En el libro “Noticias del imperio” su autor Fernando del
Paso hace reiteradas menciones de Joaquín Velázquez de León como uno de los
mexicanos que acompañaron al austríaco Maximiliano de Habsburgo en su aventura
como emperador de México, en los años de 1864 a 1867. Según la información
histórica fue uno de los que integraron la comitiva de mexicanos que viajaron
hasta el castillo de Miramar para pedirle que aceptara el trono junto con su
esposa la princesa belga Carlota Amalia.
Después
de muchas indecisiones y pedir los consejos del emperador de Francia Napoleón
III y de su suegro el rey Leopoldo de Bélgica, el archiduque austríaco aceptó
la invitación con la condición de que las tropas francesas, que desde 1862 se
habían apoderado de nuestro país, lo protegieran y lo respaldaran en sus actos
de gobierno.
Velázquez de León lo acompañó en
su viaje a nuestro país sirviéndole como consejero y después como ministro en
una dependencia del imperio, en la ciudad de México. Cuando las fuerzas
liberales del presidente Juárez dieron fin al gobierno de Maximiliano y el
fusilamiento de éste junto con los generales Miguel Miramón Y Tomás Mejía, en
el cerro de las Campanas de la ciudad de Querétaro, el ingeniero Joaquín
Velázquez de León tuvo que exiliarse rumbo a Francia. Fue en el año de 1867.
Posteriormente regresó a México donde murió en el año de 1882.
Joaquín fue uno de los numerosos
mexicanos que sirvieron al imperio en su calidad de científico pues era ingeniero
en minas. Otros, como José Luis Blasio fue el secretario particular de
Maximiliano, así como los intelectuales José Fernando Ramírez y José María
Esteva. Por cierto, también ocupó un cargo menor Ulises Urbano Lassepas, quien
residió varios años en la ciudad de La Paz en su carácter de ingeniero agrónomo
y tuvo tiempo para escribir en el año de 1959 el libro “Historia de la
colonización de la Baja California y Decreto del 10 de marzo de 1857”
Por razones quizá justificadas,
ya que Velázquez de León aportó sus conocimientos en el ramo de la minería de
nuestro país, en 1885 la Universidad Autónoma de Nuevo León publicó su
biografía, aunque en ella no hace mención de los años que sirvió al imperio de
Maximiliano.
Un caso diferente es el del otro
Joaquín Velázquez de León también ingeniero en minas que llegó a la Baja
California en 1768 acompañando al Visitador José de Gálvez, quien traía
instrucciones de llevar a cabo diversas reformasen las que incluía las
administrativas y las fiscales pero, sobre todo, tratar de fomentar la minería,
la agricultura, el comercio y el poblamiento de esa lejana península.
En ese tiempo Velázquez era un
destacado científico que estaba participando en las reformas modernizadoras del
país y era una persona reconocida por las autoridades del gobierno virreinal.
Fue por eso que Gálvez se fijó en él y lo invitó para que lo acompañara a
California. Con el compromiso de atender el buen desarrollo de la minería y la
comercialización de sus productos, el ingeniero duró dos años y medio en la
península. Además, por sus conocimientos sobre astronomía, se dedicó a las
observaciones sobre el paso de Venus por el sol, aprovechando los instrumentos
que para el caso había llevado consigo.
Pero su estancia no trajo los
beneficios proyectados para modernizar y hacer más productiva la minería de la
región. Varias fueron las causas de ello, pero la principal fue la de no
encontrar lugares apropiados para la extracción de metales como el oro y la
plata. Además, las minas que explotaba anteriormente Manuel de Ocio en el real
de Santa Ana, San Antonio y El Triunfo eran vetas reducidas y pobres que no
daban para más. A tanto llegó la urgencia de lograr un mejor rendimiento minero
que incluso se llevaron barreteros experimentados del centro del país. Pero ni
así.
En lo que sí se distinguió don
Joaquín fue su contribución en las mediciones astronómicas del paso del planeta
Venus sobre el disco solar, coincidiendo con los experimentos del científico
francés Chappe d´ Auteroche quien el 3 de junio de 1769 observó ese fenómeno en
el pueblo de San José del Cabo. Las mediciones de Velázquez fueron tan exactas
que el mismo Chappe lo felicitó, más cuando utilizó aparatos menos modernos que
los suyos. A lo mejor fue por eso que al morir éste días después, sus instrumentos
fueron adquiridos por el científico mexicano.
Pero la estancia de don Joaquín
en la península no le fue del todo mal. A pesar del nulo éxito como experto
minero, supo aprovechar su tiempo para pasarla bien en compañía de dos
concubinas y jugar a los albures con personas acomodadas de la región. Dicen
las crónicas que era un hombre con suerte porque seguido despelucaba a sus
contrincantes. Lo acusaron de eso y de otros desmanes, pero su prestigio ante
la corte virreinal lo salvó de ser enjuiciado.
Velázquez de León regreso a la ciudad de México
a principios de 1770 para recuperar su cátedra en la universidad nacional.
Continuó realizando trabajos sobre la minería y dejo varios escritos, entre
ellos uno titulado “Descripción de la Antigua California, 1768” que fue
reeditado por el II Ayuntamiento de La Paz, en 1975. Murió en la capital el 7
de marzo de 1786.
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