Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

domingo, 17 de marzo de 2019

La cabeza de Pancho Villa

Gral. Francisco Villa
En uno de los cursos de verano de la Escuela Normal Superior de esta ciudad, impartía la materia Literatura Mexicana a maestros de diversos lugares de la república. Fue allá por el año de 1983. Al término del curso, después de seis semanas de aprendizaje, mis alumnos me obsequiaron el primer tomo de la obra “La novela de la Revolución Mexicana” que contenía varios cuentos y novelas relacionadas con esa etapa de la vida nacional.

Recuerdo entre ellas El águila y la Serpiente de Martín Luis Guzmán, Los de Abajo, de Mariano Azuela y Vámonos con Pancho Villa, de Rafael F. Muñoz. Me interesaron las que se referían a este revolucionario y fue por eso que en la primera ocasión compré el libro Memorias de Pancho Villa, una novela de Guzmán. La leí y después la regalé a un amigo también inclinado en conocer la vida de este personaje.

Han pasado muchos años y siempre, cuando rememoro los sucesos de esa etapa de la Revolución, aparece la figura de Villa, al igual que Zapata, Carranza, Álvaro Obregón y otros más que lo acompañaron. Y es que esa etapa de nuestro país es muy interesante, desde que el presidente Porfirio Díaz tuvo que abandonar el poder y después, cuando la Revolución acabó con Victoriano Huerta, el hombre que mandó asesinar al presidente Madero y al vicepresidente José María Pino Suárez.

Y luego, cuando se realizó la Soberana Convención de Aguascalientes y a raíz de ella se dividieron las fuerzas revolucionarias, Carranza por un lado y Villa por el otro. Por cierto en esa reunión estuvo presente nuestro paisano Félix Ortega Aguilar, el hombre que se había rebelado contra el gobierno usurpador de Huerta. Y que, cuando hubo de definir su posición política, se puso de lado del gobierno emanado de la Convención, es decir, apoyó al bando de Francisco Villa.

Hace unos cinco años, con motivo de la Feria del Libro, estuvo por acá el escritor Paco Ignacio Taibo II, quien presentó algunos de sus libros, en especial el que tituló “Pancho Villa, una biografía narrativa” que se editó en el año de 2006. Lo iba a comprar, pero cuando lo escuché en una plática que dio en una de las tardes, frente a numeroso público, me abstuve de adquirirlo. Y es que como intelectual me decepcionó, pues en su disertación incluyó majaderías y mentadas ante la situación política que vivía nuestro país en ese entonces. No le importó que hubiera niños escuchándolo.

Pasó el tiempo. Este año nos desayunamos con la noticia de que este escritor había sido nombrado como director del Fondo de Cultura Económica y aunque está impedido por la ley aun así lo impusieron. Pero lo mal hablado no se le quita. Dicen que su frase favorita es “Nos la pelaron” refiriéndose a las últimas elecciones presidenciales. Bueno, pero su nombre me volvió a recordar su libro sobre Villa.

Los últimos días del año pasado me la pasé enfermo, primero de gripe y luego de bronquitis. A mi nieta Martha quien me visitaba en esos días, le comenté del libro de Taibo y la intención de adquirirlo. “Yo se lo voy a regalar” fue su respuesta. Y en efecto, a los pocos días me lo entregó. Aproveché los días de enclaustramiento forzoso y lo leí de cabo a rabo. No obstante que es una obra de 860 páginas. Y ahí relata el asesinato de Villa en la ciudad de Parral y el fin que tuvo su cabeza.

Francisco Villa fue un personaje central en la Revolución Mexicana. Con su caballería montada de miles de hombres al frente de la División del Norte, fue un elemento clave para la derrota de Porfirio Díaz y Victoriano Huerta. Al triunfo del movimiento revolucionario y después de desconocer al gobierno constituido, dando por resultado serios enfrentamientos armados en los que salió derrotado, Villa solicitó la amnistía y se la aceptaron, dándole entre otras concesiones la Hacienda de El Canutillo, como su lugar para vivir.

En ese lugar compartió la estancia con su familia y un grupo numeroso de los Dorados. Con ellos levantó la hacienda, hizo producir la tierra, instaló talleres e incluso fundó una escuela. Para hacerse de insumos viajaba regularmente a la ciudad de Parral distante 80 kilómetros. Fue en uno de esos viajes cuando sufrió el atentado que lo costó la vida.

Pancho Villa no fue, como se dice, un ángel de Dios. Durante la Revolución fue un jefe implacable con sus enemigos muchos de los cuales los condenó al fusilamiento, no uno sino muchos al mismo tiempo. En las ciudades ocupadas exigía tributos a las personas acomodadas lo que le trajo enemistades y resentimientos. Así pasó en Parral y por eso de la creencia que ellos fraguaron su muerte, aunque dicen que el presidente de nuestro país en ese entonces, Álvaro Obregón tuvo que ver en ello.

Cuando Villa acompañado de varias personas salía de Parral rumbo a Canutillo, un grupo de asesinos apostados en una de las calles donde pasaría el automóvil, disparó sus carabinas y pistolas, causando la muerte instantánea de él, de Trillo su secretario y la mayor parte de sus acompañantes. Fue el 20 de julio de 1923. Al día siguiente fue sepultado en el panteón de esa ciudad, ante la sorpresa y el desconcierto de toda la nación.

Pasados tres años, en 1926, un piquete de soldados acatando órdenes superiores, una noche entró al panteón y violó la tumba del guerrillero. Iban con la orden de hacerse de la cabeza y así lo hicieron. Y como nadie quiso hacerse responsable de ese despojo, un jefe militar dispuso que la colocaran en una caja vacía de parque y la llevaran a enterrar. A un lado del camino entre Parral y Jiménez, en un hoyo improvisado, quedó la cabeza del famoso revolucionario.

Pero la cosa no quedó allí. Al desconocer su paradero, con el paso del tiempo, se tejieron muchas interrogantes respecto al destino de la cabeza. Se dijo que había ido a parar al circo Ringling Brothers donde podían verla. Que estaba en el Museo de Historia Natural de Nueva York. Que había sido trasladada a los Estados Unidos en un vehículo con un tanque de gasolina de doble fondo. El fin…

Hasta la fecha nadie ha podido recuperar la cabeza de Pancho Villa, aunque muchos aseguran que todavía permanece en el lugar donde la enterraron. Mientras tanto, la figura legendaria del guerrillero permanece en el imaginario colectivo de los mexicanos.

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