Hace una semana, un funcionario
del gobierno federal declaró que en la península de la Baja California y en el
Golfo existía petróleo y que se tenía como una reserva para el futuro. Al menos
así lo demuestran los trabajos que llevaron a cabo las brigadas de PEMEX allá
por los cincuenta del siglo pasado.
En el valle de Santo Domingo, en
la zona de La Purísima y a la altura de Las Pocitas
estuvieron varios meses realizando exploraciones bajo tierra y los pozos que
perforaron los clausuraron con materiales de fierro y cemento. Todavía se
pueden observar, aunque algunos quedaron en propiedades privadas. También se
efectuaron muestras en el Golfo de California, por la zona de la isla de
Cerralvo.
Los jefes de las brigadas nunca
dieron explicaciones sobre los resultados de esos trabajos. Levantaron sus
campamentos y de seguro los informes los rindieron a la gerencia de Petróleos
Mexicanos, en la capital de la república.
Resulta extraño que sea ahora
cuando se divulgue la existencia de petróleo en Baja California. Aunque con eso
de la reforma energética que da oportunidad para que empresas extranjeras
participen en la explotación del oro negro, no sería casual el querer convertir
esta región en un gran campo petrolero con la intervención de compañías
petroleras norteamericanas y europeas.
La idea en sí puede ser benéfica
para el desarrollo del estado, dada la gran estructura económica y social que
significaría esa industria. Pero, por otro lado, entrañaría un serio peligro al
conceder la entrada del capital extranjero y los numerosos equipos humanos que
emigrarían a nuestra península. Y eso sin contar el enorme interés que siempre se
ha tenido para adueñarse de esta región de nuestro país.
Según el anuncio, la explotación
de este valioso recurso, si se autoriza, tendrá que someterse a los
lineamientos de las áreas naturales protegidas, como son los casos del propio
Golfo de California y las que se crearán en la región norte de nuestro estado.
Aunque, al modo viejo, les valdrá lo que el viento a Juárez, aduciendo que es
por el bien de la nación.
Por sí o por no, es aconsejable
que los habitantes de nuestro estado y del vecino del norte adquieran amplia
información de cómo se la mascan las compañías transnacionales en eso de
apoderarse de las riquezas de nuestro país. Harán bien en leer el libro de
Francisco Martín Moreno “México Negro” que narra la historia de los orígenes de
la explotación petrolera en los estados de Veracruz y Tamaulipas.
En el año de 1995, el maestro
Ángel J. Hermida Ruiz, me obsequió un libro titulado “La batalla por el
petróleo en Veracruz” que no tiene desperdicio. Dice en él que las compañías
que se establecieron crearon muy serias dificultades a nuestros gobiernos y
explotaron sin medida a nuestra riqueza y a los trabajadores mexicanos, al
grado de que un presidente de la república, Plutarco Elías Calles, lamentó que
México hubiera tenido petróleo. Fue por
eso también que el poeta Ramón López Velarde, en su hermoso poema “Suave
Patria” expresara: “El niño Dios te escrituró un establo/ y los veneros del
petróleo, el diablo.”
Y por coincidencia, la semana
pasada Sandino Vázquez, de la coordinación de Fomento Editorial del Instituto
Sudcaliforniano de Cultura, me regaló el libro “El cronista” de José Ángel
Riquer; y cuando lo empecé a leer me di cuenta que su contenido se refiere al
comienzo de la explotación petrolera en la zona rural de Las Choapas, en el
estado de Veracruz.
Así es que debemos tener mucho
cuidado con eso del petróleo. Sin ánimos de poner en tela de juicio la reforma
energética, creo saludable que se piense en las opciones que ofrece nuestro
estado para continuar con su desarrollo como son el turismo, su
industrialización y la pesca.
Abril
20 de 2016
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