de 1821 La Paz comenzó a poblarse con
familias permanentes, a tener sus propias autoridades y aprovechar su lugar
estratégico para el comercio marítimo. En 1830 se convirtió en la capital del
entonces territorio de la Baja California.
Han pasado 480 años desde que Hernán Cortés llegó a nuestra
península. Y en las últimas décadas las autoridades organizan los festejos de
la fundación de La Paz. Escenifican el desembarco de las fuerzas
expedicionarias españolas y el recibimiento que les hicieron los indígenas
guaycuras ese tres de mayo, con la reina Calafia al frente.
Son los días en que se menciona el nombre de Hernán Cortés
como el personaje principal de ese hecho histórico. Pero pasados los festejos
nadie se acuerda de él, como si el recuerdo y el reconocimiento de su obra
estuvieran vedados para los sudcalifornianos. Y no debe ser así.
Son muchos los que aseguran, entre ellos Carlos Lazcano, que
fue Hernán Cortés quien llevó a cabo el primer intento por colonizar la
península estableciendo la comunidad de Santa Cruz, la primera que hubo en las
Californias. Y Lazcano aclara que “en casi todas las ciudades del mundo se hace
un reconocimiento a sus fundadores y pioneros; sin embargo, en el caso de la
ciudad de La Paz esto no parece cumplirse. Ahí no existen calles que lleven el
nombre de Cortés, ni monumentos levantados a su memoria, ni siquiera una placa
que recuerde sus afanes por establecer aquí una comunidad hispana…”.
En efecto, Cortés tenía la firme intención de crear un
establecimiento permanente en Santa Cruz y por eso se hizo acompañar de más de
300 personas, incluyendo 37 mujeres, dos sacerdotes franciscanos, herreros,
carpinteros, médicos, cartógrafos, además de indios amigos y esclavos. Junto
con los caballos embarcó ganado y aves de corral.
Es de creerse que con estos recursos humanos inició la
construcción de un poblado con estancias para él y sus principales
lugartenientes, una iglesia para los santos oficios y todo ello rodeado de una
cerca para impedir el acoso de los indígenas. Un terreno acondicionado como
panteón sirvió para enterrar los restos de los veinte marinos que perdieron la
vida en la malograda expedición de Fortín Jiménez.
De todo lo anterior se desprende la conclusión de que Cortés
tenía la firme intención de colonizar la tierra recién descubierta y fue por
eso de su larga estancia en Santa Cruz. Firme en esa convicción él, junto con
su gente, pasaron penalidades, hambre, enfermedades y muerte. Y para completar
el drama de la colonización siempre tuvieron la amenaza permanente de los
indios guaycuras.
Enero 07 de 2016
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