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Compañeros de escuela. El primero de la
izquierda es el general retirado Florentino Rodríguez Cota. |
Ayer saludé al
general piloto aviador Florentino Rodríguez Cota, un compañero de estudios en
la escuela primaria Ignacio Allende, hoy Miguel Hidalgo, de esta ciudad de La
Paz. Cursamos el sexto año junto con otros veintitantos alumnos, entre ellos
Ricardo Fiol Manríquez, Norberto Flores, Isidro Jordán Carlón, Arturo Salgado,
todos ellos vivitos y coleando hasta la fecha.
Después de la
secundaria en la escuela Morelos, lo enviaron a la ciudad de Guadalajara donde
se inscribió en la Escuela Militar de Aviación en Zapopan, Jalisco. Cuando
terminó la carrera en menos tiempo de lo previsto, recibió el grado de teniente
y a partir de ese año estuvo al servicio del gobierno escalando en jerarquía
hasta obtener el grado de general. Cuando se jubiló siguió trabajando en la
iniciativa privada en diversas compañías de aviación.
En una comida a la
que nos invitó, estuvieron presentes María Luisa Salcedo, María Elena González,
Ricardo y yo. Fue una reunión de los recuerdos cuando estuvimos en la
secundaria. De los maestros como el de música, Luis Peláez Manríquez, quien
hizo famosa la frase “Cantas o seis”. Y es que nos pasaba al frente del salón y
nos pedía que entonáramos la escala musical y ya sea por lo desafinado o por
temor a la burla de los demás, lo cierto es que no lo hacíamos y era por eso lo
del seis.
“Yo —recordó Tino,
así lo tratamos— en todas las materias
tuve diez pero en música puros seises” Para su consuelo nosotros también. Las
consentidas del maestro Peláez – cantaban muy bien— eran María Luisa y María Esther
Sánchez Domínguez.
En la ciudad de
México Florentino se casó con la señora Delfina Gómez y procrearon cuatro
hijas, María de Lourdes, Violeta, Verónica y Rocío, todas profesionistas, pero
esta última es piloto y trabaja en el medio oriente. Con sus hijas, sus nietos
y bisnietos transcurre la vida de este amigo de estudios, allá por la década
del cuarenta del siglo pasado, cuando su padre el profesor Luis Rodríguez
Chávez era el director de la escuela Allende.
En la comida
recordamos cuando formados frente a la entrada de la escuela el director nos
preguntaba con la voz recia que tenía: “Los que trabajan…. y esperaba que
nosotros contestáramos al unísono: “¡que coman!; y finalizaba: “y el que no” y
gritábamos: ¡que se muera de hambre! Con ese entusiasmo como que nos daban más
ganas de estudiar.
Al papá de Tino lo
volvimos a tratar cuando fue inspector de la zona escolar que abarcaba todo el
Valle de Santo Domingo, cuando se abrió a la agricultura esa región en el año
de 1950. A pesar de su edad —tenía 50 años— recorría todas las colonias de
campesinos recién establecidas, para supervisar las escuelas que se iban
fundando. Los viejos colonos aún recuerdan al maestro por sus empeños en llevar
la educación a la niñez de esos grupos de mujeres y hombres que llegaron al
valle buscando mejores niveles de vida.
Qué bueno que el
general Rodríguez Cota se vuelva a reencontrar con sus amigos de la época de
estudiantes. En los recuerdos del pasado se encuentran las raíces de un
presente reflejado en los descendientes —hijos, nietos, bisnietos— y las
conductas heredadas que son normas de vida y ejemplos a seguir por todo lo que
tienen un compromiso familiar, como el del matrimonio que conforman Florentino
y su esposa Delfina.
Por lo demás, debemos
felicitarnos por tener la oportunidad de saludar a un viejo amigo —todos
pasamos de los ochenta— y pasar unas amenas horas entre bromas y risas
rememorando aquellos tiempos de estudiantes que, no cabe duda, renuevan con
nuevos bríos la alegría de vivir.
Julio
04 de 2017.
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