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Lic.
Gustavo Díaz Ordaz |
En los años de 1962 a 1965 en
que fui secretario general de la Tercera Sección del SNTE me tocó
viajar varias
veces a la Ciudad de México para realizar gestiones ante el Comité Ejecutivo
Nacional, y también para asistir a reuniones sindicales en algunos lugares de
la república, como fue el caso de la asamblea efectuada en Cozumel, Quintana
Roo.
Cuando en ese mismo periodo
ocupé el cargo de secretario general de la CNOP en la entidad, también hice
algunas visitas a la capital acompañando a los directivos del PRI en ese
entonces dirigido por don Luis Barajas Álvarez, Francisco Manríquez, Ricardo
Flores Sánchez, Regino Castillo Avilés y Enrique Castillo León. Con ellos
estuve presente en la toma de protesta del licenciado Gustavo Díaz Ordaz como
candidato de ese partido a la presidencia de la república.
Como es natural durante mi
estancia en la ciudad de México conocí a varios dirigentes de los maestros en
las entidades del país, pero el más conocido fue Francisco Canett Meza, de la
sección estatal de Baja California, dado que habíamos sido compañeros de la
generación que egresó de la Escuela Normal Urbana de la ciudad de La Paz, en
1950. Él, al igual que Eusebio Manríquez, J. Guadalupe Aguirre Tamayo y Viola Castillo,
también de la misma generación, encontraron trabajo en el estado norte,
invitados por el entonces gobernador Braulio Maldonado Sandez.
En cada ocasión en que visitaba
la ciudad de Tijuana hacía contacto con Pancho con el que recordaba nuestros
años como estudiantes de la Escuela Normal, de los maestros unos buenos y otros
excelentes y claro, de los suertudos que se conchabaron novias para invitarlas
al cine Juárez que estaba cerca de la escuela. Creo que Canett nunca tuvo una
pues era un poco cimarrón oriundo del pueblo de San Ignacio. Y de mí ni
pensarlo, ya que tenía un complejo de estudiante pobre que para que les cuento.
Cuando fue representante de los
maestros tuvo una vida muy activa y no solamente en el terreno de las luchas
sindicales sino también en los amorosos, a tal grado que tuvo que divorciarse
de su esposa. En la última visita que le hice vivía solo en un departamento en
las Playas de Tijuana ejerciendo su cargo como inspector de escuelas
secundarias.
Tenía por costumbre, cada año en
los meses de vacaciones de julio y agosto, visitar su pueblo y llegar a
saludarme hasta esta ciudad de La Paz. En el último de sus viajes su automóvil
se volcó y murió a causa de sus graves heridas. Su cuerpo fue trasladado a
Tijuana donde quedó sepultado. En honor a sus méritos como maestro distinguido,
la escuela secundaria No. 4 lleva su nombre.
En el primer año de su gestión
sindical (1965-1968) y el último del mío coincidimos en la Ciudad de México con
motivo de la toma de posesión del licenciado Gustavo Díaz Ordaz como presidente
de nuestro país, relevando en el cargo al también licenciado Adolfo López
Mateos. El comité ejecutivo del SNTE nos hizo una invitación personal para
asistir a esa ceremonia que tuvo lugar en el Palacio de Bellas Artes.
Un día antes, por la mañana, me
presentó a su amigo Cuauhtémoc, no recuerdo su apellido, quien radicaba en la
capital y tenía amistad con elementos del gobierno. Fue por eso que por la
tarde, después de saludarme me dijo: “Te invito a una reunión de amigos para
tomarnos unas cervezas”. Como tenía tiempo acepté y llegamos al hotel a fin de
encontrarnos con ellos. Estaban en la azotea departiendo alegremente y nos
recibieron de buen modo. Me di cuenta que todos portaban pistolas y junto a
ellos varias metralletas.
No le di mucha importancia al
asunto, pues Cuauhtémoc me aseguró que eran buenos amigos suyos. Total, después
de estar con ellos unas dos horas nos despedimos ya que teníamos el compromiso
de asistir a la ceremonia. Y al día siguiente vaya sorpresa que me llevé al
ingresar a Bellas Artes. En el vestíbulo estaban los amigos de la tarde
anterior uniformados y con metralletas en la mano. Iba a saludarlos pues me
reconocieron, pero con un ademán me indicaron que siguiera adelante.
Después de la ceremonia, cuando volvimos al hotel, le recriminé a Pancho por los amigos que me presentaba, como fue el caso de Cuauhtémoc que tenía ligas con la Policía Federal. Claro a Cuauhtémoc no le dije nada, pero evité su amistad. Cuando le pregunté a Canett como lo había conocido me contestó con evasivas y solo acertó a decirme: “Son amigos que uno hace en las cantinas”. Y claro, de los federales jamás volví a tener contacto con ellos.
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