Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

viernes, 29 de marzo de 2019

La invasión de los apellidos

Estela Davis Garayzar
No sé si usted se habrá dado cuenta de los nombres de los periodistas y divulgadores de noticias de ADN 40 de Televisión Azteca, de la ciudad de México. Aunque no son los más, se distinguen por llevar apellidos extranjeros aunque, por descendencia son nacidos en nuestro país, con todo lo que significa la idiosincrasia propia de su comportamiento social o personal.

Uno de ellos, Hannia Novel, es la conductora principal de noticias y la acompañan Hernan Hochstrassen, Alejandro Broft, Luciana Vainer y Cinthya Francesconi. En el espacio de Todo Personal acompaña al periodista Fernández, Viviana Belsalsso. Como se verá son apellidos de origen europeo, aunque ignoramos el apellido materno el que seguramente tiene origen español, es decir, son descendientes de madres mexicanas.

En la Ciudad de México existen algunos barrios habitados por franceses, chinos, japoneses, coreanos y libaneses. Y diseminados por la ciudad familias de alemanes, italianos, ingleses y de otras naciones, lo que originan los apellidos extranjeros a que hacemos referencia. Además, también son comunes los que proceden de países latinoamericanos como Chile, Argentina, Colombia y Cuba, entre otros los que, en su mayoría son de descendencia española.

A propósito de familias españolas, durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas llegaron como refugiados a nuestro país entre 20 mil y 25 mil personas, entre ellas intelectuales, militares, obreros, hombres de empresa, quienes venían huyendo de la Guerra Civil española y de la dictadura del general Francisco Franco el que, en 1936, se opuso con las armas al gobierno republicano de ese país, estableciendo un régimen fascista.

Por cierto, en mi época de estudiante de secundaria, me dieron clases cuatro de esos intelectuales. En el Instituto Técnico Industrial de Agua Caliente, de Tijuana, Laureano Sánchez Gallego quien fue rector de la Universidad de la ciudad de Murcia y Alfonso Vidal y Planas, un poeta y escritor notable de España. Y durante mis estudios en la Escuela Normal Urbana de esta ciudad de La Paz, el licenciado Manuel Torre Iglesias y su hermano el doctor José del mismo apellido.

Y en eso de los apellidos extranjeros Baja California Sur no va a la zaga, pues existen en la actualidad muchos descendientes de personas que llegaron a estas tierras, entre ellos aventureros, marinos, trabajadores de minas y comerciantes. Algunos apellidos como Davis, Collins, Green, Taylor y Fisher son comunes en toda la entidad e incluso en otras partes de la república y los Estados Unidos. Muchas personas que llevan ese distintivo han sido y son políticos, revolucionarios, escritores, maestros, grandes comerciantes, deportistas y luchadores sociales.

Solo por mencionar algunos recordamos a Estela Davis y Armando Trasviña Taylor, escritores; Luis Yee Zumaya, Humberto Fong Márquez, León Cota Collins, maestros; Antonio Wilson González, Manuel Macklis Fisher, Jorge Miguel Cota Katzentein y Yuan Yee Cunningham, políticos; Isidoro Scholnik, Salomón Tuchman y Antonio Ruffo, comerciantes; Ricardo Canett y Emilio Mendoza Mouet, deportistas; Lucía Trasviña Waldernat de Fisher, luchadora social.

Corre la anécdota de que un funcionario de la Ciudad de México, al enterarse de las autoridades del gobierno municipal en ese tiempo a cargo de Maklis Fisher, preguntó: “Oigan, ¿qué su estado ya pertenece a los Estados Unidos? También otra cuando se hacía un homenaje a don Benito Juárez en la Escuela Normal Superior de Tepic, Nayarit y fueron los hermanos Collins a quienes les correspondió izar la bandera nacional, los alumnos presentes les comenzaron a gritar: “¡Fuera esos gringos, aquí somos mexicanos!”. Y es que, además de tener apellido extranjero los dos se distinguían por ser güeros, altos y pecosos.

Allá por los años cincuenta, el centro de nuestra ciudad tenía varios comercios cuyos dueños tenían nombres extranjeros. La Palma, La Ciudad de Viena, La Perla de La Paz, La Fama, eran tiendas que surtían a la población de ese entonces. Años después, aprovechando la zona libre se establecieron comercios atendidos por familias chinas en los que se vendían artículos de ese país y también de Estados Unidos e incluso de Europa.

