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Hernán Cortés, fundador de la ciudad de La Paz.
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Cortés permaneció un poco más de un año en Santa Cruz, de
mayo de 1535 a junio de 1536. Fue mucho tiempo para un hombre que trató de
encontrar algo más en esta tierra árida y desconocida. Dicen los historiadores
que contra su costumbre, no dejó nada escrito sobre sus experiencias en ese
remoto lugar de la Nueva España.
No lo hizo porque no hubo nada trascendente que fuera de
interés para las autoridades virreinales, aunque después, por informes de aquí
y de allá, se fueron conociendo pormenores de su estancia en la península.
Se sabe que organizó al menos cuatro expediciones por tierra
para conocer la parte sur y la región al norte a la altura de Bahía Magdalena.
Y en la última, al mando del capitán Juan de Jasso, se conservan las
instrucciones que escribió Cortés para
el caso de encontrarse con grupos indígenas, yacimientos de metales y sitios
susceptibles para establecer nuevos poblamientos, además de la flora y la fauna
de la región.
Es notable la
actitud de Cortés respecto al trato con los indígenas. A pesar de que siempre
los tuvieron como enemigos, incluso causantes de la muerte de varios soldados,
ordenó a Jasso que los tratara con consideración, evitando las confrontaciones
armadas y el respeto a sus formas de vida.
La expedición de Juan de Jasso salió de Santa Cruz en el mes
de julio de 1535. Lo acompañaron soldados de a pie como de caballo. Con él iba
Francisco de Ulloa quien después tuvo un papel relevante como navegante.
Después de 80 días de recorrido regresaron a Santa Cruz. Salvo por su travesía
por la costa de la Mar del Sur, Jasso no encontró nada importante que informar.
No se sabe si a partir de ese mes de julio organizó otras
expediciones. Lo que sí es cierto fue la mortandad que originó la estancia en
Santa Cruz debido más que nada a la falta de comida y los constantes ataques de
los indígenas. Y esto se supo por las declaraciones de un grupo de soldados que
regresaron enfermos a la costa de Sinaloa y fueron aprehendidos por Nuño de
Guzmán, el eterno enemigo de Cortés.
En un documento llamado Provanza
esos soldados dieron testimonios de cómo fue la vida en Santa Cruz. Por ellos
se sabe que la expedición desde un principio estuvo condenada al fracaso, ya
que la falta de provisiones fue constante, por lo que tuvieron que mantenerse
con las hierbas del campo y animalillos del monte. Después, cuando el hambre
causó la muerte de muchos de ellos, aprovecharon la carne de los caballos y el
ganado que habían llevado consigo. Y no podían alejarse mucho del poblado por
temor a las flechas de los indios. Aún así, varios murieron por esta causa.
Lo cierto es que la expedición de Cortés a California fue un
rotundo fracaso. Cuando al fin, ante la insistencia del virrey Antonio de
Mendoza volvió a la capital de la Nueva España, tuvo que aceptar lo difícil que
fue sobrevivir en esa inhóspita región. Aunque terco como era, sin perder la
esperanza sobre lo promisorio de esa tierra, dejó parte del contingente en
Santa Cruz los que, después de varios meses, tuvieron que regresar a la
contracosta.
Aún así no cejó en su empeño. En 1539 organizó una nueva
expedición ahora al mando de Francisco de Ulloa, quien recorrió y puso nombres
a las islas y bahías que descubrió en el interior del Mar de Cortés y en las
costas de la Mar del sur, hasta los límites de la isla de Cedros.
Fue durante esa expedición que comenzó a llamarse a la
tierra descubierta como California y la certidumbre de que era península y no
isla. Dice Carlos Lazcano que Ulloa es uno de los personajes más importantes de
la historia del noroeste de México. Que gracias a él se completó el
reconocimiento de las costas de Sonora y de casi todas de la península,
incorporándolas así al dominio de España.
Hay más que decir sobre Cortés y su permanencia en Santa
Cruz. Pero lo anotado es quizá suficiente para normar el criterio de los
sudcalifornianos, a fin de otorgarle el reconocimiento que merece al fundador
de nuestra ciudad.
Enero 11 de 2016.
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