Gi Vinoch es un doctor en Ciencias
que está estudiando un posdoctorado en el Cibnor. Desde una ciudad del sur de
la India ha venido a La Paz porque se enteró que aquí existía una institución
de excelencia en el ramo de la biotecnología. Pronto lo conocí y juntos hemos
recorrido los lugares más interesantes de nuestra ciudad capital.
Al pasar por la calzada
Forjadores de Baja California me preguntó donde estaban colocados los monumentos
de las mujeres y los hombres distinguidos de nuestra tierra. Con un poco de
pena le aclaré que no había ninguno, salvo un pequeño busto del general Félix
Ortega Aguilar, de la revolución mexicana.
Se extraño, desde luego, y me
platicó que en su país se guarda un permanente recuerdo de los hombres que
lograron su independencia, como Gandhi, Nehru y otros más. No le pregunté si
había calles o avenidas con los hombres de sus héroes. Pienso que sí.
En cuanto a la falta de
monumentos de la calzada Forjadores, en años pasados, el doctor Francisco
Martínez Mora como diputado del Congreso local emitió una convocatoria para que
las instituciones oficiales y privadas donaran los monumentos, incluso proponía
los materiales para ellos, con un costo moderado. Tentativamente se había
pensado en los bustos de los personajes ilustres que están en la Rotonda —Gral.
Manuel Márquez de León, maestra Rosaura Zapata Cano, Gral. Agustín Olachea
Avilés, los educadores Jesús Castro Agúndez y Domingo Carballo Félix, Ildefonso
Green y el historiador Pablo L. Martínez.
Pero como la calzada es extensa
se pensó en otros más como el poeta Filemón C. Piñeda, Mauricio Castro, los
sacerdotes jesuitas Juan María de Salvatierra y Juan de Ugarte, el exgobernador
Agustín Arriola, los doctores Francisco Cardoza Carballo, Raúl Carrillo y
Enrique VonBorstel. Incluso los que ha muerto recientemente como el ingeniero
Félix Agramont Cota y el Lic. Ángel César Mendoza Arámburo, protagonistas de la
conversión de nuestra entidad a un estado más de nuestro país.
En el mes de agosto de 1963, el
pastor norteamericano Martín Luther King, con motivo de la defensa de los
derechos civiles en ese país, pronunció un memorable discurso frente al
monumento de Abraham Lincoln en la ciudad de Washington, conocido como “l have
a dream” (Yo tengo un sueño). Al paso de los años ese sueño se le cumplió
cuando las leyes de los Estados Unidos establecieron los derechos civiles para
la población negra y con ellos la integración a la sociedad de ese país.
Desde entonces esa frase es
sinónimo de esperanza, de lucha permanente contra las injusticias y los
olvidos; de hacer realidad las ilusiones de un pueblo que trata a toda costa
mantener su identidad, libre de las acechanzas de un poder global que trata de
absorber todo, hasta las conciencias.
A lo mejor a las presentes
generaciones de niños y jóvenes no les cause mayor interés la presencia de
monumentos en la calzada Forjadores. Pero, a lo mejor, muchos de ellos se
preguntarán que tan importantes fueron esos personajes, y eso justificará el
hecho de haber colocado sus imágenes en esa rúa.
Tocará a las instituciones
culturales difundir por los medios adecuados la vida y la obra de cada uno de
ellos. Pero corresponderá a los maestros en sus clases de historia y civismo,
abundar ese conocimiento por medio de su diaria enseñanza.
Julio
23 de 2015.
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