Desde luego, todas estas personas llegadas de otros países emparentaron con gente nativa y hoy son sudacalifornianas de hecho y por derecho. Muchas familias a través de generaciones han conservado esos apellidos, mientras que otras solo les queda el recuerdo de sus antiguos ancestros que llevaban apellidos extranjeros.

martes, 26 de marzo de 2019

Agustín de Iturbide y la Güera Rodríguez

La Güera Rodríguez
En el año de 1884 el agrimensor Guillermo Benton, apoderado de los herederos de Agustín de
Iturbide, quien fuera emperador de México en los años de 1822 y 1823, reclamó las propiedades que les pertenecían en la península de la Baja California que sumaban la “modesta” extensión de 200 sitios de ganado mayor equivalente a 231 mil hectáreas localizadas en los municipios de La Paz y San Antonio y en la región de la Magdalena lo que hoy es el Valle de Santo Domingo, las islas Cerralvo, San José, San Marcos, Ángel de la Guarda, Cedros y parte de la frontera con los Estados Unidos.

Los herederos de Iturbide se apoyaban en un decreto emitido en el mes de marzo de 1852 sobre terrenos baldíos y los títulos a su favor que fueron reconocidos por el gobierno en el año de 1860. Desde luego, cuando la solicitud llegó a manos del Jefe Político en busca de autorización para la mensura y deslinde de los terrenos, este de inmediato consultó el caso al gobierno de la República respecto a la validez de la solicitud, a la vez que protestaba por el despojo que se pretendía hacer en perjuicio de los legítimos dueños que eran los rancheros sudcalifornianos. Afortunadamente el Ministerio de Fomento atendió de inmediato el problema justificando el derecho de los habitantes de la península de poseer esos terrenos y, como es común en estos casos, le dio largas al asunto hasta quedar olvidado. De todas maneras ese reclamo de tierras nos revela hasta dónde la Baja California ha sido codiciada por propios y extraños.

Agustín de Iturbide es un personaje de la historia de México porque junto con Vicente Guerrero dieron culminación a la independencia de México, el 27 de septiembre de 1821, después de once de años de luchas en las que murieron muchos mexicanos, entre ellos los caudillos Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, José María Morelos y Francisco Javier Mina. Refieren las crónicas que ese día en que entró el ejército trigarante a la ciudad de México encabezadas por Iturbide, fueron desviadas a propósito por una calle lateral a fin de que una hermosa dama pudiera presenciar el desfile en tanto le arrojaba flores al orgulloso libertador.

La dama en cuestión no era otra que María Ignacia Rodríguez de Velasco, mejor conocida en esa época como “la Güera Rodríguez”, una mujer que en aquel tiempo figurara como principal gala y ornato de la alta sociedad, provocando admiración y escándalos en los más encumbrados salones de la aristocracia de ese entonces.

Como bien lo narra don Arturo del Valle- Arizpe, doña María Ignacia era muy popular y prodigaba simpatía y belleza. La capital estaba llena de su presencia y no había en la ciudad quien no la admirase. Era el centro de todas las miradas y todos los deseos. Cuentan que en una ocasión un fulano feísimo, tuerto y con una horrible cicatriz en el rostro, se enamoró perdidamente de la “Güera” y por eso le pidió al diablo que se la consiguiera a cambio de su alma. A lo que Luzbel le contestó: “Oye tú, no me ofrezcas tu alma que ya es mía por tantos pecados que tienes. Y en cuanto a la Güera Rodríguez para mí la quisiera, tuerto desgraciado”.

Y es que la dama en cuestión, asediada por su belleza, no era indiferente a los acosos masculinos tanto, que en tuvo fama por los numerosos amoríos que tuvo en su vida. El libertador Simón Bolívar cuando visitó México no fue inmune a sus encantos, así como el barón de Humboldt quien llegó a nuestro país en 1803. Se dice que también tuvo relaciones íntimas con algunos prelados de la iglesia y que se valió de sus encantos para que los virreyes la protegieran y le concedieran favores.

