Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

sábado, 4 de julio de 2020

EL JARDÍN DE MI ESPOSA

Ayer, por fin, después de 25 días del fallecimiento de Cande, mi querida esposa, pude entrar a visitarla en el panteón de los SanJuanes. Y es que las autoridades del ayuntamiento prohibieron las visitas por temor al contagio del Covid-19 y solamente permiten la entrada a las personas que murieron con pocos acompañantes.

 Al panteón fuimos varias veces al año, sobre todo para visitar el sepulcro de nuestro hijo primogénito Guillermo. Por supuesto el 2 de noviembre Cande y yo, acompañados de dos de nuestros hijos, llevábamos flores para depositarlas en las tumbas de mis padres, de mi hermano Juan, de su esposa María del Refugio y, de forma especial para Guillermo, el militar valiente que murió en un enfrentamiento con los narcotraficantes.

 Ese día caminábamos largas distancias dado que las tumbas están alejadas unas de otras, pero a pesar de su lento caminar debido a una dolencia de una de sus piernas —usaba un bastón— mi esposa recorría a mi lado todos esos tramos. Y al hacerlo, quizá, recordaba a los suyos, su madre y sus cuatro hermanos quienes reposan en los cementerios del Valle de Santo Domingo. Y a ello se debía que durante el recorrido sus ojos se llenaran de lágrimas.

 Mi esposa adoraba las plantas de ornato. En el pequeño jardín frente a nuestra casa, cultivaba y regaba cotidianamente buganvillas, corona de Cristo, rosa del desierto, obeliscos, hibisco, flor de la montaña, geranios, azucenas, cuna de Moisés, flor de la montaña y otras más. Hubo un años en que sembró girasoles y a los pocos meses el jardín se embelleció con hermosas y grandes flores amarillas.

 Cuando la invitaba a la tienda departamental Home Depot para comprar algo para nuestra casa ya sabía que, invariablemente, me iba a decir: “Vamos a la sala de jardinería”. Y ahí íbamos con la certeza que saldría con una o dos macetas de plantas que no tenía en su jardín. Lo mismo pasaba en los tianguis en donde siempre encontraba plantas al mismo tiempo que decía: “Mira, este color de las flores de geranio no las tengo”, y claro, me tocaba cargar con las dichosas macetas.

 En una ocasión y esto es natural en los jardines, nacieron diversas plantas silvestres de nombre desconocido. Cande las regaba al parejo y crecían lozanas, entre ellas le llamaba la atención una de hojas lanceoladas y me decía: “Vamos a esperar a ver que flores da“.

 Y la planta creció a la altura de un metro lo que la distinguía de las demás. Un día, mi nuera Cuca visitó nuestra casa y mi esposa la llevó a solazarse con las plantas florecidas de su jardín. “Mira los geranios”, le decía mientras recorrían el pequeño espacio. Y al llegar a la desconocida planta le explicó: “Esta nació sin querer, pero no sabemos que es”. Mientras le señalaba sus hermosas hojas lanceoladas y con hendiduras en sus orillas.

 Mi nuera se acercó, cortó una hoja, la machacó entre sus manos y la olió, al mismo tiempo que exclamaba asombrada: “Oye, Cande, esta es una planta de mariguana, ¡Córtala antes de que se den cuenta! A partir de ese día hemos tenido cuidado de que cuando nace una planta parecida de inmediato la cortamos, no vaya a ser la de malas y nos encontremos con una mala sorpresa, digo, si las autoridades se dan cuenta.

 Ayer, frente al sepulcro de mi inolvidable esposa, deposité un pequeño ramo de flores de su jardín; buganvillas, cuna de Moisés, rosal del desierto y obelisco. Así lo haré con el paso del tiempo. Es lo más que puedo hacer para una hermosa mujer —esposa y madre— que amó al igual que a su familia, las flores de su jardín.

 04 de julio de 2020.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario