La invitación me sorprendió: “¿Abuelito, aceptas dar una conferencia el 3 de mayo con motivo de la fundación de La Paz?” La pregunta me la hizo Martha quien trabaja en el CIBNOR y es la responsable de PACE (Programa de Acercamiento a la Ciencia y la Educación). De pronto acepté sin pensar que la charla, no conferencia, se daría bajo la modalidad de la comunicación a distancia debido a los riesgos de la pandemia.
Acostumbrado
a disertar sobre temas históricos y literarios en los que están presentes
personas interesadas incluyendo parte de mi familia, dudé en poder hacerlo
frente a una pantalla de una computadora mirando el vacío, sin saber si mis
palabras iban a causar la atención de un supuesto público invisible.
Cierto,
había participado como oyente de disertaciones por ese medio y aprendí mal que
bien a conectarme utilizando el Zoom o el Facebook. O bien a través de la
televisión cuando analistas políticos hacen mención de problemas que tienen que
ver con las difíciles situaciones que vive nuestro país y que se reflejan en la
calidad de vida de los mexicanos.
Algunos
comentaristas que tienen ya tiempo en este sistema de la comunicación a distancia,
actúan con naturalidad tanto que, además de sus análisis, dan oportunidad para
que los oyentes hagan preguntas relacionadas con los temas expuestos. Así lo
hacen Carlos Loret de Mola, Ángel Verdugo o Ricardo Alemán.
Además,
con esto de la peligrosidad de la pandemia, la enseñanza por este medio se ha
vuelto común en todos los niveles educativos. Ahora los niños en edad escolar
saben manejar las computadoras, las laptop y los celulares, y a través de estas
herramientas reciben las lecciones impartidas por los maestros, en horarios
fijos.
Cuando
le confesé a Martha mi preocupación por ser expositor con este nuevo sistema
dado que jamás lo había intentado, me aseguró que no ofrecía ninguna dificultad
y que ella se encargaría de todo el procedimiento. Y es que mi compromiso era
en serio, porque la charla correría bajo la responsabilidad del CIBNOR a través
del Consejo Sudcaliforniano de Ciencia y Tecnología dirigido por la doctora en
ciencias Sara Cecilia Díaz Castro, el Programa de Acercamiento de la Ciencia a
la Educación cuya titular es la doctora en ciencias Martha C. Reyes Becerril y
el Programa de Divulgación de la Ciencia a cargo de la maestra Cinthya Castro
Iglesias.
A
las 6.00 p. m. llegó la hora de la verdad. Unos minutos antes hicieron los
preparativos. Me sentaron frente a una pantalla de computadora, me coloqué a
una distancia conveniente, checaron el tono y la fuerza de mi voz y Cinthya, en
su papel de entrevistadora, me hizo observaciones respecto a las preguntas y el
tiempo disponible para contestarlas. Y mientras yo pensaba “en buenas me he
metido ahora solo falta que haga el ridículo y que una cortina mental dé al
traste con la charla”.
Afortunadamente
nada de eso sucedió. Al principio estuve titubeante, pero con el paso de los
minutos mi cerebro me ayudó y la exposición resulto mejor de lo esperado. Al
menos así me lo hicieron saber después de una hora de exposición. Lamenté tan
solo no haber tenido la oportunidad de agradecer a los organizadores del evento
la deferencia que tuvieron conmigo.
Posteriormente
mi nieta Martha me platicó de algunas personas que escucharon la charla como
Mario Monteforte, Eligio Moisés Coronado, Domingo Castro Burgoin, Sealtiel
Enciso, Leticia Garriga, mis hijas Sandra y Virginia y otras más que por falta
de espacio no puedo mencionar. Lo que sí me alegró fue la felicitación de la
doctora Díaz Castro y la entrega de un reconocimiento firmado por ella, por la
doctora Reyes Becerril y de Cinthya Castro. Un documento de los más importantes
que he colocado en un lugar especial de mi biblioteca.
Respecto
a la plática referente a la fundación de La Paz recordé los viajes de los
primeros españoles que llegaron a la península: Fortún Jiménez, Hernán Cortés,
Francisco de Ulloa, Sebastián Vizcaíno, Isidro de Atondo y Antillón, entre
otros muchos otros, así como el arribo de los misioneros jesuitas, franciscanos
y dominicos que se opusieron a la explotación sin freno de los placeres de
perlas que originaron la casi desaparición de ellos.
Y
me referí a la ciudad de La Paz, rodeada de placeres y las numerosas armadas
que zarpaban año con año en busca de las codiciadas perlas en lugares como la
Enfermería, Punta Prieta, Pichilingue, El Mechudo, la isla de Espíritu Santo,
toda una corona de perlas que rodeaba a nuestra ciudad. Me dí tiempo para
hablar de Gastón J. Vives, a quien Micheline Cariño llamó el primer maricultor
de América, por sus valiosos intentos de producir perlas cultivadas.
En
fin una experiencia de la comunicación a distancia que me resultó novedosa,
gracias a mi nieta, la doctora Martha Reyes.
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