Pero por lo demás fue una mujer que respaldó los intentos independentistas de los mexicanos, con riesgo de ser acusada ante la Inquisición. Ella tuvo la oportunidad de conocer a don Miguel Hidalgo y siempre se tuvo la creencia de que ayudaba económicamente a ese movimiento libertario. Mujer valiente y altiva, pregonaba su entusiasmo por los hombres que luchaba por liberarse del dominio de España y no fueron pocas las veces que lo hizo en la corte virreinal.

María Ignacia Rodríguez de Velasco fue una figura relevante en los años finales del virreinato en el que ella matizó con su belleza esa época de la historia de México. Pero, además, está considerada como una de las mujeres que puso a disposición de la causa de la independencia parte de sus bienes y eficaz promotora de los ideales insurgentes, al lado de Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra, Mariana Rodríguez del Toro, Carmen Camacho, Luisa Martínez y otras más.

De la familia de Agustín de Iturbide hay mucho que decir, como el hijo que dieron en adopción a Maximiliano y Carlota, para educarlo como futuro emperador de México… pero esa es otra historia.


jueves, 21 de marzo de 2019

Un encuentro con la Policía Federal

Lic. Gustavo Díaz Ordaz
En los años de 1962 a 1965 en que fui secretario general de la Tercera Sección del SNTE me tocó
viajar varias veces a la Ciudad de México para realizar gestiones ante el Comité Ejecutivo Nacional, y también para asistir a reuniones sindicales en algunos lugares de la república, como fue el caso de la asamblea efectuada en Cozumel, Quintana Roo.

Cuando en ese mismo periodo ocupé el cargo de secretario general de la CNOP en la entidad, también hice algunas visitas a la capital acompañando a los directivos del PRI en ese entonces dirigido por don Luis Barajas Álvarez, Francisco Manríquez, Ricardo Flores Sánchez, Regino Castillo Avilés y Enrique Castillo León. Con ellos estuve presente en la toma de protesta del licenciado Gustavo Díaz Ordaz como candidato de ese partido a la presidencia de la república.

Como es natural durante mi estancia en la ciudad de México conocí a varios dirigentes de los maestros en las entidades del país, pero el más conocido fue Francisco Canett Meza, de la sección estatal de Baja California, dado que habíamos sido compañeros de la generación que egresó de la Escuela Normal Urbana de la ciudad de La Paz, en 1950. Él, al igual que Eusebio Manríquez, J. Guadalupe Aguirre Tamayo y Viola Castillo, también de la misma generación, encontraron trabajo en el estado norte, invitados por el entonces gobernador Braulio Maldonado Sandez.

En cada ocasión en que visitaba la ciudad de Tijuana hacía contacto con Pancho con el que recordaba nuestros años como estudiantes de la Escuela Normal, de los maestros unos buenos y otros excelentes y claro, de los suertudos que se conchabaron novias para invitarlas al cine Juárez que estaba cerca de la escuela. Creo que Canett nunca tuvo una pues era un poco cimarrón oriundo del pueblo de San Ignacio. Y de mí ni pensarlo, ya que tenía un complejo de estudiante pobre que para que les cuento.

Cuando fue representante de los maestros tuvo una vida muy activa y no solamente en el terreno de las luchas sindicales sino también en los amorosos, a tal grado que tuvo que divorciarse de su esposa. En la última visita que le hice vivía solo en un departamento en las Playas de Tijuana ejerciendo su cargo como inspector de escuelas secundarias.

Tenía por costumbre, cada año en los meses de vacaciones de julio y agosto, visitar su pueblo y llegar a saludarme hasta esta ciudad de La Paz. En el último de sus viajes su automóvil se volcó y murió a causa de sus graves heridas. Su cuerpo fue trasladado a Tijuana donde quedó sepultado. En honor a sus méritos como maestro distinguido, la escuela secundaria No. 4 lleva su nombre.

En el primer año de su gestión sindical (1965-1968) y el último del mío coincidimos en la Ciudad de México con motivo de la toma de posesión del licenciado Gustavo Díaz Ordaz como presidente de nuestro país, relevando en el cargo al también licenciado Adolfo López Mateos. El comité ejecutivo del SNTE nos hizo una invitación personal para asistir a esa ceremonia que tuvo lugar en el Palacio de Bellas Artes.

