Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

viernes, 8 de febrero de 2019

Bouchard, un corsario en California

Desde que California fue descubierta en 1533 por Fortún Jiménez, no hubo descanso para los
navegantes que llegaron a ella en busca de riquezas y también de exploradores que tenían el encargo de conocer bien a bien esa región del noroeste de nuestro país. Aunque pasados los años también los misioneros jesuitas, franciscanos y dominicos hicieron lo propio, pero en vez de la espada ofrecieron la cruz para llevar la religión a los pobladores indígenas que habitaban la península.

En todos los siglos XVI y XVIII, la California vio desfilar a capitanes de fragatas y veleros, como Hernán Cortés, Francisco de Ulloa, Juan Rodríguez Cabrillo, Francisco de Ortega, Sebastián Vizcaíno e Isidro de Atondo y Antillón, entre otros. Y de los primeros religiosos a Juan María de Salvatierra, Francisco María Píccolo, Juan de Ugarte, Jaime Bravo e Ignacio María Napoli que empezaron a llegar a partir del año de 1697 y fundaron la primera misión jesuita, la de Loreto.

Después, cuando estos religiosos abandonaron la península en 1768 llegaron los franciscanos encabezados por fray Junípero Serra, religiosos que por cierto fundaron muchas misiones en la Alta California, como la de San Diego, Santa Bárbara, San Juan Capistrano, Monterrey y San Francisco. Los últimos en llegar, los dominicos, atendieron durante años las misiones que fundaron los jesuitas, --Loreto, San Javier, Santa Rosalía de Mulegé, Santiago y San José del Cabo y otras más. Pero también fundaron varias misiones en lo que hoy es el estado de Baja California. A mediados del siglo XIX, los dominicos abandonaron la península y con ello se terminó la cruzada misionera.

Pero ese siglo XIX, de 1800 a 1900, registró acontecimientos que tuvieron mucha relación con la independencia de los países de América Latina, entre ellos México, Chile, Perú y Argentina. Los menciono porque sus movimientos independentistas fueron respaldados por flotas de corsarios, amparados por los gobiernos que luchaban por liberarse del yugo de España.

También hubo otros que amparados por la bandera inglesa se dedicaron a depredar los galeones que hacían la travesía de Manila a los puertos de Acapulco y San Blas, y los de Veracruz a Europa. Por ejemplo Francis Drake quien en sus barcos Pelican, Elizabeth y Marygold se apoderó de naves y sus riquezas a todo lo largo de las costas del océano Pacífico. En sus correrías llegó hasta la altura de lo que hoy la ciudad de San Francisco, California, en Estados Unidos, tomando posesión de esas tierras a las que le puso de nombre de Nueva Albión. Otro corsario inglés fue Thomas Cavendish que llegó a las costas de América en 1586 y el 4 de noviembre de 1588 se apoderó del galeón Santa Ana frente al poblado de San José del Cabo.

Sin embargo, fue en los años de 1800 en adelante cuando otros corsarios llegaron a la Baja y la Alta California, y amparados con las banderas de Argentina y Chile destruyeron poblados, los saquearon y les prendieron fuego. Tal fue el caso del corsario argentino Hipólito Bouchard quien en sus barcos La Argentina y la Santa Rosa llegó a la región norteña de continente con el fin de liberar a esa región del dominio español.

Sobre este singular personaje se tiene mucha información, sobre todo porque es considerado un héroe por sus hazañas navales en favor de la independencia de su patria adoptiva. Bouchard era francés de nacimiento. Aunque algunos libros escritos por historiadores norteamericanos lo consideran un vulgar pirata que asoló las indefensas misiones de la Alta California llevado tan solo de su afán de obtener botines a como diera lugar.

Bouchard salió de Buenos Aires en 1818, como capitán del barco La Argentina con permiso corso. Recorrió el océano Atlántico pasando por África hasta llegar a las islas de Oceanía y arribar a Manila. Durante ese trayecto tuvo enfrentamientos navales, uno de ellos con los sanguinarios piratas malayos, no obstante que la mayor parte de su tripulación estaba enferma debido al escorbuto. Cuenta su diario que cuando desembarcó en una isla, el médico de a bordo recomendó que a los enfermos los enterraran dejándoles sólo la cabeza de fuera, como un medio de abatir sus dolencias. El tratamiento no dio resultado y la mayoría murieron.

Al llegar al archipiélago de Hawái, en uno de los puertos encontró una fragata que resultó ser la Chacabuco también conocida como Santa Rosa, una nave argentina también con patente de corso. Como estaba incautada por el rey del lugar pagó por ella y ya con dos se dirigió a las costas de América adonde llegó en el mes de noviembre de 1818. Avisados con anticipación, las autoridades ordenaron que los víveres, ganado y cosas de valor se llevaran al interior de la región a la vez que se aprestaron a la defensa del lugar. Pero nada pudieron hacer ante la numerosa cantidad de los corsarios, por lo que éstos destruyeron el presidio y la misión de Monterrey.

En diciembre llegó a la misión e Santa Bárbara pero contra su costumbre solamente desembarcó e intercambió prisioneros y no hizo daños en la población. Días más tarde ancló en la bahía de San Juan Capistrano y al encontrar resistencia, hizo desembarcar a sus hombres, se apoderó de la misión y se dedicó al saqueo. No encontró dinero ni tesoros. Eso sí recogió víveres y botellas de vino pues en la región había muchos viñedos. Causó algunos destrozos y cuando se retiró tuvo que lidiar con los marinos ahogados de borrachos. Al menos así lo dicen las crónicas de ese entonces.

No del todo satisfecho con el botín obtenido las dos naves pusieron rumbo al sur hasta llegar a la isla de Cedros donde la tripulación descansó varias semanas cazando venados y lobos de mar para alimentarse. En su viaje al sur amagó las costas de México y al llegar a Acapulco, algunos historiadores dicen que se entrevistó con el caudillo insurgente Vicente Guerrero.

En su recorrido capturó varias naves españolas y asedió algunos puertos del sur del continente. Para su mala suerte cuando llegó a Valparaíso para ponerse a las órdenes de San Martín, quien luchaba por la independencia del Perú, fue aprehendido por Lord Thomas Cochrane, almirante en jefe de la armada chilena, acusándolo de pirata. Duró un año en prisión y sujeto a proceso que lo declaró inocente. Después, integrado a las fuerzas de San Martín y Simón Bolívar en su carácter de comandante de la escuadra chilena, participó en batallas contra los ejércitos realistas hasta lograr el triunfo y dejar libre al Perú y Colombia. Esto fue en el año de 1828.

En el mismo siglo XIX llegaron corsarios y filibusteros como lord Cochrane que en año de 1822, con el pretexto de ayudar en la independencia de México, con sus barcos Araucano y el Independencia llegó a la Baja California y saqueo los pueblos de San José del Cabo y Loreto. También en 1853 William Walker se apoderó de la ciudad de La Paz con el intento de fundar una nueva república, nomás que sus intentos no fructificaron.

En cuanto a Bouchard solo queda en la ciudad de Monterrey, California, una placa y un mástil en el lugar donde estaba el fuerte, en recuerdo del ataque de los corsarios chilenos. Para los habitantes de ese lugar predomina la creencia de que Bouchard fue un abominable pirata.

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