El
pasado domingo viajé con mi esposa y dos de mis hijos al cercano pueblo de San
Bartolo, lugar que se encuentra a escasa una hora de la ciudad de La Paz, por
la carretera de la costa del golfo de California. Fue con motivo de una
invitación para saborear un delicioso menudo acompañado de tortillas de harina
y café de talega.
Un
buen amigo de mi hijo que vive en ese lugar —se conocieron en pesca y en la
venadeada— junto con su esposa nos atendieron como saben hacerlo los buenos
sudcalifornianos. Después del desayuno visitamos el “Ojo de agua”, un manantial
que sale de unas rocas y después las cisternas en los que se reproducen los peces
de agua dulce llamados “tilapias”.
Tenía
interés en conocer esta industria acuícola y los motivos por los cuales se
instaló en ese poblado, pero como era domingo no encontré a los responsables,
únicamente una joven encargada de alimentar a los peces. Eso sí, recorrimos los
cuatro tanques de almacenamiento de agua observando los peces pequeños hasta
los adultos.
--¿Podemos
comprar unas telapias?, le preguntó mi hijo. Ante la respuesta afirmativa de la
encargada y utilizando una tarraya se capturaron cuatro de ellas que dieron el
peso de un kilogramo. Pagamos el precio de 60 pesos y las pusimos
inmediatamente en hielo. Al día siguiente, al mediodía, mediante una receta de
cocina adecuada, las saboreamos. Son deliciosas.
Yo
tenía la creencia de que la carne de los peces de agua dulce era desabrida y de
mal sabor, pero me equivoqué, al menos en el caso de las tilapias. Por cierto,
me enteré de que en San Bartolo un restaurante prepara platillos especiales de
este pescado.
Pero,
me quedó la duda. ¿Realmente será negocio el cultivo de tilapias en un pueblo
como San Bartolo? Los viajeros que pasan por el poblado, generalmente se
detienen para comprar frutas, mermeladas y ates de guayaba. Y creo que la
mayoría ignoran la existencia de una industria de peces, por lo que ni siquiera
visitan las instalaciones. Al menos que la producción ya tenga un mercado
seguro en las ciudades como San José del Cabo, Cabo San Lucas y La Paz.
Al
paso que vamos la pesca ribereña desaparecerá dado que muchos pescadores están
utilizando sus embarcaciones para servicios turísticos, tal como ha sucedido en
la parte sur del estado. Y ante la falta de ese producto del mar quizá la
solución sea la producción artificial de peces como la tilapia, habida cuenta
que puede venderse a un precio accesible para las clases populares. Con la
ventaja de que esa industria puede establecerse en varias localidades, como es
el caso de San Bartolo.
A
propósito del nombre de esa comunidad quise saber el origen del nombre San
Bartolo. Lo busqué en internet pero no aparece, no así el nombre de San
Bartolomé quien fue un sacerdote que murió en la India defendiendo su religión.
Dice la historia que fue uno de los doce apóstoles de Cristo y que fue
martirizado por orden de un rajá que ordenó fuera desollado.
San
Bartolomé es el protector de los curtidores de pieles, los que fabrican o usan
el cuero, guantes, abrigos, cinturones, botas y. como no, de las famosas
“cueras” del ranchero bajacaliforniano. También es el santo de las modistas y a
todos los que se dedican a ese industria del vestido.
Por
coincidencia, la fiesta tradicional de San Bartolo es el mes de agosto y en el
calendario cristiano la celebración de San Bartolomé es el 24 del mismo mes. Así
es que, agradeciéndole las atenciones de nuestros anfitriones Luis Antonio
Pérez y su esposa Aurora Ruiz por ese domingo tan agradable, hemos de volver el
próximo mes de agosto durante las fiestas tradicionales de ese hermoso lugar.
Julio
25 de 2017.
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