Un día antes, por la mañana, me presentó a su amigo Cuauhtémoc, no recuerdo su apellido, quien radicaba en la capital y tenía amistad con elementos del gobierno. Fue por eso que por la tarde, después de saludarme me dijo: “Te invito a una reunión de amigos para tomarnos unas cervezas”. Como tenía tiempo acepté y llegamos al hotel a fin de encontrarnos con ellos. Estaban en la azotea departiendo alegremente y nos recibieron de buen modo. Me di cuenta que todos portaban pistolas y junto a ellos varias metralletas.

No le di mucha importancia al asunto, pues Cuauhtémoc me aseguró que eran buenos amigos suyos. Total, después de estar con ellos unas dos horas nos despedimos ya que teníamos el compromiso de asistir a la ceremonia. Y al día siguiente vaya sorpresa que me llevé al ingresar a Bellas Artes. En el vestíbulo estaban los amigos de la tarde anterior uniformados y con metralletas en la mano. Iba a saludarlos pues me reconocieron, pero con un ademán me indicaron que siguiera adelante.

Después de la ceremonia, cuando volvimos al hotel, le recriminé a Pancho por los amigos que me presentaba, como fue el caso de Cuauhtémoc que tenía ligas con la Policía Federal. Claro a Cuauhtémoc no le dije nada, pero evité su amistad. Cuando le pregunté a Canett como lo había conocido me contestó con evasivas y solo acertó a decirme: “Son amigos que uno hace en las cantinas”. Y claro, de los federales jamás volví a tener contacto con ellos. 

domingo, 17 de marzo de 2019

La cabeza de Pancho Villa

Gral. Francisco Villa
En uno de los cursos de verano de la Escuela Normal Superior de esta ciudad, impartía la materia Literatura Mexicana a maestros de diversos lugares de la república. Fue allá por el año de 1983. Al término del curso, después de seis semanas de aprendizaje, mis alumnos me obsequiaron el primer tomo de la obra “La novela de la Revolución Mexicana” que contenía varios cuentos y novelas relacionadas con esa etapa de la vida nacional.

Recuerdo entre ellas El águila y la Serpiente de Martín Luis Guzmán, Los de Abajo, de Mariano Azuela y Vámonos con Pancho Villa, de Rafael F. Muñoz. Me interesaron las que se referían a este revolucionario y fue por eso que en la primera ocasión compré el libro Memorias de Pancho Villa, una novela de Guzmán. La leí y después la regalé a un amigo también inclinado en conocer la vida de este personaje.

Han pasado muchos años y siempre, cuando rememoro los sucesos de esa etapa de la Revolución, aparece la figura de Villa, al igual que Zapata, Carranza, Álvaro Obregón y otros más que lo acompañaron. Y es que esa etapa de nuestro país es muy interesante, desde que el presidente Porfirio Díaz tuvo que abandonar el poder y después, cuando la Revolución acabó con Victoriano Huerta, el hombre que mandó asesinar al presidente Madero y al vicepresidente José María Pino Suárez.

Y luego, cuando se realizó la Soberana Convención de Aguascalientes y a raíz de ella se dividieron las fuerzas revolucionarias, Carranza por un lado y Villa por el otro. Por cierto en esa reunión estuvo presente nuestro paisano Félix Ortega Aguilar, el hombre que se había rebelado contra el gobierno usurpador de Huerta. Y que, cuando hubo de definir su posición política, se puso de lado del gobierno emanado de la Convención, es decir, apoyó al bando de Francisco Villa.

Hace unos cinco años, con motivo de la Feria del Libro, estuvo por acá el escritor Paco Ignacio Taibo II, quien presentó algunos de sus libros, en especial el que tituló “Pancho Villa, una biografía narrativa” que se editó en el año de 2006. Lo iba a comprar, pero cuando lo escuché en una plática que dio en una de las tardes, frente a numeroso público, me abstuve de adquirirlo. Y es que como intelectual me decepcionó, pues en su disertación incluyó majaderías y mentadas ante la situación política que vivía nuestro país en ese entonces. No le importó que hubiera niños escuchándolo.

Pasó el tiempo. Este año nos desayunamos con la noticia de que este escritor había sido nombrado como director del Fondo de Cultura Económica y aunque está impedido por la ley aun así lo impusieron. Pero lo mal hablado no se le quita. Dicen que su frase favorita es “Nos la pelaron” refiriéndose a las últimas elecciones presidenciales. Bueno, pero su nombre me volvió a recordar su libro sobre Villa.

