Mi invitaron oportunamente, pero
no me fue posible asistir a la presentación del libro “Los últimos californios” del investigador
norteamericano Harry Crosby. Fue el
viernes pasado, en el Archivo Pablo L. Martínez y los presentadores fueron la
doctora María de la Luz Gutiérrez, Enrique Hambleton Von Borstel y Eligio
Moisés Coronado.
El libro es una reedición hecha
por el AHPLM, ya que la primera se hizo en el año de 1992 por parte del
gobierno del estado cuando era cronista del mismo Eligio Moisés. El libro
original en inglés lo publicó Crosby en 1981 y gracias a la gentileza de este
autor fue posible la traducción al español por Enrique Hambleton.
El texto, como su nombre lo
indica, se refiere a los habitantes de los ranchos serranos descendientes de los
antiguos pobladores de la época de las misioneros jesuitas los que, cuando
éstos fueron expulsados de la península en 1768, les fue concedida en propiedad
diversas extensiones de tierras en las que formaron sitios de explotación
ganadera a todo lo largo y ancho de la península.
A ellos se refiere Crosby. Y
aprovecha las páginas del libro para hablar de las formas de vida de los
rancheros californios, de sus costumbres, vestimenta, alimentación y de cómo,
con ingenio y esfuerzo, lograron aprovechar los manantiales de las sierras para
el sustento familiar y de sus ganados.
El autor toma como ejemplo a una
familia de un rancho de la sierra de San Francisco y describe las tareas
cotidianas de don Loreto Arce, viejo poblador de esa región. Apoya sus descripciones
con fotografías inéditas de las labores de mujeres y hombres y panorámicas de
la cadena montañosa de esa región
central de la Baja California.
Independientemente de la
importancia de esta obra—debemos agradecer a la maestra Elizabeth Acosta Mendía
su publicación—debe considerársele como un parteaguas que dio pauta para que
otros escritores e historiadores locales escribieran sobre el tema. Creo que
los libros que se originaron al respecto complementan lo escrito por Crosby.
Pero ya en 1952, Francisco
Javier Carballo Lucero había escrito un artículo sobre los rancheros diciendo,
entre otros conceptos: “El símbolo verdadero, vital, de los sudcalifornianos,
no es el escudo que tiene una concha perla en el centro y alrededor unos fríos
pescaditos. Es la efigie bravía y serena al mismo tiempo del ranchero sin
palabras. Altiva, que llega a los pueblos en un amanecer y parte cuando al
frente ya se han pintado mil crepúsculos en dos minutos de atardecer…”
También, antes del libro de
Crosby, Aurelio Martínez Balboa escribió en el año de 1981 “La ganadería en
Baja California Sur”, en el que hace una apología de los rancheros. Es una obra
interesante aunque es difícil de encontrar. Y en el 2010, la doctora en
historia Martha Micheline Cariño le dedicó cuarenta páginas al origen y
establecimiento de la sociedad ranchera, en su libro “Historia de las
relaciones hombre naturaleza en Baja California Sur”.
En ese mismo año apareció mi
libro “Un viaje por la cultura sudcaliforniana” en el que me refiero a la vida
de los ranchos y sus habitantes, de sus costumbres y sus características del
habla. Y no puedo dejar de mencionar el libro “El campeador de la California”
de Simón Óscar Mendoza Salgado (2010) una obra excelente con ilustraciones a
todo color, donde describe con detalles la vida cotidiana de los rancheros, de
su vestimenta y de las faenas y labores propias del vaquero. Por su interesante
contenido es un libro de cabecera.
Desde luego, existen otros
libros que hablan sobre el tema, como el de
Emilio Arce y su “El corral viejo” y el de Guillermo Arrambidez Arellano
titulado “Un romance”. Como se verá existe mucha información sobre los ranchos
sudcalifornianos y aunque, como dice Crosby cada día son menos, no por eso
debemos olvidarlos antes al contrario, magnificar su presencia en el devenir de
Baja California equivale a reconocer las raíces de nuestro pueblo y con ello
mantener viva e irrenunciable la identidad sudcaliforniana.
Julio 09 de 2017.