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Francisco Villa |
De siempre, a través de la
historia de la humanidad, el caballo ha ocupado un lugar importante en los
conflictos bélicos entre las naciones. Los cosacos que invadieron una parte de
Rusia y la parte central de China comandados por Gengis Kan, fueron aguerridos
jinetes cuyos caballos procedían de la estepa siberiana, con sus pelajes
espesos que los defendían de los fríos glaciales de esa región asiática.
Al igual, en esos remotos años,
Atila llamado el azote de dios, devastó el centro de Europa con un ejército de
la raza de los hunos, utilizando como sostén de su travesía al caballo. Aunque
también hubo otros conquistadores que además del caballo, echaron mano de otros
animales, como fue el caso de Aníbal el cartaginés, que para lograr pasar por
las montañas hizo uso de los elefantes. O de los temibles beduinos árabes
montados en camellos.
La caballería estuvo presente en
toda la época medieval en los países ya configurados de Europa como Francia,
España, Portugal e Italia. Después, ya en los siglos XVII y XVIII los
ejércitos, además de los soldados, tenían legiones de caballería como
complemento de sus ofensivas en contra del enemigo. Tal fue el caso de Napoleón
I, cuando invadió Egipto y se apoderó de El Cairo y Alejandría, en el año de
1798.
En 1814 a 1818 durante la
primera guerra mundial, la caballería jugó un papel importante, aunque el uso
de otros medios de guerra como los tanques, los camiones blindados y los
aviones fueron más efectivos que el uso de los caballos. En la segunda guerra
mundial, 1938-1945, ya las fuerzas montadas tendieron a desaparecer. Aun así,
se dio el caso, en la defensa que hacía el ejército ruso de la invasión alemana
a su país, que una brigada de caballería integrada por jinetes cosacos le
hicieron frente a las fuerzas motorizadas, con resultados desastrosos; todos
murieron bajo las balas de las ametralladoras del enemigo.
Lo anterior nos recuerda la
película “El último samurái” donde estos legendarios defensores de su país,
armados con arcos y flechas, sables y lanzas, en un acto suicida, se
enfrentaron a las fuerzas del imperio japonés y a sus cañones y ametralladoras
prefiriendo la muerte antes que perder su libertad.
En nuestro país, México, durante
la etapa de la revolución iniciada para derrocar al dictador Porfirio Díaz, y
después por los asesinatos del presidente Francisco I. Madero y el
vicepresidente José María Pino Suárez, la caballería estuvo presente desde el
inicio del movimiento armado, particularmente las que comandaba el general
Francisco Villa con sus famosos “dorados”. Triunfante la revolución con la
división del norte al mando de Villa y las divisiones del centro con Álvaro
Obregón y Pablo González, se reunieron los representantes de todas las fuerza
en la Convención de Aguascalientes a fin de concertar un gobierno que dirigiera
los destinos del país por el rumbo correcto Pero como no pudieron ponerse de
acuerdo, volvieron nuevamente las confrontaciones armadas, ahora entre
villistas y carrancistas.
A mediados del año de 1915, dos
poderosos ejércitos estuvieron frente a frente en los campos de Celaya y La
Trinidad. Y en las tres batallas con miles de combatientes, las brigadas de
caballería hicieron acto de presencia. Por un lado, los hombres a caballo de
Villa y por el otro la caballería de Obregón, pero los dos con el apoyo de
cañones, ametralladoras y soldados de infantería.
En la batalla decisiva , la de
Trinidad, un lugar cerca de la ciudad de Irapuato, se enfrentaron 25 mil
hombres con 19,500 jinetes del lado de Villa y 34 mil 700 con 9400 jinetes del
campo obregonista. En esa batalla, Villa mandó el ataque contra las trincheras
enemigas con una carga de caballería de tres mil hombres al mando del general
Rodolfo Fierro, pero fueron rechazados con el fuego nutrido de las
ametralladoras. Dicen las crónicas que fue una carnicería, pues en menos de
diez minutos mataron a 300 jinetes. Algunos que lograron saltar las vallas
enemigas, fueron masacrados por la espalda con las mismas armas. Y es que como
dijo un historiador, Villa nunca comprendió que era imposible enfrentar las
cargas de caballería contra armas modernas como fueron en este caso las
ametralladoras.
Las famosas cargas de caballería
de los dorados dejaron de ser efectivas y en la batalla de La Trinidad aceptó
su derrota y el triunfo del carrancismo. Después, con la promulgación de la
Constitución de 1917 y la elección de Carranza como presidente, el poder y la
fuerza militar de Francisco Villa se esfumó.
Fue en esos años de la
revolución cuando también en Baja California Sur hubo un alzamiento armado
apoyando a Carranza. En 1913, Félix Ortega Aguilar al frente de un puñado de
seguidores inició la lucha contra las fuerzas que defendían el gobierno
usurpador del general Victoriano Huerta. Y la mayoría de ellos fueron jinetes
que lucharon en las regiones de El Triunfo, San Antonio, Miraflores, San José
del Cabo y Todos Santos. Naturalmente nunca hubo cargas de caballería que
pasaran a la historia.
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