Cande: Como no me
he resignado a tu ausencia, voy a platicar contigo de nuestras cosas, como si
estuvieras a mi lado. Quizá al hacerlo, la pena se diluya con los recuerdos de
los años que estuviste a mi lado.
Un día después de
mi último adiós en el camposanto —han pasado ya 39 días— nuestra hija Viki vino
a quedarse conmigo, sobre todo en las noches cuando el dolor por tu pérdida se
confunde con la lobreguez de la oscuridad, la mala consejera en raptos de
tristeza y de soledad.
Te platicaba que
Viki, ya sabes lo diligente que es, se encarga de mantener limpios los patios
del hogar que tanto tiempo habitamos. Me cocina los alimentos y está pendiente
de que mi salud no se deteriore, porque como tú sabes padezco mucho del
estómago lo que origina mi falta de apetito, con el resultado de que he
adelgazado con tres kilos de menos. De por sí he sido muy flaco.
Ayer fui a
consultar con un gastroenterólogo que tiene su consultorio en FIDEPAZ. Me
examinó y me dijo que era una gastritis la que padecía. Al principio la
medicina no me hizo efecto, pue continuaban las diarreas, los eructos y el aire
acumulado en los intestinos. Nuestros hijos me dicen que es a causa de la
depresión y por las altas temperaturas de estos últimos días. Afortunadamente,
he reaccionado al tratamiento y ahora estoy mucho mejor.
Bueno, pero
aparte, nuestra vieja casa la continúo remozando como lo estaba haciendo antes
de tu fallecimiento. En el resanado y pintado de las paredes me sigue ayudando
nuestro hijo Juan y poco a poco va adquiriendo otra fisonomía
Ahora Viki dice
que va a cambiar las cortinas de nuestra recámara porque las actuales están muy
deterioradas. Y aunque le digo que han sido parte de la antigüedad de la casa,
ella insiste en aras de la modernidad. Pero no estoy de acuerdo con esas ideas
y creo que tú tampoco.
Una casa como la
nuestra que tiene casi 50 años de construida, así como está tiene un hondo
significado para nosotros, aparte de un permanente sentimentalismo. Cada rincón
de ella está impregnado de los lazos amorosos que nos unieron a los dos como
esposos y de los hijos que crecieron a nuestro lado.
Siento que al
cambiarla vamos a perder una gran parte de nosotros mismos, porque a través de
los años muchos acontecimientos tuvieron lugar y en los que nuestra casa fue
testigo de ellos. Como cuando Memo, el hijo de Viki, se casó con Bombón y
vivieron un tiempo con nosotros. O cuando fue testigo del compromiso
matrimonial de nuestra hija Martha Patricia con Luis Eduardo. Aquí cuidamos a
Marcel cuando enfermó siendo un niño de escasos meses de nacido, hasta que
logró recuperarse; en fin cuantos otros sucesos que han formado la historia de
nuestro hogar.
Por eso, atentar
contra ella modernizándola, es perder lo que a lo largo de tantos años
constituyó, digamos, su personalidad. Así es que todo se conservará como antes
de que nos abandonaras. Porque, además, en su interior permanece el aura de tu
presencia, la misma que me acompañará siempre por el resto de mis días.
Por lo demás te
platico que nuestros hijos no me han abandonado. Recibo sus visitas y me ayudan
a tener en buen estado nuestro hogar. Así es que no te preocupes por mí. Sólo
me entristece estar lejos sin poder repetirte lo mucho que me haces falta.
Bueno, Cande,
espera mi próxima misiva. Hasta luego, amada esposa.
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