Los últimos días del año pasado me la pasé enfermo, primero de gripe y luego de bronquitis. A mi nieta Martha quien me visitaba en esos días, le comenté del libro de Taibo y la intención de adquirirlo. “Yo se lo voy a regalar” fue su respuesta. Y en efecto, a los pocos días me lo entregó. Aproveché los días de enclaustramiento forzoso y lo leí de cabo a rabo. No obstante que es una obra de 860 páginas. Y ahí relata el asesinato de Villa en la ciudad de Parral y el fin que tuvo su cabeza.

Francisco Villa fue un personaje central en la Revolución Mexicana. Con su caballería montada de miles de hombres al frente de la División del Norte, fue un elemento clave para la derrota de Porfirio Díaz y Victoriano Huerta. Al triunfo del movimiento revolucionario y después de desconocer al gobierno constituido, dando por resultado serios enfrentamientos armados en los que salió derrotado, Villa solicitó la amnistía y se la aceptaron, dándole entre otras concesiones la Hacienda de El Canutillo, como su lugar para vivir.

En ese lugar compartió la estancia con su familia y un grupo numeroso de los Dorados. Con ellos levantó la hacienda, hizo producir la tierra, instaló talleres e incluso fundó una escuela. Para hacerse de insumos viajaba regularmente a la ciudad de Parral distante 80 kilómetros. Fue en uno de esos viajes cuando sufrió el atentado que lo costó la vida.

Pancho Villa no fue, como se dice, un ángel de Dios. Durante la Revolución fue un jefe implacable con sus enemigos muchos de los cuales los condenó al fusilamiento, no uno sino muchos al mismo tiempo. En las ciudades ocupadas exigía tributos a las personas acomodadas lo que le trajo enemistades y resentimientos. Así pasó en Parral y por eso de la creencia que ellos fraguaron su muerte, aunque dicen que el presidente de nuestro país en ese entonces, Álvaro Obregón tuvo que ver en ello.

Cuando Villa acompañado de varias personas salía de Parral rumbo a Canutillo, un grupo de asesinos apostados en una de las calles donde pasaría el automóvil, disparó sus carabinas y pistolas, causando la muerte instantánea de él, de Trillo su secretario y la mayor parte de sus acompañantes. Fue el 20 de julio de 1923. Al día siguiente fue sepultado en el panteón de esa ciudad, ante la sorpresa y el desconcierto de toda la nación.

Pasados tres años, en 1926, un piquete de soldados acatando órdenes superiores, una noche entró al panteón y violó la tumba del guerrillero. Iban con la orden de hacerse de la cabeza y así lo hicieron. Y como nadie quiso hacerse responsable de ese despojo, un jefe militar dispuso que la colocaran en una caja vacía de parque y la llevaran a enterrar. A un lado del camino entre Parral y Jiménez, en un hoyo improvisado, quedó la cabeza del famoso revolucionario.

Pero la cosa no quedó allí. Al desconocer su paradero, con el paso del tiempo, se tejieron muchas interrogantes respecto al destino de la cabeza. Se dijo que había ido a parar al circo Ringling Brothers donde podían verla. Que estaba en el Museo de Historia Natural de Nueva York. Que había sido trasladada a los Estados Unidos en un vehículo con un tanque de gasolina de doble fondo. El fin…

Hasta la fecha nadie ha podido recuperar la cabeza de Pancho Villa, aunque muchos aseguran que todavía permanece en el lugar donde la enterraron. Mientras tanto, la figura legendaria del guerrillero permanece en el imaginario colectivo de los mexicanos.

miércoles, 13 de marzo de 2019

Borrachos y homosexuales geniales

Ernest Hemingway
Una de las bellas artes en el mundo de la cultura es la literatura: es un arte reservado para aquellos, mujeres y hombres, que saben apreciar la belleza de las palabras. Es común que toda persona en sus ratos de ocio pueda leer uno o varios libros sobre diversos temas y diferentes géneros como el cuento, la novela y la poesía, pero no todos pueden escribirlas. Los que lo hacen se catalogan como escritores y son verdaderos artistas de la palabra.

Desde que se inventó la escritura y a través de los periodos históricos, muchos escritores han trascendido y sus creaciones han llegado hasta nosotros como si fueran actuales. Díganlo si no La Ilíada y La Odisea de Homero, la Eneida de Virgilio, La Divina Comedia de Dante, Hamlet y Otelo de Shakespeare, El Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes y tantos otros autores de inolvidables obras literarias.

