Vida y obra

Presentación del blog

A través de este blog, don Leonardo Reyes Silva ha puesto a disposición del público en general muchos de los trabajos publicados a lo largo de su vida. En estos textos se concentran años de investigación y dedicación a la historia y literatura de Baja California Sur. Mucho de este material es imposible encontrarlo en librerías.

De igual manera, nos entrega una serie de artículos (“A manera de crónica”), los cuales vieron la luz en diversos medios impresos. En ellos aborda temas muy variados: desde lo cotidiano, pasando por lo anecdótico y llegando a lo histórico.

No cabe duda que don Leonardo ha sido muy generoso en compartir su conocimiento sin más recompensa que la satisfacción de que muchos conozcan su región, y ahora, gracias a la tecnología, personas de todo el mundo podrán ver su trabajo.

Y es que para el profesor Reyes Silva el conocimiento de la historia y la literatura no siempre resulta atractivo aprenderlo del modo académico, pues muchas veces se presenta con un lenguaje especializado y erudito, apto para la comunidad científica, pero impenetrable para el ciudadano común.

Don Leonardo es un divulgador: resume, simplifica, selecciona una parte de la información con el fin de poner la ciencia al alcance del público. La historia divulgativa permite acercar al lector de una manera amigable y sencilla a los conocimientos que con rigor académico han sido obtenidos por la investigación histórica.

Enhorabuena por esta decisión tan acertada del ilustre maestro.

Gerardo Ceja García

Responsable del blog

miércoles, 6 de febrero de 2019

Los dos Joaquines

En el libro “Noticias del imperio” su autor Fernando del Paso hace reiteradas menciones de Joaquín Velázquez de León como uno de los mexicanos que acompañaron al austríaco Maximiliano de Habsburgo en su aventura como emperador de México, en los años de 1864 a 1867. Según la información histórica fue uno de los que integraron la comitiva de mexicanos que viajaron hasta el castillo de Miramar para pedirle que aceptara el trono junto con su esposa la princesa belga Carlota Amalia.


Después de muchas indecisiones y pedir los consejos del emperador de Francia Napoleón III y de su suegro el rey Leopoldo de Bélgica, el archiduque austríaco aceptó la invitación con la condición de que las tropas francesas, que desde 1862 se habían apoderado de nuestro país, lo protegieran y lo respaldaran en sus actos de gobierno.

Velázquez de León lo acompañó en su viaje a nuestro país sirviéndole como consejero y después como ministro en una dependencia del imperio, en la ciudad de México. Cuando las fuerzas liberales del presidente Juárez dieron fin al gobierno de Maximiliano y el fusilamiento de éste junto con los generales Miguel Miramón Y Tomás Mejía, en el cerro de las Campanas de la ciudad de Querétaro, el ingeniero Joaquín Velázquez de León tuvo que exiliarse rumbo a Francia. Fue en el año de 1867. Posteriormente regresó a México donde murió en el año de 1882.

Joaquín fue uno de los numerosos mexicanos que sirvieron al imperio en su calidad de científico pues era ingeniero en minas. Otros, como José Luis Blasio fue el secretario particular de Maximiliano, así como los intelectuales José Fernando Ramírez y José María Esteva. Por cierto, también ocupó un cargo menor Ulises Urbano Lassepas, quien residió varios años en la ciudad de La Paz en su carácter de ingeniero agrónomo y tuvo tiempo para escribir en el año de 1959 el libro “Historia de la colonización de la Baja California y Decreto del 10 de marzo de 1857”

Por razones quizá justificadas, ya que Velázquez de León aportó sus conocimientos en el ramo de la minería de nuestro país, en 1885 la Universidad Autónoma de Nuevo León publicó su biografía, aunque en ella no hace mención de los años que sirvió al imperio de Maximiliano.

Un caso diferente es el del otro Joaquín Velázquez de León también ingeniero en minas que llegó a la Baja California en 1768 acompañando al Visitador José de Gálvez, quien traía instrucciones de llevar a cabo diversas reformasen las que incluía las administrativas y las fiscales pero, sobre todo, tratar de fomentar la minería, la agricultura, el comercio y el poblamiento de esa lejana península.

En ese tiempo Velázquez era un destacado científico que estaba participando en las reformas modernizadoras del país y era una persona reconocida por las autoridades del gobierno virreinal. Fue por eso que Gálvez se fijó en él y lo invitó para que lo acompañara a California. Con el compromiso de atender el buen desarrollo de la minería y la comercialización de sus productos, el ingeniero duró dos años y medio en la península. Además, por sus conocimientos sobre astronomía, se dedicó a las observaciones sobre el paso de Venus por el sol, aprovechando los instrumentos que para el caso había llevado consigo.

Pero su estancia no trajo los beneficios proyectados para modernizar y hacer más productiva la minería de la región. Varias fueron las causas de ello, pero la principal fue la de no encontrar lugares apropiados para la extracción de metales como el oro y la plata. Además, las minas que explotaba anteriormente Manuel de Ocio en el real de Santa Ana, San Antonio y El Triunfo eran vetas reducidas y pobres que no daban para más. A tanto llegó la urgencia de lograr un mejor rendimiento minero que incluso se llevaron barreteros experimentados del centro del país. Pero ni así.

En lo que sí se distinguió don Joaquín fue su contribución en las mediciones astronómicas del paso del planeta Venus sobre el disco solar, coincidiendo con los experimentos del científico francés Chappe d´ Auteroche quien el 3 de junio de 1769 observó ese fenómeno en el pueblo de San José del Cabo. Las mediciones de Velázquez fueron tan exactas que el mismo Chappe lo felicitó, más cuando utilizó aparatos menos modernos que los suyos. A lo mejor fue por eso que al morir éste días después, sus instrumentos fueron adquiridos por el científico mexicano.

Pero la estancia de don Joaquín en la península no le fue del todo mal. A pesar del nulo éxito como experto minero, supo aprovechar su tiempo para pasarla bien en compañía de dos concubinas y jugar a los albures con personas acomodadas de la región. Dicen las crónicas que era un hombre con suerte porque seguido despelucaba a sus contrincantes. Lo acusaron de eso y de otros desmanes, pero su prestigio ante la corte virreinal lo salvó de ser enjuiciado.

Velázquez de León regreso a la ciudad de México a principios de 1770 para recuperar su cátedra en la universidad nacional. Continuó realizando trabajos sobre la minería y dejo varios escritos, entre ellos uno titulado “Descripción de la Antigua California, 1768” que fue reeditado por el II Ayuntamiento de La Paz, en 1975. Murió en la capital el 7 de marzo de 1786. 

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