El 18 de julio de 1872 falleció
Benito Juárez García, el presidente que hizo posible la integración de nuestra
nacionalidad, la preponderancia absoluta de nuestras potestades civiles y espirituales, la
supremacía de las leyes y el reconocimiento de la importancia de la educación
como requisito indispensable para la superación individual y social.
Lo recuerdo en esta ocasión,
porque coincidiendo con la conmemoración del centenario de su fallecimiento en
1972, publiqué un folleto en el que incluí efemérides, anécdotas, ideario y
poemas. Ya dos años antes, en 1970, con motivo de su natalicio, había editado
otro folleto al que titulé “Juárez, homenaje en el CLXIV aniversario de su
nacimiento”
Hago mención de ellos porque
fueron los primeros textos con lo que inicié mi vida de escritor. Y los que me
han llevado de las manos para conocer la vida y la obra de este mexicano
ejemplar que amó entrañablemente a nuestro país y le ofreció lo mejor de sus
capacidades.
Ahora que México está inmerso en
una reforma educativa que permita elevar la calidad de la educación nacional,
es oportuno recordar algunos aforismos de Juárez relacionados con la educación:
“La
Educación del pueblo es una de las primeras atenciones de todo gobierno. Sin
escuelas jamás podrá nuestro pueblo tener conocimiento de sus deberes y la
apreciación de sus derechos”.
“La
instrucción es la primera base de un pueblo, a la vez que el medio más seguro
de hacer imposible los abusos del poder”.
“La
instrucción es el fundamento de la felicidad social, el principio en que
descansan la libertad y el engrandecimiento de los pueblos”.
Congruente con estos propósitos,
en el año de 1861 promulgó la Ley para la Instrucción Pública en el Distrito
Federal en la que establecía cuatro asignaturas básicas en la enseñanza
primaria que eran Gramática, Matemáticas, Historia y Civismo y Arte.
El aprendizaje de la gramática
como instrumento de comunicación, al día de hoy trae aparejada una
condicionante: fomentar la lectura desde los primeros años, pero para que los
niños sean lectores se requiere que los maestros también lo sean.
En el año de 1998, la Secretaría
de Hacienda y Crédito Público publicó un libro al que llamó “Juárez, memoria e
imagen”. Con fotografías a todo color, algunas de ellas inéditas, y textos de historiadores de prestigio como
Andrés Lira, Josefina Zoraida Vázquez y Brian R. Hamnett, presenta diversos
aspectos de la vida y la obra “ocultos detrás de la frialdad del mármol y la
estatuaria mixtificadora convencional”.
Desde luego, hay muchos libros
referentes a este ilustre personaje. Uno de ellos “Juárez, su vida y su tiempo”
escrito en 1905 por Justo Sierra y reeditado en la colección Sepan Cuantos… de
la editorial Porrúa en 1970, ha sido difundido ampliamente en nuestro país.
Pero existe otro que, como se
dice, “se ha convertido en mi libro de cabecera”, lleva por título “Benito
Juárez, su vida y su obra”, de la autoría de Rafael de Zayas Enríquez. Apareció
en el año de 1906, como resultado de un concurso a nivel nacional. En 1971, la
editorial SEP-SETENTA lo reeditó y fue prologado por Andrés Henestrosa, paisano de
Juárez.
Bien haría una institución
cultural en reimprimirlo. Y que todos los maestros, especialmente los de
Oaxaca, lo tuvieran como libro de texto.
Julio
16 de 2015.