Pero como mortales y con los defectos y virtudes propias del ser humano, hicieron de su vida lo que mejor les parecía, aunque ello fuera contrario a las normas morales de la sociedad. Tal es el caso de las inclinaciones sexuales y del vicio del alcoholismo de muchos de ellos.

Cuando nos deleitamos ante las novelas de Oscar Wilde, una de ellas muy divulgada conocida como El retrato de Dorian Gray; o cuando leemos la obra de teatro Bodas de Sangre de Federico García Lorca; o bien A sangre fría, de Truman Capote, no nos imaginamos que les hacía agua la canoa y que preferían los actos de sodomía a las relaciones amorosas con las mujeres.

Un actor famoso, Marlon Brando, que interpretó el papel de El Padrino, la película que batió record de taquilla en los Estados Unidos, era un consumado homosexual que tuvo como pareja a otra estrella famosa James Dean. Y qué decir del padre de la poesía moderna, Walt Witman, quien en sus poemas dejaba entrever sus inclinaciones antinatura.

Y, desde, luego, en México no se cantan mal las rancheras. Salvador Novo, Carlos Monsiváis y Xavier Villaurrutia fueron excelentes escritores, pero con inclinaciones homosexuales. Cuando murió Monsiváis, su amiga de toda la vida Elena Poniatowska quien sabía que tenía un amante, ante su tumba le dijo: “Ahora comprendo lo que significa la existencia real del amor sin límites; el amor que no tiene fronteras sexuales”.

Los borrachos se cuecen aparte aunque hubo algunos que practicaron la reversa. La historia de la literatura registra a connotados escritores que no podían vivir sin los humos del alcohol y que, cuando estaban en estado etílico, la inspiración les llegaba y pudieron escribir las obras que los hicieron famosos.

Un caso típico fue el de Ernest Hemingway quien era un beodo consumado. Pero a pesar de ello, escribió novelas inmortales como Adiós a las Armas, Por quién doblan las campanas y El viejo y el mar. Hemingway obtuvo el premio Nobel en 1954. Otro novelista que también ganó el Nobel fue William Faulkner, escribía siempre con una botella de licor en la mano. Lo mismo que Edgar Allan Poe, autor de extraordinarios cuentos como El Cuervo y El corazón delator. Le gustaba tanto la bebida que inventó una a la que llamó “licor de huevo”. Consistía en una combinación de siete huevos, leche azucarada, brandy, nata y nuez moscada.

La lista es larga de los escritores a los que les gustaba el chupe. En México hubo algunos como Juan Rulfo al que se le pasaban a tal grado las copas que se quedaba dormido en la calle. A lo mejor no le importaba ya que su fama de escritor era reconocida mundialmente. Fue el autor de Pedro Páramo y El llano en llamas. 

También en nuestro país existieron compositores y cantantes afectos al trago. Uno de ellos fue José Alfredo Jiménez aunque un tanto moderado. Sus canciones son muy conocidas como Paloma querida, Un mundo raro, Que te vaya bonito. Además, a lo mejor como un descargo de conciencia compuso En el último trago y Llegó borracho el borracho.

José Alfredo está considerado como de los grandes compositores musicales como lo fue sin duda Juan Gabriel. Nomás que el primero lo fue acompañado de vino y mujeres, entre ellas Irma Serrano, La Tigresa. En cambio Juan Gabriel, un tanto afeminado, hizo de sus creaciones y de su voz los mejores caminos para llegar a la fama. 

En fin, lo que antes constituía un pecado y faltas a la moral con eso del alcoholismo y la homosexualidad hoy se ve como causa natural, tanto, que en muchos países se aceptan los matrimonios entre personas del mismo sexo y mucho de ellos no tienen reparos a darlo a conocer públicamente. Ese es el orgullo gay. En cuanto a los borrachos, bueno, mientras sean capaces distinguirse de la masa anodina de la sociedad escribiendo obras geniales de la literatura universal.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Los cojos y mancos en la historia

Gral. Álvaro Obregón
Hace muchos años atrás leí dos novelas de aventuras en el mar; la primera se llama La isla de Tesoro del autor escocés Robert Louis Stevenson y la segunda Moby Dick del escritor estadounidense Herman Melville. En ellas aparecen dos personajes principales que tiene una característica común,
son cojos.

