Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

martes, 21 de julio de 2020

LÁGRIMAS DE VIEJO

No sé cuántas veces he llorado en mi vida. Pero sí recuerdo el día en que mi hijo Guillermo, el militar por vocación, murió a manos del narcotráfico. Fue una verdadera tragedia y más cuando no habían pasado dos meses que estuvo con nosotros, aprovechando sus vacaciones. Esos días venía acompañado por su esposa y sus hijas, y juntos disfrutamos de la alegría que da ver a nuestra familia reunida.

Y de pronto mis lágrimas corrieron cuando desde Tepic, Nay. nos hablaron por teléfono para decirnos que había muerto. Fue un duelo que duró muchos años y mi llanto era compartido más intensamente por Cande, mi esposa, que no se resignaba el haberlo perdido.

De por sí mi viejita era muy llorona. Por cualquier suceso triste las lágrimas escurrían de su rostro. Así fue cuando en un accidente murió su madre y uno de sus hermanos. O cuando fallecieron mis padres o bien alguno de sus familiares o de los míos.

En una ocasión la encontré llorando y al preguntarle el motivo me confesó: “Es que mi hija “N” no me quiere, hoy en la mañana me regañó y se fue enojada”. Por supuesto la consolé y le dije: “Verás como más tarde viene y te pide perdón. De todos modos voy a hablar con ella”.

Lo que sí le originó congojas y lágrimas fue cuando sufrí un ataque cardíaco y tuvieron que operarme por tener las arterías en mal estado. Me acompañó en el hospital de especialidades de Ciudad Obregón, adonde me mandaron por cuenta del Seguro Social, y día tras día estuvo pendiente de mi enfermedad.

Cande fue resignada y lo demostró muchas veces, pero también tenía un singular temperamento. Cuando murió nuestro Guillermo estuvo muchos meses triste y a veces la encontraba con lágrimas en sus ojos. “Resígnate —le decía abrazándola— lo mejor es que está cerca de nosotros en el panteón y lo podemos visitar cada vez que queramos. Ya no llores”.

Por mi parte sentí tristeza y pena por la muerte de mis padres, pero eran mayores de edad y con enfermedades crónicas. También ellos descansan en el panteón de Los San Juanes. Pero de esos lamentables sucesos han pasado muchos años y su recuerdo permanece inalterable.

En junio de este año lloré junto con mis hijos, por la inesperada muerte de mi esposa. Y todavía después de mes y medio que nos abandonó, las lágrimas empañan mis ojos y un sentimiento doloroso que no cesa desgarra mi corazón. Son lágrimas de viejo para una mujer que me acompañó durante 64 años. Lágrimas que están acabando con mi salud, mientras la nostalgia se apodera de mí en la añoranza de quien tanto me quiso. Porque me quiso, no hay duda, Lo notaba en sus miradas, en sus atenciones para conmigo, en las noches infinitas que dormimos juntos y de pronto se acurrucaba y me abrazaba.

Creí que me iba durar para siempre, porque a pesar de su edad —81 años— y de sus dolencias, siempre me atendió en mi alimentación, en lavar y planchar la ropa de uso, en cuidar de mi salud, en tantas otras cosas. Cierto, yo le limitaba sus quehaceres, pero ella me decía: “Yo te voy a decir cuando ya no pueda”. Y seguía, seguía.

Cande siempre fue ama de casa. Se refugió en ella mientras crecían sus hijos y de la ausencia temporal de su esposo debido a su trabajo. Cuando regresaba allí estaba ella, con la comida lista y la sonrisa en su rostro. Por eso, cada vez que la recuerdo el pesar humedece mis ojos y frente a su retrato le digo cada día: “Buenos días Güera, aquí estoy todavía, sufriendo por tu ausencia. No me resignaré nunca y te extraño. Te extraño mucho”. Y los sollozos se diluyen como si al contemplar su retrato ella todavía está conmigo.

Sí, lágrimas de viejo, para una admirable esposa como lo fue Cande. 

Julio 21 de 2020.

 

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