No cabe duda, las lluvias son benéficas para el campo, pero
no para nuestra ciudad. A veces nos ponemos a pensar que las autoridades le
piden al dios Tláloc que no sea malo, que tenga compasión de este lugar donde
vivimos, ya que de lo contrario no se la acaban con las airadas protestas de
los que tienen necesidad de trasladarse de un lugar a otro en sus vehículos.
Que no sea malo, porque en sus
presupuestos no tienen el suficiente dinero para el arreglo de las calles y
avenidas, y mucho menos para encarpetarlas de nuevo. Que llueva sí, pero en el
campo, para que los rancheros alimenten su ganado y puedan sobrevivir de la
venta de la carne, la leche y de los chopitos. Y como allí no tienen vehículos
para trasladarse, los aguaceros les viene como el viento a Juárez, pues las
“bestias” transitan por veredas por más malas que estén.
Cuando La Paz era la ciudad
provinciana de principios del siglo pasado, la mayoría de las calles no estaban
pavimentadas y por eso las familias tenían la costumbre, todas las mañanas, de
regar el frente de su casa e incluso barrerlas a fin de evitar el polvo. Pero
cuando aparecieron las primeras calles pavimentadas, adiós la costumbre. Y de
pilón también se olvidaron de barrer las banquetas.
Ahora la ciudad tiene las calles
con pavimento en su mayor parte, algunas con concreto hidráulico y otras con
eso que llaman asfalto. Cada gobierno sexenal ha puesto su parte aunque no
compruebe sus resultados. Y es que recién inauguradas, están lisitas y hasta
olorosas, pero pasado el tiempo y las malas artes de Tláloc, esas obras se
deterioran rápidamente, sobre todo las que fueron construidas con el mentado
asfalto mal aplicado, ya que es un material por lo común impermeableinmune a la
penetración del agua de lluvia. En una administración anterior, el gobernador
invirtió muchos millones de pesos en reconstruir varias calles del centro de la
ciudad y se ufanó de su obra. Pero de todas ellas una dos o tres utilizaron
concreto hidráulico y son las que permanecen en buen estado, las demás están
para llorar. Dicen las lenguas viperinas que lástima de dinero invertido pues
ahora constituyen un verdadero problema para los que transitan por ellas.
Cuando llueve en esa calles se
forman hoyancos que como dijo un crítico ingenioso “parecen cráteres de la
luna”. Y otro, con maligna intención, dio por colocar plantas de flores en cada
uno de ellos. Lo cierto es que al pasar por algunas de esas calles el conductor
la hace de torero aunque al último sale cornado, pues le hace la verónica a
uno, pero cae en el otro. La única solución es ir a vuelta de rueda, pues de lo
contrario adiós llantas, adiós la suspensión del vehículo. Y, confesión aparte,
las mentadas a los responsables de esos malos trabajos.
Cierto, tanto los ayuntamientos
como el gobierno del estado hacen lo posible por remediar el mal resanando las
calles deterioradas, pero no bien lo hacen cuando otra lluvia, por leve que
sea, origina nuevos hoyos. Total es un cuento de nunca acabar. Y lo peor no es
eso, ahora con tanto material usado, en los hoyos tapados se ha formado bolas
que ¿usted alguna vez ha montado a caballo? Se brinca sobre el lomo de la
bestia tanto, que después de unas horas le duelen las asentaderas y no puede ni
caminar. Bueno, pues así se zangolotean los vehículos cuando transitan por esas
calles. Por eso muchos conductores ahora han bautizado algunas de ellas: la
calle boluda de Félix Ortega, la calle boluda de Reforma; la calle 5 de Febrero
frente la escuela secundaria, en fin…
Por eso, cuando un servidor
tiene que ir al hospital del Seguro Social que está sobre la calle 5 de Febrero
evita las calles boludas y transita por Héroes de la Independencia, una calle
de concreto hidráulico que va de la Bravo hasta la Márquez de León. El que la
construyó de seguro invirtió, en un rasgo de honestidad, el moche en ella, lo
que es de felicitar.
Y, desde luego, no podemos dejar
de reconocer lo que está haciendo el gobierno estatal al pavimentar las calles
del Este de la ciudad con concreto hidráulico. Es un gusto transitar por ellas.
Y en relación con las lluvias recuerdo al Güero de las Canoas cuando decía que
las escuelas construidas de madera los moscorrones perforarían la madera en un
dos por tres. Cuando las edificaron con materiales metálicos —las
prefabricadas— le preguntaron ¿Y ahora, Güero? “Pues que van a batallar
tantito”, contestó.
Febrero 09 de 2019
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