John Silver apodado El Largo, es el cocinero del barco que los conduce a una isla en la que, según un mapa encontrado en el baúl de un bucanero, se encontraba un gran tesoro. No obstante su cojera participa en diversas acciones durante la travesía. En la otra novela, el capitán cojo Ahab, al mando del buque ballenero Pequod, va en busca y persecución de un cachalote blanco, en las heladas aguas del Ártico.

Con seguridad a través de la historia de la humanidad se registran muchos hechos realizados por personas con impedimentos físicos, como es el caso de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la inmortal novela Don Quijote de la Mancha, quien en una batalla en el golfo de Lepanto una bala le destrozó la mano izquierda dejándolo tullido, aunque es común decir, cuando se refieren a él como el “manco de Lepanto”.

El personaje que si fue cojo además de manco y tuerto fue el general español Blas de Lezo al que a los quince años le amputaron una pierna y después durante un combate en Gibraltar una esquirla de una bala le dejó ciego un ojo. Aun así continuó al servicio de las armas hasta que en otra acción de guerra en Gibraltar, un bala de mosquete le dio en el antebrazo izquierdo por lo que tuvieron que amputarlo. No obstante estos impedimentos, al frente de las tropas españolas defendió la ciudad de Cartagena de Indias del asedio de la armada naval inglesa en el año de 1741.

En nuestro país existieron personajes cojos y mancos. Uno de ellos fue el general Antonio López de Santa Ana quien en la llamada “guerra de los pasteles” contra los franceses, en 1838, una bala de cañón le destrozó la pierna derecha dejándolo cojo. Como era el presidente ordenó que la parte amputada se le hicieran honores y un cortejo la llevó a inhumar en el panteón de Zempoala. Poco tiempo después la desenterraron y con la misma parafernalia la trasladaron a la ciudad de México. En 1844, durante una revuelta, un grupo de capitalinos sacó la pierna de su tumba y la arrastró por las calles de la capital. Fue cuando la ira popular le compuso unos versos que dicen: “Santa Ana quiere corona/ se la haremos de hojalata/ porque la corona de oro/ le ha de costar la otra pata”.

Durante la Revolución Mexicana, algunos militares de alto rango sufrieron heridas que los dejaron tullidos o mancos, como el valiente general villista Tomás Urbina quien tenía una mano seca. Pero el caso más renombrado fue el del general Álvaro Obregón, jefe del ejército carrancista cuando en la batalla de La Trinidad contra los villistas, en 1915, los fragmentos de una granada le arrancaron un brazo. Contaron los testigos que al verse herido con su pistola trató de matarse, pero afortunadamente el arma se encasquilló. Un ayudante se la arrebató y con ello le salvó la vida. Lo llevaron al campamento donde lo operaron de emergencia.

También cuentan, y esto no pasa de ser una broma —se la achacan al mismo Obregón— que cuando buscaban en el campo de batalla lleno de muertos el brazo cercenado del general, fueron a decirle que no lo encontraban, entonces les recomendó “tomen una moneda de oro y aviéntenla entre los cadáveres”. Así lo hicieron y ante la sorpresa de todos, de pronto saltó el brazo y la mano se apodero del metal dorado.

Obregón tenía fama de bromista y era muy ingenioso en sus pláticas. Cuando en 1920 salió electo presidente de México fue informado que algunos funcionarios se servían con la cuchara grande y a dos manos —ya había corrupción— respondió: “Todos roban, pero yo robo la mitad” haciendo alusión a su brazo mocho.

Todos estos personajes, los de ficción y los reales superaron sus impedimentos físicos, sin que complejos de inferioridad les hayan impedido triunfar y llevar una vida normal. Claro que ser cojo o manco conlleva una vida un tanto singular dentro de la sociedad donde se desenvuelve, pero sus buenas acciones opacan o hacen olvidar esos defectos.

     Por cierto aquí en nuestra entidad hubo un gobernador manco, y aunque no perdió el brazo en una confrontación armada sino en una campaña política, cuando la hélice de un avión se lo destrozó, supo superar la desgracia y gobernar a su pueblo con buenos resultados. También estuvo al frente de nuestra entidad el general Bonifacio Salinas Leal que tenía un brazo inutilizado a causa de una herida de bala durante una insurrección en el centro del país.