Hace unos días apareció en el
periódico “El Sudcaliforniano” un artículo de Manú Dornbierer que habla sobre
Gilberto Bosques, cónsul de nuestro país en Francia allá por los años treinta
del siglo pasado. Ella dice que bien merece que la capital de la república
imponga su nombre a una calle por su gran labor humanitaria a favor de los
miles de refugiados que tuvieron que emigrar de Francia y España por los
peligros de la segunda guerra mundial y la dictadura de Francisco Franco.
Propone Manú que el nombre de la
actual avenida Presidente Masaryk sea sustituido por el de Bosques, habida
cuenta que aunque Masaryk fue un personaje relevante en su país no tiene gran
significado en el nuestro. Y sí Gilberto por haber hecho posible que veinte mil
españoles llegaran a México enriqueciendo la cultura y la ciencia y un soporte
más para su desarrollo.
La información viene a cuento
porque aquí en nuestra ciudad de La Paz existen nombres de calles que bien
pueden cambiarse por otros. Una de ellas es la conocida como Isabel la Católica,
nombre que no tiene ninguna relación con la historia sudcaliforniana. O la
Antonio Rosales, un revolucionario sinaloense sin ninguna influencia en el
acontecer de nuestra entidad.
En su lugar pudiera pensarse en
mujeres y hombres distinguidos de nuestra tierra como el ingeniero Modesto C.
Rolland, el poeta Filemón C. Piñeda, el doctor Raúl Carrillo Salgado y otros
más. Sin menospreciar a nadie, se trata de raíces culturales sudcalifornianas
indispensables para salvaguardar nuestra identidad.
Pero no es el caso de cambiar
por cambiar, según el criterio de autoridades pasadas. Existieron nombres de
calles en el centro de la ciudad que jamás debieron cambiarse. Tal es el caso
de las actuales Carlos M. Esquerro, Agustín Arriola y la Ignacio Bañuelos
Cabezud. Sus nombres antiguos eran Comercio, Puerto y Muelle, y así se les
conoció durante todo el siglo XIX y mediados del veinte.
Hace unas décadas se autorizó
nueva nomenclatura para las calles Conde de Revillagigedo y el virrey Antonio
de Mendoza y en su lugar se colocaron los nombres del profesor Marcelo Rubio
Ruiz y Gral. Félix Ortega Aguilar. Desde luego los cambios fueron aceptados por
la población de nuestra ciudad, sobre todo porque los primeros, además de poco
conocidos, son personajes de la época colonial.
Pero no se crea que las calles
van de acuerdo con su nombre. En anteriores crónicas me he referido a esta
incongruencia. Y es que, por malas decisiones, a distinguidos bajacalifornianos
les ha correspondido callejones o callecitas irrelevantes. Y también para otros
que no siendo de nuestra entidad, merecieron el reconocimiento de nuestro
pueblo.
Mauricio Castro, Ildefonso
Green, Clodomiro Cota; los padres jesuitas Clemente Guillén, Juan de Ugarte y
Jaime Bravo son hombres que debieron tener calzadas y bulevares, además de que
sus efigies adornaran la calzada Forjadores de la Baja California.
Así las cosas, tal como lo
propuso Manú, sería saludable que la calle Isabel la Católica se cambiara por
la de Modesto C. Rolland, por su gran contribución al progreso de nuestro país.
Creo que los paceños, incluidos desde luego, la numerosa familia Rolland que
existe en nuestro Estado, estarían de acuerdo en tal propuesta.
Claro, corresponderá a la
Comisión de Nomenclatura y Numeración del municipio de La Paz llevar adelante
las ponderaciones necesarias para ese fin.
Septiembre
23 de 2015.
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