Bueno, en realidad son varias
las calles truncas que existen en la ciudad de La Paz, sobre todo en los
fraccionamientos del sur, donde los desarrolladores para ahorrar espacios,
limitaron las calles construyendo conglomerados de casas habitación.
Por lo que respecta al centro de
la ciudad son varias las calles en estas condiciones, aunque algunas de ellas
justificadas por la topografía del terreno donde se comenzó a fundar nuestra
capital. Ahí están las calles Agustín Arriola que termina en el entronque con
la Zaragoza; la Carlos M. Esquerro que finaliza en la 16 de septiembre; la
Zaragoza de escasos 300 metros limitada por las calles Ocampo y la 16 de Septiembre.
Y los callejones más que calles conocidas como José Antonio Mijares y 21 de
agosto de 1944.
Existen tres calles trazadas ya
en un nuevo plano de la ciudad que elaboró en 1861 y que recibieron los nombres
de Antonio Rosales, Independencia y Reforma, que por una u otra razón quedaron
truncadas. La primera, la que por cierto decían que se llamaba así por en
tiempos antiguos frente a las casas había muchos rosales, cuando se construyó
el nuevo palacio de gobierno la interrumpió, aunque más adelante siguió su ruta
hasta llegar a la calzada Margarita Maza de Juárez más conocida como Alta
Tensión.
La segunda, Independencia,
también corrió semejante suerte, pues cuando se levantó el edificio de la
escuela técnica industrial sobre la calle Isabel la Católica, quedó trunca.
Pero al igual que la Rosales después del edificio continuó sin otra
interrupción. En cuanto a la calle
Reforma, de hecho comienza en la Revolución de 1910, aunque para muchos
habitantes de La Paz es una calle truncada ya que no llega hasta la orilla de
la playa.
La calle Reforma es una hermosa
calle pero eso sí con mala suerte. Pese a su nombre que tiene un gran
significado porque recrea una parte importante de la historia de nuestro país,
hace años las autoridades se han olvidado de su mantenimiento,
Cuando hace dos años se inició
el programa de pavimentación de las calles de nuestra ciudad se creyó que una
de las primeras en atenderse iba a ser la Reforma dado el pésimo estado en que
se encuentra. Sin embargo no fue así y hoy la calle está llena de hoyancos como
sí, dijo un vecino criticón, fueran cráteres de la luna. Y los automovilistas
le sacan la vuelta a un hoyo y caen en otro.
Y también tiene mala suerte,
porque cuando escribí el libro Calles y
Monumentos de la ciudad de La Paz en el año de 2001, me olvidé de ella, de
su historia y de las familias que antaño la habitaron y las que hoy residen en
esa rúa. Familias como la de Félix Ortega Aguilar, Alfonso González Isáis, el
periodista Rogelio Olachea, Arturo González y su taller de electrónica, César
Avilés, Severiano Delgado y su botica,
José González, Jesusita Lizardi, Salvador (Chavalito) Ibarra, Martín Avilés
Avilés, padre de mi buen amigo del mismo nombre, del escritor Guillermo
Arrambídez Arellano y de Miguel Miranda.
Cada una de estas familias
conforman la historia colectiva de La Paz de Antaño, como bien lo dijera
Rogelio Olachea. Son recuerdos de una ciudad apacible, amigable, donde los
problemas de la inseguridad y el trasiego de drogas eran desconocidos. Con
carencias, pero amoldables a ellas, esas familias vivieron en paz y armonía
durante muchos años, y muchas de ellas fueron testigos de los cambios sociales
y políticos que fueron teniendo lugar en nuestra ciudad.
Por eso, los vecinos de la calle
Reforma merecen que las autoridades atiendan su reclamo de tener una calle, su
calle, en mejores condiciones que las actuales.
Julio 01 de 2015.
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